La chica es rubia, con el pelo liso peinado hacia atrás y sujeto por una pequeña diadema azul, viste unos pantalones blancos y un suéter azul; nota el gesto pero no lo oye. Lo mira un poco sorprendida. Se detiene, deja las bolsas en el suelo y se quita uno de los auriculares.
– ¿Estás hablando conmigo?
– Claro, ¿con quién si no? Eres la última de hoy… Venga, pasa.
Ella hace una pequeña mueca. Luego se quita el otro auricular. Comprueba su reloj. Escruta por unos instantes delante de ella como si tratara de divisar algo o a alguien al fondo del rellano.
– La verdad es que yo…
– ¿Yo, qué? Se ha hecho un poco tarde, pero todavía tenemos tiempo. Tengo que ir al despacho, de manera que si no lo hacemos ahora tendremos que dejarlo para mañana. Entra, no tardaremos nada.
La chica parece cada vez más sorprendida por la situación. Pero ¿qué quiere ese tipo? Aunque la verdad es que tiene una cara simpática, parece agradable. Me muero de curiosidad. Sólo que, a decir verdad, en el fondo ni siquiera lo conozco. No debería estar aquí perdiendo tiempo. Al final, sin embargo, la curiosidad puede con ella. Esboza una sonrisa. Coge las dos bolsas del suelo.
– ¿Has hecho la compra?
– Sí, ¿por qué?
– No, por nada…
Enrico sacude la cabeza y reflexiona durante unos minutos. Es cierto, ella tiene razón, ¿qué tiene de malo? Al contrario, hasta parece una chica más práctica que las demás, va a hacer una entrevista y aun así aprovecha bien el tiempo.
– Pasa, por favor… -Enrico la guía al interior del piso.
La chica lo sigue todavía vacilante. Entra, mira alrededor. Ve una serie de cosas tiradas de cualquier manera sobre el sofá, zapatillas de andar por casa boca abajo y un póster colgado de la pared. Una fotografía. Representa a un hombre que abraza a un recién nacido con una camiseta rosa y un chupete. Una niña, entonces. Reconoce al tipo de la foto, es el mismo que la ha invitado a entrar.
– Puedes sentarte ahí. Veamos, ¿cómo te llamas?
La chica vuelve a dejar las bolsas en el suelo y se sienta.
– Anna.
– Encantado, yo, supongo que ya lo sabes, me llamo Enrico…, papá Enrico… -Se ríe un poco cohibido.
Anna lo mira. La verdad es que no sabía que te llamaras Enrico. Ni tampoco que fueras padre. Sigue sin entender la situación, la encuentra cada vez más cómica y decide seguirle el juego.
– ¿Cuántos años tienes?
– Veintisiete. Estoy acabando la universidad. Estudio psicología.
– ¿Psicología? ¡Perfecto! ¿Y cuánto tiempo libre te queda al día?
– Bah…, no trabajo, de manera que, quitando algunas pocas clases a las que asisto en la facultad…, para serte sincera estoy en casa…
– Bueno, eso sería perfecto… ¿Dónde vives? ¿Lejos de aquí?
Anna sigue sin entender una palabra.
– La verdad es que vivo en el piso de arriba… De hecho, antes…
– No…, no me lo puedo creer. ¿Aquí arriba? Nunca te había visto. De manera que te has quedado a hacer la entrevista antes de volver a casa. ¡Estupendo! Así sería mucho más cómodo, la verdad…
– Sí, me mudé hace poco. Mi tía me dejó la casa. Quizá la hayas visto alguna vez: es una señora alta, pelirroja… Y mi novio vino a vivir conmigo hace algunas semanas. -¿Por qué le estoy dando tantas explicaciones?
– Ah, sea como sea, me pareces perfecta. Estudias y por eso tienes un horario más flexible. Vives en el piso de arriba. Sí, decididamente eres perfecta. ¿Cuándo empiezas?
– ¿Empezar, qué?
– ¿Cómo que qué? Pues a ser la canguro de mi hija. Has venido para eso, ¿no?
– La verdad es que no. Al ver que insistías, entré. Yo sólo pasaba por el rellano para ir a mi casa. Jamás cojo el ascensor. Así hago un poco de ejercicio…
Enrico la mira fijamente.
– ¿Eso quiere decir… que no estás buscando trabajo? ¿Que no estás aquí para hacer la entrevista?
– Eh, no. Ya te lo he dicho, ha sido una coincidencia, pasaba por aquí…
– Ah -Enrico parece decepcionado. Mira por la puerta cristalera que da a la terraza-. Ya decía yo que era demasiado bonito…
Anna percibe su inquietud y sonríe.
– En cualquier caso, eres un hombre afortunado…
– Anda ya. La única que me parecía un poco buena después de toda una tarde de entrevistas va y entra aquí por casualidad y, por si fuera poco, ni siquiera busca trabajo. Muy afortunado, sí. Mañana tendré que volver a empezar desde el principio.
– Eres un pesimista crónico. ¿No crees en el destino? ¿En las coincidencias? Antes te he dicho que no tengo trabajo…, pero no que no lo esté buscando. El tuyo me parece perfecto. De haberlo sabido, habría bastado con bajar la escalera…
Enrico la mira y se le ilumina el rostro.
– ¡Fantástico! A partir de mañana trabajarás aquí -dice, y ni siquiera se le ocurre ir a buscar de nuevo a Ingrid. Sabe de antemano que las dos se llevarán bien.
Anna sonríe. Se levanta. Coge sus bolsas.
– Genial… ¡Pero ten cuidado con confundir con el fontanero a cualquier inquilino que pase casualmente por el rellano! -Se encamina hacia la puerta. Enrico se levanta de golpe, la sigue, se adelanta a ella y le abre la puerta. Anna pasa por delante de él-. ¡Hasta mañana, entonces! -y se aleja.
Enrico la contempla mientras desaparece al doblar la esquina. Sí. Parece simpática. Y además es muy mona. Pero eso a Ingrid no le interesa…
Diecisiete
Alex se detiene y aparca a escasos metros del portal de Niki. Mira el reloj. Son las nueve y media. Me dijo que tenía clase a las diez, debería salir ahora. En ese preciso momento se abre la puerta. Y sale… Niki. Parece mayor, más mujer. Claro… ¡Es Simona, su madre! Dios mío, como me vea ahora… ¡Alex! ¡Precisamente tú! Pero bueno, creíamos que tú eras el mayor de la pareja. El más maduro y fiable. Y, en cambio…, ¿qué haces? ¿Espías a mi hija? ¿Por qué? ¿Se comporta mal? ¿Hay algo en ella que te hace dudar? Bueno, que tenga nuevos amigos me parece normal, una nueva escuela, la facultad… Pero todo eso no tiene ninguna importancia.
Alex se desliza hacia abajo en el asiento, casi desaparece bajo el volante, se esconde avergonzado de lo absurdo de su idea. Y en seguida busca algún argumento de defensa. Perdone, señora… No hay amor sin celos. «Los celos…, cuanto más los alejas más los sientes… La serpiente ya está aquí, ha llegado, se ha instalado entre nosotros, engulle tu corazón como si fuese un tomate, y te vuelve loco, es como un toro y, como tal, no obedece a razones…» Pero ¿qué estoy haciendo? ¿Canto a Celentano? ¡No! ¡Eso es! Tengo que simplificar. Señora, he venido… ¡por amor! Justo en ese momento mira de nuevo a Simona, la madre de Niki, y ve que sube a un coche, se vuelve, abre la ventanilla y saluda a la chica que está saliendo en moto. Sí. Es ella. ¡Niki! Alex pone en marcha el motor y arranca, oculta la cara cuando se cruza con Simona, que conduce en dirección opuesta. Después dobla la esquina y sigue su carrera en pos de la moto. Increíble. Como en las mejores películas: «Siga a ese coche.» Alex se ríe solo. «Mejor dicho, a esa moto…» Y por un instante casi le entran ganas de abandonarlo todo, de sonreír y de tomarse las cosas con calma. Sí, es justo que tenga su independencia, su libertad, sus contactos, sus mensajes. Debe querer que estemos juntos por encima de todo y de todos, pero no puede ser una obligación. Es más, casi es mejor que tenga varios pretendientes, al menos así podrá comparar entre unos y otros, y si me elige, al final, será porque soy su preferido. Es demasiado fácil ganar cuando se juega solo. Venga, casi que iré antes al despacho y así intentaré hacer algunos progresos sobre la idea de la película.
Luego se produce una vorágine, una extraña circunstancia, una conjunción astral, en fin, a saber por qué razón el volumen de la radio se eleva de repente, irrumpe en sus pensamientos y borra su sonrisa. Ram Power 102.70. Una la vives, una la recuerdas. «Te estás equivocando, la persona a la que has visto no es…, no es Francesca. Ella siempre está en casa esperándome. No es Francesca… Si, además, estaba con otro…, no, no puede ser ella…» Y en un instante Mogol y Battisti se convierten en los diablos tentadores, y le vienen a la mente todas las imágenes del mundo, como si se tratara de una película montada por el mejor director de todos los tiempos. Amor. Traición. Engaño. Y ahí está. Dos vidas en un instante, cuando Gwyneth Paltrow, por una extraña fatalidad del destino, vuelve a casa y lo encuentra a él con su amante. Fundido en negro y ahora Infiel, cuando a Richard Gere le llega una multa de tráfico de su mujer que lo conduce hasta la casa donde vive ese joven que vende libros usados… y descubre que tiene una historia con ella, nada que ver con los libros… Un nuevo fundido y aparece Hombres, hombres, de Doris Dorrie, cuando el marido olvida un folleto en casa, vuelve a por él y ve salir a la calle a su mujer, que poco antes estaba en la cama con los rulos puestos. Entonces la sigue y la ve rodar por un prado con una especie de hijo de las flores… Luego Alex piensa en Enrico y en su mujer, que se ha fugado con un abogado que él mismo le presentó. En Pietro y en todas sus amantes. Y deja de dudar, pisa el acelerador y empieza a correr con una única certeza. Pues sí, Celentano tiene razón. Soy celoso.