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– Sólo sé que no me siento preparada.

Niki no añade nada más. No quiere decir nada más. En parte porque no sabe qué decir. Después de haber oído hablar a Alex vuelve a sentirse confundida. Ha acudido a la cita para contarle que está saliendo con un chico y, sin embargo, no le ha dicho ni una palabra. Nada. Quizá es importante que Alex lo sepa, podría ayudarlo a superar ese momento. Es ella la que admite la presencia de otra persona en su vida. Pero ¿existe de verdad esa presencia? En realidad no ha vuelto a suceder nada porque ella todavía no está segura, está asustada, está mal, llora a menudo, le gustaría ser muy feliz y, en cambio, no lo consigue. No es justo. No es posible. ¿Por qué me tiene que ocurrir esto precisamente a mí? Niki se desespera. En silencio, se debate en su dolor.

Alex se da cuenta.

– Niki, ¿qué pasa? ¿Puedo hacer algo por ti? Te lo ruego, dímelo, me encantaría poder ayudarte, me siento culpable del estado en que te veo, de lo que estás experimentando… Tengo la impresión de que todo es por mi culpa, porque yo, con mis veinte años de diferencia, te he obligado a quemar etapas, es como si tú te hubieras visto forzada de repente a dar un salto hacia adelante, a hacer a un lado todo lo que, justamente, debes vivir…

Niki exhala un suspiro. Le encantaría poder explicarle lo que siente, decirle que no es culpa suya o, al menos, no sólo suya, que ella es una tonta, una niña, una insensible que no ha sabido vivir por su cuenta, reflexionar, esperar y decidir antes de dar un paso como ése. Y ahora sólo se siente confundida y cansada. Alex vuelve a ver esa mirada algo triste, remota, como ofuscada. Todo lo que Niki no era antes. De manera que, sufriendo por esa sonrisa que ya no encuentra, intenta distraerla.

– No me has dicho nada… Te mandé un DVD con un vídeo que hice para ti…, contigo… ¿Lo viste?

Niki recuerda esa maravillosa película, aunque, sobre todo, el momento en que la vio. La noche en que besó a Guido. Alex sigue hablando:

– ¿Sabes? Quise poner She is the One porque la considero nuestra canción… Cuando chocamos…

Cuando la mira a los ojos, sin embargo, se percata de que ella está llorando. En silencio, lentamente, las lágrimas caen una detrás de otra sin detenerse. Y Alex no entiende, no sabe qué decir, está completamente desconcertado.

– Amor mío…, ¿qué pasa?… ¿Es por la película? No debería haberla mandado, pero ya lo había hecho cuando recibí tu carta, no lo hice para reconquistarte; tírala si no te gusta, no es tan importante…

Alex se acerca a ella e intenta abrazarla, le gustaría estrecharla entre sus brazos, transmitirle todo el amor que siente por ella, hacerle sonreír, hacerle sentirse de nuevo feliz, como siempre, más que nunca, ella, su Niki.

Pero Niki lo rechaza, se aparta.

– No, Alex… -Sigue llorando y sólo consigue decir-: Perdóname, no debería haberte buscado.

Y a continuación se aleja corriendo, escapa por el prado, el mismo lugar donde se amaron tanto, donde se abrazaron rodando entre las flores en un día de sol, cubriéndose de besos en una tarde primaveral. Y, en cambio, ahora escapa sin decir nada más, así, sin una verdadera razón, y a Alex le viene a la mente una canción de Battisti. Sin una razón, sin pies ni cabeza, asile parece su vida. ¿Cómo eran esas palabras? «Una sonrisa y he visto mi final en tu cara, nuestro amor evaporándose en el viento… Recuerdo. Morí en un instante.» Alex sigue mirando en esa dirección. Niki ya no está. Allí ya no hay nada. No es posible. Le parece estar inmerso en una pesadilla, en una dimensión absurda, en un mundo paralelo. Y ve gente corriendo, niños riéndose, personas hablando, enamorados besándose, esas dos chicas que pasan de nuevo por su lado, esta vez más cansadas, pero que lo miran tan risueñas como antes. No es posible. ¿Por qué? Deteneos también vosotros, os lo ruego. Echa a andar. Le vienen a la mente otros versos de esa misma canción. «Un ángel caído en vuelo, eso eres ahora en mis sueños…» ¿Eso eres para mí ahora, Niki? ¿Un ángel caído en vuelo? Y aún varias palabras más: «Cómo te querría… Cómo te querría…» Y, por último: «De repente me preguntaste quién era él… Una sonrisa y vi mi final en tu cara, nuestro amor evaporándose en el viento…» De eso hablaba esa canción. Ahora está claro. De un engaño.

Ciento treinta y cinco

Una semana después.

Última hora de la tarde. Olly abre la puerta y arroja su cartera de trabajo sobre el sofá. A continuación se descalza y se dirige a la cocina. Abre la nevera, coge una botella de Coca-Cola, la abre y bebe un sorbo. Luego la vuelve a colocar en su sitio. Mira alrededor. Sí, por hoy puede pasar, el caos en casa no es excesivo. Sólo algunas cazadoras desperdigadas por doquier, las zapatillas de andar por casa bajo la mesa y algunas fundas de CD abiertas. Mira el reloj que está colgado de la pared. Llegarán en menos que canta un gallo. A saber cuántas cosas tendrá que contarnos…

Pasados unos minutos llaman al interfono. Ya están aquí. Olly corre a abrir la puerta y las ve a las tres.

– ¡Hola! ¡Nos hemos encontrado en el portal! ¡Mira, Diletta ha traído cosas deliciosas para comer! -dice Erica.

Diletta sonríe mientras le enseña una bolsa del supermercado.

– ¡Sí, esta vez invito yo, he comprado un montón de porquerías maravillosas!

Entran en la casa y se acomodan en el sofá grande. Diletta empieza a sacar de la bolsa las botellas de Coca-Cola, los zumos de fruta, unos tentempiés de arroz y chocolate, avellanas y pistachos…

– Pero bueno, ¿ni siquiera un poco de vino?

– ¡Erica! ¿Se puede saber qué estás diciendo? ¡A estas horas de la tarde!

– ¡Bueno, lo decía como aperitivo!

– ¡El aperitivo lo haremos con los zumos de fruta! -dice Diletta mientras acaba de colocar las cosas sobre la mesa-. ¡Son más saludables!

Niki se echa a reír.

– Bueno, en fin, lo que has comprado no es lo que se dice muy sano, ¿eh?… ¿Qué pasa? ¿Ahora te ha dado por los aperitivos? Por eso has engordado, ¿no?

– De vez en cuando me doy el gusto, es cierto y, además, por el momento no he dejado de correr.

Olly la mira.

– ¿Qué era eso tan importante que tenías que contarnos? Nos has convocado con un sms muy extraño: «Os anuncio una pequeña ola…» ¿Qué querías decir?

– Sí, la verdad es que yo tampoco lo he entendido -corrobora Erica mientras se come un puñado de avellanas.

Diletta esboza una sonrisa y las mira una a una. Sus amigas. Juntas desde siempre. Divertidas. Guapísimas. Tan diferentes, tan unidas. Y ahora están ahí por ella, listas para responder y para hacer acto de presencia en todo momento. Luego mira a Niki y piensa en lo mucho que se ha alejado de ella debido a sus problemas. Pero hoy ha acudido a la cita y está a punto de escuchar la noticia…

– Mis queridas Olas…, ¿qué tenéis planeado hacer dentro de seis meses?

Ellas se miran entre sí sin comprender una palabra.

– No lo sé -responde Erica-. ¡Quizá estaré saliendo con un tío que esté buenísimo!

– ¡Y yo tal vez estaré haciendo un buen trabajo para la agencia! -exclama Olly.

– Yo, la verdad es que no lo sé… -dice Niki triste.

Olly le aprieta la mano.

– Bueno, pues yo sí que lo sé…

Todas se vuelven para mirar a Diletta.

– Sí, lo sé… ¡Estaréis en el hospital!

Olly hace cuernos con la mano izquierda, Erica pone los ojos en blanco y Niki la mira con expresión de asombro.