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– Oye, oírte decir eso me angustia.

– ¿Por qué?

– Ves la vida como falta de libertad. La vida es libertad, tiene que serlo, tienes que conseguir que lo sea.

– Claro que sí, ¿quién te lo prohíbe? Por ejemplo, tendrás libertad para elegir facultad, ¿no? ¿A cuál quieres ir?

– Quiero hacer surf.

– No he dicho nada.

– Oye, tengo una idea. Gira por aquí. Recto, sigue recto y coge la última a la derecha.

– Pero ¡es de sentido único!

– ¡Otra vez! ¡Madre mía, eres un plomo!

– No soy un plomo, soy responsable, quiero evitar un choque frontal. En cambio, tú eres una irresponsable. Como los que hemos visto antes en el ciclomotor. Si te metes por esa calle en contra dirección puedes causar un accidente gravísimo.

– Por el momento, el único que provoca accidentes eres tú. A menos que…

– ¿Qué?

– Que se tratase de un plan para conocerme.

– Sí, ya ves qué plan… En ese caso, te hubiese parado y te habría preguntado quién eras sin estropear mi coche…

– Lástima, me hubiese gustado más que chocases a propósito para conocerme…

– ¿Por qué tienes que ser tan niña?

– Es que soy una niña, papá. Mira, gira por aquí, a la derecha. Por aquí sí se puede.

– ¿Y luego…?

– Luego ya estaremos en el centro. Via del Corso, ¿la conoces?

– Claro que la conozco, y también sé que allí no se puede aparcar.

– Y qué más te da. Venga, demos una vuelta. Eres un creativo, necesitas respirar el ambiente de la gente, crear con ellos, para ellos. Venga… -Niki vuelve a coger el volante y lo gira de golpe-. Tuerce por aquí. -Y tira hacia ella-. ¡Aquí, aquí hay un sitio, métete, métete!

– ¡Quieta, que nos la pegamos!

Niki suelta el volante.

– Ok, pero métete aquí que nos viene perfecto.

– Sí, claro, perfecto para que me pongan una multa. ¿Es que tú no lees los carteles de «prohibido»?

– Bah, a esta hora los guardias están comiendo.

– Oh, claro, están todos comiendo. Porque los guardias, ya se sabe, no hacen turnos.

– ¡Venga, calla de una vez y vamos! -Y Niki se baja al vuelo riéndose y sin darle tiempo a responder, mientras él todavía no ha frenado del todo. Alessandro mueve la cabeza y aparca donde ella le ha indicado. Baja y cierra el coche.

– Si me ponen una multa la pagamos a medias, ¿eh…?

Niki lo coge del brazo.

– Claro, cómo no… primero te buscas un coche caro y luego te lamentas por una multa.

– Pero la multa no es opcional, yo no la he elegido, no la he pedido…

– Es cierto que eres un auténtico creativo, ¿eh? Siempre tienes la respuesta adecuada en el momento adecuado sobre el tema adecuado… Si yo hubiese sido tan rápida, ¿sabes la de deudas que me hubiese evitado?

– No me lo puedo creer. ¿Tan joven y ya tienes deudas?

– ¿Qué te enredas? Me refiero a las clases.

Suena un teléfono móvil.

– Venga ya, esto sí que es fuerte. Te has puesto mi timbre de Vasco Rossi. No te pega, demasiado fuerte, esa música no te pega.

Desde luego, piensa Alessandro, no me pega. Me la puso Elena. Pero por supuesto, eso no se lo dice a Niki. Se saca el móvil del bolsillo de la chaqueta y mira el número.

– Disculpa, me llaman de la oficina, tengo que cogerlo. ¿Sí?

– Hola, Alex, soy Giorgia. Ya estamos todos listos. Hemos recogido material, vídeos, todos los anuncios del pasado. Hay una avalancha de anuncios de caramelos. A lo mejor se nos ocurre algo si los vemos. Podríamos pasárnoslos rápido.

Alessandro mira a Niki. Ésta está mirando un escaparate, inclina la cabeza a la derecha y después a la izquierda, está midiendo a ojo unos pantalones. Después se vuelve, mira a Alessandro, sonríe y arruga la nariz, como diciendo: «No, no me gustan».

– Ok, entonces empezad a verlos vosotros.

– Y tú, ¿a qué hora vas a venir?

– Más tarde. En seguida estoy ahí.

Al oír esta frase, Niki mueve la cabeza. Saca al vuelo un folio de su mochila y se pone a escribir a toda prisa. Luego se lo enseña.

«No se habla del tema. Hoy trabajo de inspiración libre. Díselo. Creatividad y locura. ¡Qué cojones!» Niki se lo agita delante de las narices. Tan cerca que Alessandro casi no puede leerlo.

– Un momento, Giorgia, disculpa un segundo…

Alessandro mira el folio. Niki tiene razón. Vuelve a coger el teléfono y lee en voz alta.

– Ni hablar, hoy inspiración libre, creatividad y locura… ¡Qué…! -Se detiene. Mira a Niki. Mueve la cabeza por la palabrota-. ¡Qué demonios! De vez en cuando hace falta, ¿no?

Alessandro cierra los ojos, esperando la reacción de su copywriter. Momento de silencio.

– Tienes razón, Alex. Muy bien, me parece una idea excelente. Cortar un poco. Creo que esta pausa dará buenos frutos. Lo haremos así. Nos vemos por la mañana. ¡Adiós! -Y cuelga.

Alessandro se queda mirando perplejo su móvil.

– Increíble.

Luego se lo vuelve a meter en el bolsillo.

Niki sonríe y se encoge de hombros.

– ¿Has visto? Estaba de acuerdo conmigo.

– Qué extraño, nunca lo hubiese esperado de ella. Normalmente está ansiosa, siempre trabaja como una loca…

– ¿Cuánto tiempo has dicho que tenéis para ese proyecto?

– Un mes.

– Incluso demasiado.

– A mí no me lo parece.

– Pues sí, porque mira, las mejores soluciones las encuentras al vuelo. Están ahí, en el aire, listas para nosotros. Basta con atraparlas. Depende siempre del momento que estemos viviendo, claro, pero pensar demasiado en una cosa puede estropearla.

– ¿Eso también es de William Hazlitt?

– No, modestamente, eso es mío.

Veinte

– Cierra los ojos, Alex, ciérralos. Respira, respira a la gente. -Niki camina con los ojos entrecerrados, entre las personas que pasan rozándola y mira un poco hacia arriba, hacia el cielo-. ¿La notas? Es ella… Es la gente que debe guiar tu corazón. No pienses en nada y respira.

Entonces se detiene. Abre los ojos. Alessandro está quieto, un poco más atrás, todavía los ojos cerrados y olfateando el aire. Abre un poco un ojo y la mira.

– Noto un olor verdaderamente extraño…

Niki sonríe.

– Así es. Hace un momento ha pasado un coche de caballos.

En el suelo, junto a Alessandro, están todavía sus «huellas».

– Ahora entiendo por qué todos me parecían gente de m…

– Gracioso. Ese chiste ha estado bien. En serio. Me parto. ¿Y qué cargo tienes en tu empresa?

– Uno importante.

– Lo que faltaba. Así que eres un enchufado.

– En absoluto. Me licencié en la Bocconi de Milán, después hice un máster en Nueva York y estoy donde estoy, sin necesidad de ninguna ayuda externa.

– Dime al menos que no haces este tipo de chistes en la oficina.

– Cómo que no, todos los días.

– Pero ¿qué eres exactamente?

– Director creativo.

– Director creativo… claro ¡por eso todos se ríen de tus chistes! Haz una cosa. Escribe todos tus chistes y haz que los diga la mujer de la limpieza. Después de dos días de que los vaya diciendo por ahí comprueba si todos se ríen o ella llora porque la han despedido.

– Eso es envidia.

– No, lo siento, es la pura realidad. Si acaso tuviese envidia, la tendría de quien inventase una variante superguay de surf para una tabla gun, a lo mejor mejorando la popa roundtail para poder trazar curvas más largas. O podría estar envidiosa de quien tuvo la idea de construir un reef artificial en el kilómetro 58 de la carretera Aurelia. Una pasada. Pero desde luego, a quien no envidio es a un director creativo. Por cierto, ¿qué se esconde de verdad bajo ese título?