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»”¿Y quién es, pues, el afortunado muchacho que se la metió? Preñar a la Provocativa Heredera es un delito capital, así que esto tiene que provenir de las alturas. ¿Actuó ella de Virgen María y consintió en que el Señor Dios actuara? ¿O fue un trabajo desde dentro en, como mínimo, dos sentidos? Todos sabíamos que el primer enamoramiento de Vicky sería con alguien encumbrado. Y es bien sabido que su papá llevaba ya más de dos años sin chingar… O sea que a lo mejor fue a verlo y le dijo: ‘Papá… Necesito un noble. Pero que quede en la familia (real).’ Y él respondió: ‘¿En qué dormitorio?’

»”Así que sacad las joyas de la Corona, muchachos, y comenzad a soñar… Ahora que un individuo ha conseguido follarla, la vestal seguirá muy probablemente con ello. Después de todos esos años de vivir bajo la reina Pamela y lo que ya todos los conductores conocen como la salida de Buckingham (RIP), he aquí de nuevo una persona de la realeza que nos la pone tiesa. Mirad la foto de esta página, chicos, y tomad vuestros fusiles. Preparados, apuntad… ¡Y que Britannia babee sobre las olas!” [34]

»Mira, Clint… Jamás pensé que llegaría a decirte esto…, pero… Estás despedido.

Mattock Estate, NW2. Sintecho John y And New se hallaban sentados en la acera.

– No es mal lugar éste -decía Sintecho John-. Puedes ayudar a la gente con sus coches. Por ejemplo: «Eh, amigo… Aquí tienes un ticket. Intenté detenerla, pero la boba esa de ahí me dio uno para ti.»

– ¿Y eso de qué sirve? -preguntó And.

– Bueno…, los prepara. Los previene. ¿De dónde sales tú?

– De una plataforma petrolífera. En el jodido Mar del Norte.

– Oh. Un buen pastón allí.

– Si trabajas como perforador, sí. Pero no si te ocupas de fregar los platos sucios de la gente.

Apareció el Avenger negro, con la cabeza de Clint sobresaliendo del asiento del conductor como la joroba de un dromedario.

Sin levantarse, Sintecho John le hizo a Clint una serie de gestos indescifrables para pedirle que bajara el cristal de la ventanilla.

– Aquí no, compañero. Está reservado a los residentes hasta las diez y media. Retrocede un poco y es ya zona de parquímetro. A partir de la línea amarilla. Más allá de esa línea amarilla.

Clint dio marcha atrás y bajó luego del coche con dos botellas de champán en la mano izquierda, sujetándolas por los golletes, y llevando en la derecha la cesta.

– Hola, muchachos -saludó.

– Hola -dijo Sintecho John-. Estoy lejos de casa esta vez.

Y Clint comenzó a cruzar la calle. Era agradable regresar temprano: hacer el amor a primera hora de la tarde. Caminar por la calle sin rumbo, tranquila, despreocupadamente. Un poco a lo loco, sin agobios. ¿Agobios? No, ninguno; no con Kate. Además, iba preparado para cualquier contingencia: cuando los sacudía, sus bolsillos sonaban como un par de maracas. ¿Conversación? Sí: aireando, por así decir, los últimos cotilleos acerca de la familia real. (Bueno…, mejor que no. Ya se encargarían de eso otros imbéciles.) O divirtiéndola con el relato de las dos noches que había pasado en la cárcel de Lovetown por fumar en su habitación del hotel. Cuando se dispararon todos los extintores de incendios del hotel…

Ciertamente, Kate tenía sus pequeñas manías. Como las relativas a querer ahorrar pulsaciones con el teclado. Algunas de sus abreviaturas le ahorraban, como mucho, una pulsación; o ninguna, si se contaba también la del tabulador. Y con frecuencia su forma de puntuar era, más bien, una simple broma visual. Y algunos manierismos le hacían pensar que quizá era originaria de la condenada Nueva Zelanda… Es verdad también que, inconscientemente, Clint estaba sufriendo una proliferación de dudas en nuevos aspectos: incertidumbres que lo cambiaban todo. Por ejemplo, tenía la sensación de que estaba pasando algo por alto, y no precisamente un detalle. Le había asaltado ya muchas veces la sospecha, más o menos consciente, de que Kate tal vez no estuviera muy bien de la cabeza.

Apretó el botón marcado k8. Apuesto a que se lleva una sorpresa cuando me vea, pensó insensatamente. La puerta de la casa se abrió con una suave risa y un olor a verduras hervidas, y volvió a cerrarse.

9. 14 FEBRERO (4.37 P. M.): 101 HEAVY

Comandante John Macmanaman: Me parece que lo noto algo más aquí. No sé. Tal vez sea que el tren de aterrizaje esté haciendo un poco de timón, o quizá sea el aire…, que es más denso cuanto más abajo.

Mecánico de vuelo Hal Ward: Pues aprovéchalo, si lo tienes.

Macmanaman: ¿Cómo va por ahí, Nick?

Primer oficial Nick Chopko: Los instrumentos dicen que está bajando el morro.

Reynolds sabía por qué quería el comandante que ocupara un asiento de cara a la cola. Enseguida podías ver que tenías como protección a la espalda una gran sección de elementos de cabina fijos, en lugar del delgado cinturón de seguridad de que gozaba, por ejemplo, el pasajero del 2A. Por otra parte, le resultaba un tanto extraño ocupar aquel asiento. Cuando el avión encontraba alguna resistencia al atravesar las nubes, ella notaba como una especie de aceleración en su espina dorsal. Y, al contrario, cuando el morro se iba para abajo y comenzaban a descender, la maniobra la hacia sentir una especie de empuje hacia atrás.

Pero el aparato no tenía empuje motor alguno, ni hacia delante ni hacia atrás.

Las cuatrocientas personas tragaron saliva cuando el avión se inclinó bruscamente a la izquierda. De repente, con violencia. El movimiento le trajo el recuerdo del papel higiénico que había lanzado al retrete de acero una hora o más antes, absorbido hacia abajo por el vacío con la fuerza de un sonoro estornudo. Y con igual violencia.

La gente no se quejaba ya, ni siquiera con los más bruscos baches o bandazos. Salvo algunas parejas, ya ni tan sólo se tocaban, sino que tenían las cabezas inmóviles y miraban fijamente al frente. Habían dejado de pronunciar aquella interjección que casi todos ellos repetían: «¡Joder!» Los que viajaban solos ya no intentaban comunicarse con sus seres queridos por los teléfonos móviles pegados a sus cabezas para decirles adiós. Ahora se estaban diciendo adiós a sí mismos.

ÚLTIMO CAPÍTULO

1. AMOR CORTÉS

En la mañana del día de San Valentín, Brendan había desayunado temprano con la princesa y mantenido una breve conversación.

– ¿Qué es lo que deseáis, señora?

– Deseo formar parte de la umma.

– ¿De la umma, señora?

– Sí, de la comunidad de los creyentes del islam. Por eso rezan cinco veces al día. Shoruq, al alba; zhur, al mediodía; asr, a media tarde; maghreb, a la puesta del sol; e iska, por la noche. Para comprometerse de nuevo con el cuerpo del islam. Mediante el acto de la postración; primero las rodillas, y después las manos. La frente, la nariz, las dos manos, ambas rodillas y la parte inferior de los dedos deben tocar el suelo, y los dedos de las manos y pies han de apuntar hacia La Meca. La conformidad de estas actitudes es una expresión de la unicidad del islam. La umma.

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[34] Transformación humorística del famoso verso del himno nacional británico, Rule, Britannia! (¡Gobierna, Britannia!), por drool, que suena muy parecidao a rule, pero que significa «caérsele a uno la baba». (N. del T.)