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– Hay algo que no te encaja, ¿verdad?

Alex sonríe, curioso.

– Sí, en efecto… No me parece un local… antes de la inauguración…

– Y tienes razón. -Niki abre de nuevo el menú y lo alza, para esconderse detrás, o como si pretendiera leer mejor la lista de los platos para pedir algo. Después se asoma por encima y le sonríe-. Te he mentido. Hoy no inauguran nada.

– Ah… -Alex entiende que la situación se está torciendo, de manera que trata de ocultarse también detrás de la carta.

Niki alarga una mano y la aparta para poder verle la cara.

– Ah, también te he contado otra mentira: el propietario no es amigo mío…

Alex vuelve a mirar al señor que está sentado frente a la caja. Le parece aún más gordo, más viejo y aburrido que antes. Luego sonríe un poco avergonzado.

– Pues sí, la verdad es que no lo parece… -y alza una vez más el menú como si la situación fuese del todo normal.

Niki se inclina y se lo vuelve a bajar. Alex sabe que no tiene escapatoria. Niki le sonríe de nuevo. Esta vez, de manera forzada.

– ¿Quieres saber por qué he elegido este sitio?

Alex asiente tratando de parecer tranquilo, pero está seriamente preocupado.

– Sí, claro.

– En un instante todo se precipita de nuevo en su cabeza. Raffaella me ha mentido, son amigas íntimas. Más aún: Niki ha hablado con Leonardo y ambos se han puesto de acuerdo, la ha asignado adrede a mi despacho. No, eso no. Niki está embarazada y quizá el niño sea mío. Después, sin saber qué buscar ya en el interior de su mente, retrocede en el tiempo, excava, hace suposiciones, piensa, reflexiona. No me lo puedo creer. Se ha encontrado con Elena, y a saber qué cosas se habrá inventado ésta. O puede que no se la haya encontrado, sino que piense que yo he vuelto a verla. Y ese voltear entre recuerdos, deducciones, suposiciones y miedos lo va agotando poco a poco, hasta que Niki le sonríe por última vez mientras le muestra el menú.

– ¿No te dice nada este sitio?

Alex lee por primera vez el nombre del restaurante: Entre Ceja y Ceja. Acto seguido recorre con la mirada el comedor. Varias personas comen y charlan tranquilamente, el propietario sigue en la caja y ahora, quizá debido a una extraña circunstancia, alza la mirada y echa un vistazo a las mesas. Su mirada se cruza con la de Alex y le sonríe. ¿Quizá de forma excesivamente afable? ¿Querrá decir algo, es una señal, una indicación, un código secreto? No. ¡Es increíble! ¿Será un local de intercambio de parejas? Alex observa con mayor atención. Hay también una familia con hijos y suegra incluidos. Y en una fracción de segundo ve por enésima vez a sus amigos vestidos de abogados revolcándose de risa y llevándose las manos a la cabeza. No, mejor pasar por alto este último pensamiento absurdo, se avergüenza de él.

– Cariño, perdona…, pero no entiendo nada.

Niki se pone terriblemente seria.

– Me lo imaginaba… -Después vuelve a sonreír divertida-. Te he traído… -se inclina, saca algo del bolso que tiene bajo la mesa y se lo tiende- ¡un regalo! Ten…

– ¿Es para mí?

– ¿Para quién si no? Ábrelo…

– Pero, cariño…

El cerebro de Alex huye de nuevo en todas direcciones. Pero, ¿por Qué? ¿Qué día es hoy? ¿Cuándo nos conocimos? ¿Cuándo empezamos a salir juntos? ¿La primera vez que hicimos el amor? ¿Cuándo fuimos a París? ¿Cuándo rompimos? No consigue relacionarlo con nada. Aún menos después de desenvolver el paquete. Un DVD… Lo mira haciéndolo girar entre las manos. James Bond apuntando con su pistola y rodeado de varias chicas guapísimas. Por un instante vuelve a ver la sombra de Raffaella.

– Esto… -Alex ya no sabe realmente qué pensar-. No entiendo…

– No entiendes, ¿eh? ¡¿Cómo se titula?!

Alex lo mira. La espía que me amó.

Niki le sonríe. -Tú me quieres, ¿verdad, Alex?

– Claro… Pero ¿qué preguntas me haces, Niki? Lo sabes, ¿no?

– Claro… Pero quizá estés pensando en hacer el remake de la película en el papel de… ¿espía? -Niki cambia de tono de repente. Ahora es severo, duro e inquieto-. ¿Se puede saber qué hacías hoy en la universidad? ¿Por qué me has seguido? ¿Por qué me espiabas? ¿Qué tienes entre ceja y ceja? -le pregunta mostrándole el menú-. ¿Qué te ha pasado?

– Yo, la verdad…

En un abrir y cerrar de ojos, Alex comprende que está perdido, se siente como uno de los protagonistas de los mejores dibujos animados que veía cuando era pequeño. De repente se encuentra suspendido en el vacío y a continuación se precipita como el Coyote en uno de sus vanos intentos de atrapar al Correcaminos, o como el gato Silvestre cuando resbala por el hielo hacia el precipicio tratando de frenar la caída con sus garras mientras Piolín lo sobrevuela riéndose, ó mejor aún, cuando Tom persigue a Jerry y acaba su carrera estampándose contra una pared mientras el roedor entra en la ratonera que hay debajo. En resumen, un desastre de dibujo animado: Alex, el osito perdido.

Dada la situación, enrojece de golpe.

– Yo, la verdad…

– ¿Quizá sólo querías asistir a una clase, ver cómo es la universidad hoy en día para matricularte después en filología? -Niki le sonríe.

Sí, le ha ofrecido una escapatoria. Porque cuando uno ama de verdad lo hace. Sólo se ensaña cuando se trata de algo grave. Puede que ésa sea la respuesta que Niki desea oír. Pero cuando está a punto de contestarle se percata de que es una trampa… mortal. Si asiente, Niki comprenderá que no es una persona sincera, sino un payaso, un tipo ridículo, un charlatán. Un hombre que no sabe reconocer sus errores, sus limitaciones y sus debilidades. En fin, mejor que me haya pillado en la universidad y no que sea amiga de Raffaella. De manera que alza los ojos y habla con sinceridad.

– No, Niki…, no quería matricularme en filología.

– Ah… -Ella parece aliviada-. Empezaba a preocuparme…

Alex esboza una sonrisa e intenta bromear. -¿Te preocupaba que pudiera irme mejor que a ti? -No. Que no fueses capaz de decir la verdad. -Alex permanece en silencio y baja la mirada. Niki lo observa disgustada-. ¿Por qué, Alex? ¿Por qué me has seguido? ¿Qué es lo que te preocupa? ¿Crees que me callo cosas, que te oculto algo?

– Tienes razón, lo siento.

Niki se calma un poco.

– Lo de hoy me ha parecido muy extraño, de improviso me he sentido insegura.

– ¿Tú?

– Sí, yo. He estado dándole vueltas durante todo el día. Si tú, de buenas a primeras, dejas de creer en mí y piensas que puedo ser una persona diferente o que te miento… Mira, me tiembla la voz con sólo decirlo. Me siento mal, te lo juro; de repente tengo ganas de echarme a llorar, se me retuerce el estómago, y eso que no he comido nada…

En ese preciso momento el tipo rollizo, dueño del local y supuesto amigo de Niki, se acerca a su mesa.

– Bueno, ¿os habéis decidido ya? ¿Qué vais a comer?

Alex y Niki se vuelven al mismo tiempo hacia él. La tensión les ha endurecido hasta tal punto el semblante que al propietario le basta un nanosegundo para comprender que el momento no es el más adecuado.

– Oh, perdonadme. Esto…, veo que todavía lo estáis pensando. Volveré luego…, mejor dicho, llamadme vosotros… -Retrocede y vuelve a la caja.

Alex y Niki lo contemplan mientras se aleja. Luego ella retoma la conversación.