– No, nada. Enrico se ha separado de su esposa.
Erica está preparando un batido para todas: fresas, plátanos, melocotones y leche. Apaga la batidora. Se queda pensativa por un instante.
– ¿Cuál es Enrico? Ah, sí… No me gusta…
– ¡Erica!
– Escuchad, chicas, estoy pasando un momento un poco así…
– ¡Hace años que estás pasando un momento un poco así!
– Pero ¿qué dices? Empecé a salir con el tal Stefano, creía que era escritor y, en cambio, trabajaba tan sólo como lector para una editorial…
– Entiendo, pero ¿qué era más importante? ¿Su trabajo o cómo te hacía sentir y lo que representaba para ti?
– No lo sé, ¡en cierta manera me sentí estafada!
– ¡Pero si te montaste una película tú sola con ese ordenador que habías encontrado, y pretendías que el que estaba al otro lado era tu príncipe azul!
– Pero ¿qué dices? ¡Si ni siquiera era un lector de novelas rosas!
– En cualquier caso, después del lector saliste con Sergio, el pintor, con Giancarlo, el médico, y con Francesco, el jugador… ¿Cómo es posible que con ninguno de ellos te haya ido bien y que no te hayan durado más de un mes?
Erica resopla. Enciende de nuevo la batidora. Acto seguido, alza la voz para que sus amigas puedan oírla por encima del estruendo que causa el aparato.
– Vale. Estaba experimentando. ¿Qué tiene de malo eso? Debéis reconocer que una sola historia no basta para entender lo que es el amor. Además, si es Olly quien lo hace, no hay problema, pero si, en cambio, soy yo…
– ¿Y yo qué tengo que ver con eso? -Olly salta sobre el sofá, agarra un cojín y se lo lanza a Erica gritando-: ¡Además, a mí me duran más de unas cuantas horas! ¡Venga, dinos de quién se trata! ¡¿Es Osvaldo el domador?! ¡¿O Saverio el conductor?!
Niki sonríe.
– ¡No, es Saverio el batidor! ¿Quieres apagar de una vez esa cosa?
– Muy bien…, tomadme el pelo si queréis. Se llama Giovanni y es dentista.
– Bueno, al menos puede sernos útil…
– A mí me parece que, en el fondo, sigues enamorada de Giò.
– Pero ¿qué dices?
– Siempre dices: «Pero ¿qué dices?» -Olly imita a Erica con voz de falsete-. Pero, en mi opinión -le guiña un ojo-, ¡en el fondo sabes que estoy diciendo la verdad!
– Estoy de acuerdo. Nunca has conseguido superar el hecho de que el chico de «A tres metros sobre el cielo», tu primera historia importante, no resistiese el paso del tiempo… Resígnate, es naturaclass="underline" una crece, cambia…
– De hecho, querida Olly, tengo la impresión de que tú creces demasiado de prisa. Tu Mauro, el fontanero, apenas te duró tres semanas.
– Incompatibilidad cultural.
– Ya. Y ahora estás con Giampi, te mueres de celos y os pasáis la vida riñendo.
– Incompatibilidad de caracteres.
– Me parece que lo que ocurre es que tú eres incompatible y punto.
– Pero ¿qué dices? ¡Esta vez te digo que funciona! He cambiado: antes tenía un novio cada semana, ahora llevo seis meses saliendo con Giampi. Erica siempre había estado con Giò y ahora cambia una vez cada semana.
– Cada dos…
– ¡Pues vaya! -Diletta sonríe-. Antes de que me traigáis mala suerte, ¿puedo contaros cuál es mi situación? Mi relación es serena y tranquila, va viento en popa, por buen camino…
– ¡Siempre que no resbales!
– ¡Ay, ya habló la gafe!
– Perdona, pero todas nos hemos acostado al menos con otro hombre, además del que tenemos ahora. Puede que incluso con más…
Erica se encoge de hombros.
– Vamos, no nos andemos ahora con sutilezas…
– El primero con el que salino la tenía precisamente sutil…
– ¡Olly! ¡No seas ordinaria! -Las cosas como son.
Niki sacude la cabeza.
– Bueno, yo hablaba en serio. Veamos, explícame una cosa, Diletta: tú ahora estás con Filippo, pero ¿piensas seguir toda la vida con él? Sólo con él… Quiero decir, ¿no piensas probar cómo es el sexo con otros hombres?
Diletta se encoge de hombros.
– Mi madre hizo eso mismo con mi padre…
Olly asiente.
– Ahora lo entiendo: ¡se trata de una enfermedad hereditaria!
Diletta no está de acuerdo.
– ¡O una cualidad transmisible! ¿Por qué lo consideras algo negativo?
– Porque no se puede amar de una manera absoluta sin comparar. Erica lo ha dicho antes. ¡Es pura filosofía!
– Sí, filosofía del mercado. -Diletta se sienta en el sofá-. Sea como sea, es demasiado pronto para saberlo; quizá todas cambiaremos en los próximos años.
Erica llega con una bandeja y cuatro vasos grandes de batido.
– Aquí está, para que os dulcifiquéis un poco, víboras. ¡En cualquier caso, no estáis teniendo en justa consideración a Niki mientras habláis! Ella es todo un fenómeno, un milagro italiano… Bueno, exceptuando la fuga a la isla de la que ha regresado, Alex no ha vuelto con Elena, y no sólo eso… ¡Él y Niki siguen juntos!
– Ése es uno de los casos en los que una mujer debería tener huevos…
– ¿Por qué? -¡Para tocárselos y ahuyentar la mala suerte!
Las tres se echan a reír mientras Erica bebe su batido.
– Yo, que los observo desde fuera, los veo como una pareja feliz, mejor dicho, archifeliz, igual que todas ésas en las que existe cierta diferencia de edad como Melanie Griffith y Antonio Banderas, Joan Collins y Percy Gibson…, Demi Moore y Ashton Kutcher, Gwyneth Paltrow y Chris Martin… Tengo que reconocer que duran mucho… ¡Incluso se han casado!
– ¡A propósito! -Olly, Diletta y Erica miran en ese momento a Niki, muertas de curiosidad.
– A propósito, ¿qué?
– No, digo… A propósito…, ¿ha salido el tema?
Niki la mira por un instante.
– ¡¿Qué queréis saber?!
– ¡Si es pronto para que riñamos entre nosotras para ver quién hará de testigo!
Niki arquea una ceja.
– Hemos hablado de tener hijos, pero no de boda.
– ¿Por qué?
– ¿Y yo qué sé? Ha surgido así. Ya sabes, dices algo mientras conversas… ¡Nos gustaría tener cuatro, dos chicos y dos chicas!
– ¡Caray! Estáis locos…
Erica rompe a reír.
– Cuatro… Me parece una locura. Yo me olvidaría hasta de los nombres. ¡La cena se enfriaría mientras los llamo para que se sienten a la mesa!
– Perdonad, pero si uno sueña, vale más hacerlo a lo grande, ¿no?
Siempre hay tiempo para hacer reajustes. En cualquier caso, en cuanto tenga noticias al respecto os lo comunicaré. Ah, a propósito: hoy, en la universidad, he conocido a uno que no está nada mal…
– ¡Niki!
– Bueno, en realidad no lo he conocido porque le he dicho que este año me habían presentado ya a demasiada gente.
– ¡Ja, ja! ¡Ésa sí que es buena! ¡Eres un genio, Niki!
– De eso nada…, la frase la he robado de Charada, esa bonita película de Audrey Hepburn y Cary Grant.
– ¡Lástima, creía que era tuya!
– Es cierto; ahora que lo pienso, podría hacerla pasar por mía.
– ¡Nada te lo impide!
– Te equivocas… -Diletta sonríe-. Quizá todo el mundo conozca esa película o se acuerde de esa frase.
– Él, sin embargo, no la recordaba.
Olly se pone seria.
– Pero bueno, Niki, ¿estás poniendo en peligro tu relación con Alex y el feliz proyecto de tener cuatro hijos por un tipo a quien ni siquiera has querido conocer?
– ¿Estáis locas? Mi intención era proponerlo para vosotras. Si a ti, Olly, te molesta sentir celos de Giampi; si tú, Diletta, quieres, justamente, experimentar algo fuera de tu «amor absoluto», y si, sobre todo tú, Erica, como de costumbre, después de una semana…
– ¡Dos!
– Está bien, si después de dos semanas, rompes con el dentista recién llegado… ¡Bueno, pues ahora tenéis a un hombre de recambio!
– Ya… Algunos tienen una rueda, ¡y nosotras tenemos un hombre de repuesto!
– Os advierto que no está nada mal.
– ¡Ves cómo te gusta!
– ¡Lo digo por vosotras!
– Sí, sí, claro… -y siguen riéndose y bromeando, bebiendo el delicioso batido que acaba de prepararles Erica, mirándose a los ojos, sin sombras o dudas.
– No obstante, ¿sabéis lo que os digo?… Que lo he pensado mejor.
No habéis sabido apreciar mi gesto…, ¡así que no os prestaré a mi hombrecito de repuesto! ¡Me gusta demasiado!
Y las Olas se tiran a la vez sobre el sofá.
– Socorro… Estáis locas… Bromeaba…
– ¡No, no, tú estás hablando en serio!
Hay frases que se dicen a la ligera, pese a que son más ciertas de lo que parece. Las Olas siguen jugando, se empujan, se arrojan cojines, se placan como en el rugby, se beben el batido antes de que se desparrame por todas partes, sobre la ropa y el sofá. Amigas. Desde siempre. Como siempre. La amistad es un hilo sutil e indestructible que atraviesa la vida y todos sus cambios.