Él se queda pensativo. Vuelve a mirar la pantalla del ordenador portátil. Teclea algo.
– De todas las personas que he visto hasta ahora usted es, de todas formas, la menos desastrosa. Pero sólo porque parece lista… -Acto seguido, alza los ojos y la mira-. Y, según parece, tiene carácter. Sus trabajos, en cambio, son lamentables. Puedo asignarla al departamento de Marketing, dado que le gustan tanto nuestras campañas publicitarias… Claro está, al principio tendrá que limitarse a las consabidas fotocopias y al café, y a ordenar algunos de los archivos de direcciones que usamos para mandar invitaciones y publicidad. Pero no debe sentirse denigrada por eso. Nadie entiende nunca, en especial ustedes, los jóvenes de hoy, cuánto se puede aprender escuchando y moviéndose aparentemente al margen del centro de la escena. Donde las cosas suceden. Veamos si es lo bastante humilde para resistir…, después hablaremos… Ahora coja esos dibujos dignos de un alumno de preescolar y váyase. Nos vemos mañana por la mañana a las ocho y media. -La mira por última vez a los ojos-. Sea puntual.
Puntual como tú, piensa Olly mientras recoge sus dibujos y sus fotografías y los mete de nuevo en la carpeta. Egidio-Eddy vuelve a concentrarse en el ordenador.
Olly se levanta.
– Entonces, hasta mañana. Buenas tardes.
Él no le contesta. Olly cierra la puerta a sus espaldas. Nada más salir, se apoya en ella. Alza la mirada al techo. Después cierra los ojos y resopla.
– Es duro, ¿eh? -Olly abre los ojos de golpe. Un chico casi tan alto como ella, moreno, con unos ojos verdes intensísimos, un par de gafas de montura al aire y una expresión divertida la está observando-. Lo sé, Eddy parece despiadado. A decir verdad, lo es, pero si lo convences todo irá sobre ruedas.
– ¿Seguro? No lo sé… ¡Además, es la primera vez que un hombre no me mira ni por un instante! Quiero decir que, mientras estaba ahí dentro, se me ha ocurrido de todo: ¿tengo veinte años y estoy envejeciendo ya? ¿Soy cada vez más fea? En fin…, ¡que ese tipo te deprime al instante! ¡Me ha destrozado!
– No, eso no tiene nada que ver…, él es así. Excéntrico. Perfeccionista. Despiadado. Pero también es fantástico, genial y, sobre todo, capaz de descubrir nuevos talentos como nadie de los que trabajan aquí. Pero bueno, dime, ¿te ha echado o no?
– Me ha dicho que mañana me pondrá a hacer fotocopias. Un bonito comienzo…
– ¿Bromeas? ¡Es un comienzo estupendo! No tienes ni idea de a cuánta gente le gustaría estar en tu lugar.
– Caramba…, pues estamos buenos en Italia si la gente sólo aspira a hacer fotocopias. Sin embargo, dado que, por lo visto, es la única manera de aprender algo sobre moda y diseño aquí, acepto…
El chico sonríe.
– ¡Muy bien, eso es! Sabia y paciente. Por cierto, me llamo… -y mientras tiende la mano para presentarse, los folios que lleva bajo el brazo caen al suelo y se desperdigan por todas partes. Algunos bajan volando por la gran escalinata.
Olly se echa a reír. El chico se ruboriza avergonzado.
– Me llamo Torpe, así me… -dice, y se agacha para recogerlos.
Ella se arrodilla para ayudarlo.
– Sí, Torpe es el apellido…, ¿y el nombre? -le sonríe.
El chico se siente aliviado.
– Simone, me llamo Simone… Trabajo aquí desde hace dos años, en el departamento de Marketing.
– No, no me lo puedo creer.
– Créetelo…, trabajo allí.
– Yo también. A partir de mañana, si tienes que hacer fotocopias, dámelas a mí. Eddy ha decidido que empezaré por ahí, dado que mis dibujos dan pena.
– ¡Caramba! ¡En ese caso te pasaré un montón de folios!
– ¡Eh! Me parece que ya has empezado… -y mientras habla sigue recogiendo.
Simone la mira abochornado.
– Es verdad, perdóname…, tienes razón. Yo lo haré, has sido muy amable. Si tienes que marcharte, vete…
Olly recoge unos cuantos folios más, baja algunos peldaños de la escalinata y busca los que han ido a parar ahí. Sube de nuevo y se los da a Simone. Después mira el reloj. ¡Ostras! Las siete.
– Bueno, me voy.
Simone agrupa todas las hojas y se levanta.
– Claro, imagino que tendrás muchas cosas que hacer. ¡Mira que a partir de mañana tendrás poco tiempo libre! ¡Aprovecha esta noche!
Olly se despide y baja la escalinata. Esa frase le huele a sentencia. En cualquier caso, es cómico. Un poco torpe pero cómico. Simone la contempla mientras ella se aleja. Ágil, esbelta, erguida. Guapa. Sí, es muy guapa. Y la idea de poder verla al día siguiente haciendo fotocopias lo anima. Olly espera a que la puerta de cristal se abra. Saluda a las dos recepcionistas. Acto seguido, abandona el edificio. Da algunos pasos, cruza el gran portón eléctrico y cuando está a punto de llegar junto a su moto lo ve. Está en el coche. En su nuevo Fiat 500 blanco con bandas negras a los lados. Le hace luces. Olly levanta la mano y lo saluda risueña. Se acerca a él corriendo y abre al vuelo la puerta.
– ¡Caramba, Giampi! ¿Qué haces aquí? -Le planta un beso en la boca-. ¡Me alegro mucho de verte! ¡No me lo esperaba!
– Cariño, sabía que era un día importante para ti y he pensado en pasar a recogerte. Deja la moto aquí, después te traigo yo -dice Giampi mientras mete la primera.
– ¡Está bien, genial! Es una de esas veces en que realmente me alegro de que existas…
Giampi la mira, falsamente disgustado.
– ¿Por qué? ¿Las otras no?
– También…, ¡pero hoy necesito un poco de amor!
Giampi vuelve a sonreír. Si bien esa palabra lo agobia un poco, disimula.
– Cuéntame…, ¿cómo te ha ido?
– Diría que ha sido poco menos que desastroso… Pero lo conseguiré… -y Olly decide contárselo todo mientras se dirigen hacia el centro dejando a sus espaldas el gran edificio.
Cuatro
Niki llega corriendo a la universidad. Aparca la moto fuera, bloquea la rueda y cruza la verja que lleva al jardín rodeada de un numeroso grupo de gente. Avanza a toda prisa entre los setos verdes, muy cuidados, entre los surtidores de las fuentes que hay a los bordes del camino hasta llegar a la escalinata de su facultad. En los escalones hay sentados varios chicos. Reconoce a los de su curso en el murete: Marco y Sara, Luca y Barbara, y a su nueva amiga Giulia.
– Eh, ¿qué hacéis aquí fuera? ¿Por qué no estáis en clase?
Luca hojea veloz las páginas de Repubblica, que por lo visto ha leído ya.
– Es por la ocupación de la Ola, el movimiento estudiantil…
Por un instante, a Niki le entran ganas de echarse a reír. Piensa en Diletta, en Erica y, sobre todo, en Olly. Una Ola «ocupada» por… ¡vete a saber quién! ¡Ojalá eso nunca ocurra! Pero luego vuelve a ponerse seria. Sabe de sobra que no se trata de una de ellas.
– ¡Hoy también! Menudo coñazo. Tenía una clase genial de literatura comparada. Por una vez que hay algo interesante…
Luego, de repente, esa voz a sus espaldas. Nueva, desconocida, que oculta una sonrisa…
– «Tú, forma silenciosa, atormentas y despedazas nuestra razón como la eternidad.»
Le gustan esas palabras. Se vuelve risueña y ve a un chico desconocido. Alto, delgado, con el pelo largo y un poco rizado. Tiene una bonita sonrisa. Gira alrededor de ella casi olfateándola, perdiéndose en su pelo, y sin embargo, sin acercarse demasiado, sin tocarla, rozándola con la respiración. Y con otras palabras.
– «Nada es estable en el mundo. El tumulto es vuestra única música.»
Niki arquea las cejas.
– No es tuya.
Él sonríe.
– Es cierto. De hecho, es de Keats, pero te la regalo si quieres.
Luca abraza a Barbara.
– No le hagas caso, Niki, es Guido… Nos conocemos desde que éramos pequeños. Ha vivido fuera porque su padre es diplomático. Volvió el año pasado.
Guido lo interrumpe.