Treinta y nueve
Es hora de partir. Niki y Alex entregan su billete a la azafata que está delante de la puerta.
– Por favor. -Corta las tarjetas de embarque y las pasa por una máquina que las lee en un abrir y cerrar de ojos antes de escupirlas por el otro lado. La azafata se las devuelve.
– Qué bonito, no me lo puedo creer… Aunque tengo un poco de miedo -le dice Niki a Alex apretándole la mano.
– ¿De qué?
– De la altura y del tiempo que hemos de pasar dentro de ese avión. ¿Cuánto dura el vuelo?
– Esto…, unas nueve horas…
– No me dejes en ningún momento, ¿eh?
– ¿Y adonde quieres que vaya? ¡Estamos en un avión!
– Sí, sí, lo sé… Además, ¿sabes que han hecho películas sobre eso?
– ¿Sobre qué?
– Sobre gente que desapareció en un avión en vuelo. Sin ir más lelos, esa de Jodie Foster en la que perdía a su hija de ocho años y luego nadie la creía… En cualquier caso, hablo en general. No me dejes nunca. Quiero que estés siempre a mi lado, que me hagas sentir segura.
En ese momento Alex se da cuenta de lo acertado de su decisión. Le aprieta la mano con fuerza.
– Claro, tesoro… Llegan a la puerta del avión, Niki y Alex muestran las tarjetas de embarque a una azafata y a un asistente.
– Son los primeros asientos a la derecha del segundo pasillo.
– Gracias.
Dejan atrás el primero y alzan la mirada para buscar sus números
– Aquí están, 3A y 3B…
Niki mira a Alex sorprendida.
– ¡Pero si parecen sofás! ¡Estamos en primera clase!
– Por supuesto, tesoro…
Niki se acerca a su asiento y ve un paquete de plástico con un antifaz para dormir, una almohada y una manta. Lo abre.
– ¡La manta es suavísima! -Se acomoda en su asiento y lo prueba-. Qué guay… Hasta se pueden estirar las piernas…
– Eh, sí… Podemos dormir… o permanecer despiertos, tesoro… -le sonríe Alex.
– ¡Pero si aquí pueden vernos! No me estarás llevando a Nueva York para hacer lo que podemos hacer a cualquier hora en tu habitación, ¿verdad, cariño?
Alex se echa a reír.
– Eres terrible… -Le encantaría poder contárselo todo. En lugar de eso, se acomoda en su asiento. Están junto a las ventanillas. Poco después llega una azafata.
– Buenas noches, ¿les apetece un poco de champán?
– ¿Por qué no?… -Niki se encoge de hombros-. A fin de cuentas no tengo que estudiar…
Cogen dos copas y las hacen chocar mirándose alegremente a los ojos, requisito indispensable para dar valor al brindis.
– Piensa un deseo.
Niki cierra los ojos.
– Ya está.
Alex esboza una sonrisa. La mira.
– Yo también…
Permanecen por un instante en silencio mientras se preguntan si su deseo será el mismo. Alex debe llegar a Nueva York para saber si el de Niki coincide con el suyo. O no, en fin, no saldrá de dudas hasta que se lo haya dicho. Justo en ese momento suena el móvil de Niki. Mira la pantalla y sonríe para disculparse con Alex.
Esto…, es mi madre. -Responde a la llamada-. ¿Hola? ¿Mamá?
¡Pero, Niki! ¿Cuánto te falta…? ¿Dónde estás?
Mamá, ya te lo he dicho… Me voy de viaje, volveré dentro de tres
días…
Alex niega con la cabeza y le muestra cuatro dedos.
– ¡Cuatro!
Niki agita velozmente la mano como si pretendiera decir: «Está bien, no pasa nada, no importa, de lo contrario se preocupa.»
Simona resopla al otro lado de la línea.
– Venga ya, el juego tiene su gracia siempre y cuando dure poco.
– ¿Quieres escucharme, mamá? ¡Es cierto!
Simona decide seguirle la corriente, porque todavía piensa que su hija bromea.
– Entonces, ¿cómo es posible que hayas contestado al teléfono?
– Porque todavía no hemos despegado…
– Ah, ¿y cuánto falta… -el tono de Simona es cada vez más burlón- para que despeguéis?
– ¿Eh? Espera un momento, mamá… Perdone -Niki llama a la azafata, que se acerca a ellos-. ¿Cuánto falta para despegar?
– Estamos a punto de hacerlo… Es más -añade con una sonrisa muy profesional-, ahora debería tener la amabilidad de apagar el móvil.
– Sí, claro… -Niki se acerca el aparato a la oreja y se dirige de nuevo a Simona-. ¿Has oído, mamá? ¡Estamos a punto de despegar!
– Sí, lo he oído. ¡Así que es verdad! ¿Cuándo pensabas decírmelo?
– Pero si ya lo he hecho.
– Creía que bromeabas.
– Pues vaya una broma.
– ¿Y se puede saber cuándo tienes pensado volver?
– Dentro de tres… -Alex alza cuatro dedos delante de su cara-. Cuatro días…
– ¿Tres o cuatro días? ¿Y qué le digo a tu padre?
– 'Que le llevaré un regalo! Venga, mamá, ahora tengo que colgar…
– Niki…
– ¿Sí?
Simona calla por unos segundos y exhala un suspiro. Tiene nudo en la garganta.
– Pásatelo bien.
Lo dice con un tono diferente, sutil, casi quebrado. Niki se conmueve también de repente.
– No me hables así, mamá, que me haces llorar… -Una lágrima se desliza por su mejilla a la vez que se ríe al mirar a Alex-. Uf… ¡Venga!
Simona se repone y se echa a reír, también sorbiendo por la nariz.
– Tienes razón, hija, ¡diviértete!
– Así me gusta, mamá… Te quiero mucho.
– Yo también.
Niki cuelga a tiempo, porque justo en ese momento la azafata se aproxima a ellos. Pasa mirando entre los asientos, comprueba que no haya ninguna mesita desplegada, después su mirada se cruza con la de Niki, que está apagando el móvil. La azafata le sonríe. Niki le devuelve la sonrisa e introduce el aparato en el bolsillo de delante. Alex también apaga el suyo.
– Hay que ver, entre tu madre y tú… No quiero imaginar lo que habría pasado si el viaje hubiese durado más de cuatro días… O si hubiésemos decidido irnos a vivir al extranjero…
Niki lo mira segura.
– Si yo soy feliz, ellos también lo son. Lo único que quieren es verme sonreír… -Después se acerca con curiosidad a Alex-. ¿Por eso vamos a Nueva York? ¿Te han asignado a otra sede? ¿Vamos a vivir allí? Tenemos que encontrar una casa para ti…