– ¡Amor! No lo digas ni en broma… Pero bueno, si eso llegase a suceder, nunca te olvidaría.
– ¡Imbécil!
Niki, con los ojos todavía vendados, prueba a asestarle un golpe en el hombro, pero como no ve, da en el aire. Después vuelve a intentarlo y esta vez le hace blanco en el cuello.
– ¡Ay!
– Te lo mereces…
– ¿A qué te refieres?
– Sí…, por decir esas maldades.
Alex se masajea la nuca ante la mirada asombrada del portero.
– Pero, cariño, has sido tú quien ha dicho…
– ¡Sí, pero después tú has soltado esa tontería!
– ¿Cuál?
– Sabes de sobra a qué me refiero…, que nunca me olvidarás en caso de que acabe bajo las ruedas de un coche…
Alex le coge la mano y la lleva hasta el portón.
– ¿Has entendido lo que he dicho, Alex?
Niki le da un pellizco.
– ¡Ay! Claro que sí, amor…
– No debes olvidarme jamás, salvo que…
– Está bien, pero de esa forma el recuerdo se intensifica. Por ejemplo, si ahora acabas bajo las ruedas de una moto vendada de esa forma…
– ¡Imbécil! -Niki intenta golpearlo de nuevo, pero en esta ocasión Alex se agacha a toda prisa y se pone en seguida detrás de ella para esquivarla.
– Estaba bromeando, cariño…
Niki trata de pellizcarlo otra vez.
– ¡Yo también!
Alex intenta eludir su mano, que, sin embargo, consigue alcanzarlo también en esta ocasión.
– ¡Ay!
– ¿Lo entiendes o no? -Niki se echa a reír y sigue tratando de pellizcarlo mientras Alex la empuja hacia adelante apoyando las manos en sus hombros y echándose él hacia atrás.
– Buenos días, señor Belli -el portero lo saluda divertido.
Alex se lleva el dedo índice a los labios para indicarle que guarde silencio.
– ¡Chsss!
Niki se vuelve desconfiada con la venda todavía en los ojos.
– ¿Quién era?
– Un señor.
– Sí, lo sé, lo he oído…, ¡y te conoce! Pero ¿dónde estamos?
– ¡Es una sorpresa! Llevas los ojos vendados… ¿Quieres que te diga dónde estamos? Perdona, ¿eh?… Deténte aquí un momento.
Alex se adelanta y abre el portal.
– Quieta, ¿eh?…
– Ya ves que no me muevo.
Niki resopla y cruza los brazos sobre el pecho. Alex entra, llama el ascensor y a continuación vuelve a por ella.
– Venga, adelante, adelante…, así, cuidado con el escalón, todo recto… ¡Cuidado!
Niki se asusta y da un brinco hacia atrás.
– ¿Qué es?
– Oh, no, nada… ¡Me he equivocado!
– ¡Imbécil! ¡Me has dado un susto de muerte, idiota!
– Amor mío… Estás diciendo demasiadas palabrotas… ¡Me tratas fatal!
– ¡Y tú estás haciendo el idiota!
Alex se ríe y hace ademán de pulsar el botón del ascensor, pero antes de que las puertas se cierren entra un señor con una cara alegre y rechoncha. Debe de rondar los sesenta años. Se queda perplejo por unos instantes, mira a Alex divertido, a continuación a Niki con los ojos vendados, y luego de nuevo a Alex. Entonces arquea las cejas y pone la expresión propia de un hombre que ha vivido mucho, muchísimo.
– Subid, ¡subid solos!
Y acto seguido sale con una sonrisa maliciosa en los labios. Alex asiente y pulsa el botón. Las puertas se cierran, Niki siente curiosidad y está ligeramente inquieta.
– Pero ¿se puede saber qué está pasando?
– Nada, cariño, nada, todo va bien.
El ascensor llega al piso.
– Ya está, sígueme. -Alex le coge la mano y la guía por el rellano, abre la puerta a toda prisa, hace entrar a Niki y la cierra a sus espaldas-. Ven, Niki… Ven conmigo. Cuidado, eso es, pasa por aquí.
La ayuda a esquivar una mesita baja, un sofá todavía envuelto en plástico, un perchero y un televisor embalado. Acto seguido, abre la puerta de una gran habitación.
– ¿Estás lista? Tachán…
Alex le quita la venda de los ojos.
– No me lo puedo creer… ¡Pero si estoy en mi habitación! -Niki mira a su alrededor.
– ¿Cómo has conseguido entrar en mi casa?… ¿Qué sorpresa es ésta? ¿Las personas de antes eran mis padres? Pero su voz… No me parecieron ellos.
Niki sale de la habitación y se queda estupefacta. El salón, el pasillo, las otras habitaciones, los baños y la cocina han cambiado por completo. Regresa a su dormitorio.
– Pero ¿cómo es posible? -Ve la mesa, los pósteres, las cortinas y los peluches de siempre-. Todas mis cosas… aquí, ¡en otra casa!
– Sí, he cambiado el cuarto por ti, quería que sintieses esta nueva casa como si fuese tuya. -A continuación, la abraza-. Cuando quieras venir aquí, tendrás tu propia habitación…
Alex saca su teléfono móvil y le enseña las fotografías de la habitación de Niki que todavía conserva.
– Pero ¿cómo lo has hecho?
– Una foto cada vez… -Alex sonríe y vuelve a meterse el móvil en el bolsillo-. Lo más difícil fue encontrar los peluches… ¿Te gusta? No puedes decir que no… ¡Todo lo has elegido tú! -Niki se echa a reír y Alex se aproxima a ella y la abraza-. ¿La estrenamos? -Y le da un beso ligero, suave, alegre. A continuación se separa de ella, sonríe y le susurra entre el pelo, junto a la oreja-: Estamos en tu habitación… ¡Pero tus padres no pueden entrar! Es perfecto. Adrenalina…, pero sin riesgo.
Acaban echados sobre la cama nueva. La cama de ella, la de ellos. Y en un instante se dejan llevar por la risa, los suspiros, en ese nuevo nido que no tarda en impregnarse con el aroma del amor.
Más tarde.
– Ah… Debajo de la mesa tienes también tus cajones… -Alex se acerca y abre los tres a la vez-. Éstos, en cambio, son falsos, los he convertido en un pequeño minibar… -Saca una botella de champán-. A saber lo que había en los de tu casa… Probé a abrirlos, pero siempre estaban cerrados con llave…
Niki sonríe.
– Pequeños o grandes… secretos.
Alex la mira, en un principio sonriente, inquieto después. Pero luego se dan un beso, y otro, y otro más. Y beben un poco de champán, y brindan:
– ¡Por la nueva casa!
Y esas burbujas, esas risas y esa mirada repentinamente distinta… Los celos se desvanecen de su mente como por encanto, plof, el sabor del amor que sienten los aleja.
Alex le coge la mano y le muestra el resto de la casa: el salón, la cocina, los cuartos de baño, todas las cosas que todavía deben elegir juntos. Entran en el dormitorio de él.
– Es precioso…
Alex ve su agenda sobre la mesilla de noche. Recuerda lo que ha escrito en ella, las palabras y las tontas e inútiles pruebas que ha hecho en su despacho. Y luego esa frase: «En la vida hay un instante en que se sabe perfectamente que ha llegado el momento de saltar. Ahora o nunca. Ahora, o nada será como antes. Y el momento es éste.» Saltar. Saltar. De improviso, su voz. De nuevo ahora, esa noche.
– Alex…
Se vuelve hacia ella.
– ¿Eh? Sí, cariño, dime…
Niki tiene los ojos ligeramente entornados.
– ¿Qué hora es? ¿Por qué no duermes?
– Estoy pensando…
– De vez en cuando, deberías dejar de trabajar, amor mío… Eres incorregible…
Niki se vuelve poco a poco hacia el otro lado, mostrando parcialmente sus piernas y encendiendo en un instante su deseo. Alex esboza una sonrisa. No. La dejaré descansar.
– Duerme, tesoro. Te quiero…
– Mmm… Yo también.
Una última mirada a la agenda. Ahora o nunca. Y Alex se desliza bajo las sábanas con una sonrisa en los labios, como si todo hubiese ocurrido ya. Y la abraza por detrás. Niki también sonríe. Y él estrecha el abrazo. Sí. Es lo correcto.
Dos
– Amor, tengo que marcharme… Ven, vamos, el desayuno está listo.
Niki vierte un poco de café de la cafetera humeante en las dos tazas grandes e idénticas. Llega Alex. Se sienta todavía medio dormido delante de ella. Niki le sonríe.