Tengo mil recuerdos espléndidos de ti. A medida que pasa el tiempo me enamoro más y más de ti. Más de lo que creía posible. Te quiero cuando sonríes. Te quiero cuando te conmueves. Te quiero mientras comes. Te quiero el sábado por la noche cuando vamos al pub. Te quiero el lunes por la mañana, mientras sigues somnolienta. Te quiero cuando cantas a voz en grito en los conciertos. Te quiero cuando nos despertamos juntos por la mañana y no encuentras las zapatillas para ir al baño. Te quiero bajo la ducha. Te quiero en la playa. Te quiero por la noche. Te quiero al atardecer. Te quiero a mediodía. Te quiero ahora mientras lees mi carta, mi felicitación de San Valentín, y quizá te preguntas si no estaré un poco loco. Y no te equivocas. Y ahora, arréglate. Sal. Vive tu día. Disfruta de mi pensamiento que trata de arrancarte una nueva sonrisa para verte resplandecer con toda tu belleza. Felicidades, amor mío… Pasaré a recogerte dentro de una hora. ¡Las sorpresas no se acaban aquí!
A los ojos de Cristina asoman dos lágrimas, permanecen suspendidas durante unos segundos y a continuación se deslizan por sus mejillas. Qué dulce era. Qué diferente era todo. Cuántas ganas de sorprender, de estar juntos, de quererse. Éramos especiales. Creíamos que éramos únicos, el uno para el otro. Nosotros. Los demás quedaban en segundo lugar. El mundo. ¿Y ahora? ¿Adónde ha ido a parar todo eso? ¿Dónde se ha perdido? ¿Por qué me siento así? Sigue leyendo las hermosas palabras que Flavio escribió hace tantos años sin dejar de llorar. Pensando en su larga historia, en la primera vez que lo vio. En lo mucho que le gustó. Era guapísimo. Y le parece imposible que todo haya cambiado tanto.
Siete
El sol cae en picado sobre las rampas del Pincio. Algún turista vestido con ropa multicolor observa admirado la piazza del Popolo, señala con el dedo algún detalle, un escorzo, o quizá una nueva meta que alcanzar. Una pareja de japoneses manejan una minúscula cámara digital estudiando los diferentes encuadres y sueltan una risita chillona cuando por fin dan con el mejor.
– Cuidado, vas a pasar por delante de ellos.
– Y a mí qué me importa, oye.
Diletta camina de improviso un poco más altiva y, con una sonrisa socarrona, se interpone entre el objetivo y el blanco destinado a ser inmortalizado. El japonés se detiene, risueño. Espera. Diletta pasa y le sonríe a su vez. El japonés vuelve a intentarlo pero se ve obligado a detenerse de nuevo.
– Diletta…
– Oh, vamos, yo no tengo la culpa de que se me haya olvidado decirte una cosa -y regresa exactamente al punto de partida, en tanto que el japonés empieza a ponerse nervioso-. Quería decirte que… -Le planta un beso en la boca.
Filippo se echa a reír.
– Qué idiota eres… ¿No podías esperar?
– No. Ya sabes lo que dicen: no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy.
– ¡Estoy con un genio! ¡Una redactora publicitaria! -Filippo le da unos pellizcos en las mejillas.
– ¡Ay! ¡No, el talento para la publicidad es de otro! A propósito, tengo que confirmar la cita con Niki… -y saca el móvil del bolsillo de la cazadora. Lo abre y empieza a teclear un sms a toda velocidad.
– ¿Qué confirmas?
– Pues la cena. Ya te he dicho que esta noche voy a casa de Niki… ¡Es más, luego hemos quedado para hacer la compra!
– ¡Vaya! ¿Y quién cocina?
– Qué más te da, a ti no te han invitado…
– ¡No, pero no quiero que envenenen a mi amor! Aún recuerdo la última vez, ¡el dolor de tripa te duró todo el día!
– ¡Me enfrié!
– ¡Eso, tú siempre defendiendo a tus Olas!
– Por supuesto, quisiste hundirlas para ocupar su puesto en mi corazón… Pero tú ocupas ya todo el espacio… ¿Acaso pretendes convertirte en un tirano cruel y despiadado?
Filippo se ríe e intenta morderle.
– Sí, quiero comerte entera. Toda mía, sólo mía.
Y siguen bromeando mientras caminan por la hierba y observan a los transeúntes. Alguna madre lee una revista mientras sus hijos juegan junto al banco donde ella está sentada o un poco apartados, lo suficiente para eludir su control y poder, quizá, ensuciarse los pantalones cuando se lanzan sobre la hierba para detener el balón. Una pareja de ancianos pasea por su lado conversando. Ella sonríe, él la abraza ligeramente.