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– ¿En serio, mamá?

– Claro… -Sonríe-. ¿Acaso crees que he entrado aquí y me he sentado a tu lado en el suelo para contarte una sarta de mentiras? Estuve con ese hombre, se llamaba Sandro, y después, casi de inmediato, sentí una especie de repulsión. Quiero decir que no me gustaba… En realidad lo que me empujó a dar ese paso fue el miedo, el deseo de seguir siendo joven… No estaba realmente enamorada de él, sino sólo asustada de todo lo demás.

Niki exhala un suspiro y se limpia la nariz con el puño de su camiseta.

– ¡Niki!

– ¡Perdona, mamá! -Después se echa a reír-. Pero en estas situaciones creo que es lo propio.

– Sí -sonríe Simona-. Tienes razón… No sé en qué lío te has metido, pero recuerda que nosotros estaremos siempre a tu lado y que, sea lo que sea lo que hagas, te apoyaremos en tu decisión…

– ¿Papá también?

– Por supuesto que sí. Diría incluso que él el primero… Al principio reacciona así, pero ya sabes cómo es. Te adora y sólo desea tu felicidad. Así que serénate y vete a dormir. Con el tiempo lo entenderás todo. -Simona se levanta y se dirige hacia la puerta-. Claro que, cuanto antes lo comprendas, mejor…

Niki esboza una sonrisa.

– Sí, lo sé, mamá.

– Bien… Buenas noches.

– Adiós… Ah, mamá…

– ¿Sí?

– No te preocupes, no le contaré nada a papá de esa historia de Sandro.

Simona le sonríe.

– Vete a la cama.

Sale del cuarto de baño y se reúne con Roberto en la terraza.

– ¿Y bien? ¿Cómo ha ido?

Simona se sienta a su lado y mira el cenicero.

– ¡Te has fumado cuatro!

– Es que con tanta tensión…

– ¡Ya sabes que es malo!

– ¡De acuerdo, no fumaré más! Pero, bueno, ¿qué tienes que contarme?

Simona se arrellana en el sillón.

– Creo que sólo está asustada. El otro no le interesa… -¿En serio?

– Sí.

– ¿Cómo puedes estar tan segura?

– Le he contado que yo también me escapé y salí con Sandro.

– ¿De verdad? A saber qué pensará ahora…

– Me ha servido para tirarle de la lengua; he pensado que al saber que yo también me había comportado así me lo contaría todo. ¡Si incluso le he confesado que me acosté con él!

– ¿También eso?

– Sí… Si ve que su madre se comportó así, Niki no se avergonzará de contármelo todo…

– Ah, ya… -Roberto se calla por unos instantes, luego se levanta del sillón ligeramente tenso-. Pero fue sólo un beso, ¿no?

– Sí, cariño, sólo un beso… Hace veintidós años.

Ciento cuarenta y seis

Alex apura su ron. La canción que suena en ese momento es preciosa. The Look of Love, de Nina Simone. La escucha mirando ensimismado el vaso vacío y a continuación las fotografías de esa chica tan hermosa y atractiva, tan sensual, tan divertida, tan solícita y tan fascinante. De repente todo le parece fácil y claro, fuera ya de toda duda.

De manera que se levanta del sofá. Raffaella ha terminado de preparar su sorpresa.

– Ya estoy aquí, Alex…

Pero apenas le da tiempo a oír cómo se cierra la puerta de entrada. Se detiene en medio del salón. Lástima. Le habría encantado que viera ese conjunto de lencería azul de La Perla que compró ex profeso para él, para que se lo quitara y la amara sin hacerle demasiadas preguntas, sin hipotecas sobre el futuro, sin demasiados porqués. Lástima. Raffaella corre el pestillo de la puerta y atraviesa el pasillo con sus tacones altos, luciendo sus esbeltas piernas y sus nalgas perfectas.

La repentina determinación de Alex tiene un motivo muy sencillo. Llama a un taxi, lo espera en la calle, lo ve llegar y se sube a él.

– Quiero dar un paseo…, por unos cincuenta euros, después lléveme a via Ripetta.

El taxista se pone en marcha.

– Eh, esa frase la he oído ya… Era una escena de Michael Clayton, ¿verdad, señor? Esa película me gustó un montón, era realmente buena.

Alex se arrellana en el asiento. No tiene ganas de hablar con nadie. Ahora lo ve todo más claro. Ama, totalmente y sin ninguna clase

de dudas, a Niki. Y su vida jamás podrá colmarse sin ella, cualquier éxito, cualquier riqueza o propiedad no le impedirá echarla de menos A todo le faltará siempre esa pequeña pieza que ella representa en todas las cosas. Alex mira por la ventanilla. La noche. La ciudad. Los coches. Los semáforos. Las tiendas cerradas. La gente que sale de los locales. Ahora sé lo más hermoso. No quería casarme con ella porque ya soy mayor, o porque ella es una chica guapa y decente, honesta y sincera, que no te engaña y que, en cualquier caso, nunca te decepciona. Quería casarme con ella porque, haga lo que haga, siempre será Niki, y eso me basta. Ésta es la prueba de amor más grande, es la primera vez que logro comprenderlo y que descubro que puedo sentirlo. Sí. Sin la menor duda. Niki y ya está.

Ciento cuarenta y siete

Muchos días después.

Olly deambula descalza por la casa mientras habla por el móvil. Camina arriba y abajo muy excitada.

– Bueno, sí, ¡es una idea fantástica! ¡Fuerteventura es superguay! ¿Y cuándo nos vamos?

Erica le da todas las indicaciones desde el otro extremo de la línea. Como siempre, demuestra que es una perfecta organizadora.

– Salimos el 15 y nos quedaremos dos semanas. He encontrado un complejo de apartamentos espectacular, donde podremos alojarnos todos a buen precio. El vuelo lo pillamos en el último momento, pues salen ofertas cada dos por tres. ¡Y somos unas diez personas! Vendrán todos…

– ¿Todos, todos?

– Claro, nosotras, las Olas, Filippo, Guido y otras dos amigas de Niki de la facultad. Invita a alguien si quieres, basta con que me avises a tiempo para hacer la reserva.

– Muy bien. ¡Lo pienso y cuando sepa algo te lo digo!

Qué maravilla. Unas vacaciones en una isla como Fuerteventura. Es justo lo que necesitaba. Sí, me las merezco. De vez en cuando hay que concederse algún capricho, ¿no? Recuerda la frase de Erica: «Invita a alguien si quieres.» Pues sí. No estaría nada mal. Me habría gustado ir con Giampi. Pero lo he perdido. Se sienta en el sofá. No, iré sola. Como Niki y Erica. Nos divertiremos de todos modos. Después sonríe, en todo caso se lo podría decir a Simone. Me encantaría que viniera. Luego le viene a la mente Diletta. Es estupenda. Ha tomado una decisión muy importante. Me siento muy orgullosa de ella. Será una madre estupenda. Olly se tumba y se desentumece un poco. Sí, es una bonita época, tengo que reconocerlo. Sólo espero que Niki encuentre también su felicidad.

Ciento cuarenta y ocho

Roma. En el interior del loft se están llevando a cabo importantes preparativos.

– Póngalo ahí, ahí arriba… Sí, así.

Pietro mira satisfecho al técnico que está colocando el altavoz del equipo de música en un rincón de la librería.

– ¿Así, señor?

– Sí… Sí, así está bien.

Flavio está vertiendo vodka dentro de una jarra.

– Chicos, yo me he bebido ya tres, ¿eh?… Además de naranja mezclada con pomelo rosa y piña, un poco de lima… ¡Y la «bomba» está lista!

Pietro la prueba con una cucharilla.

– Miran…, ¡qué rica! ¡Nada más probarla se tirarán de cabeza a mi cama!

– Vamos… -Flavio lo mira enojado-. Intenta ser generoso y deja algo para los demás.

Enrico está sentado en el suelo jugando con Ingrid.

– Pero ¿todavía está con ese tema? -Mira a la niña-. A saber qué es lo que piensa de vosotros.

Pietro se queda pasmado.

– ¡Pero si no entiende una palabra de lo que decimos!

Enrico acaricia a la pequeña.

– ¡Te equivocas! Los niños lo entienden todo, son muy sensibles… ¡A diferencia de ti!