Aunque la ventana estaba abierta y las persianas se hallaban levantadas, estaba demasiado oscuro para ver con claridad, era una noche sin luna y además, no se distinguía ninguna luz próxima al edificio de los dormitorios. Sin embargo, pudo ubicar el escritorio de trabajo de Bob. Allí estaba seguro de que encontraría todo lo necesario para escribir. Se encaminó hacia el mueble adoptando la forma de una ameba. Pocos minutos después se hallaba entre los papeles y libros que cubrían prácticamente el escritor.
Le resultó fácil encontrar papel limpio; al borde de la mesa, frente a una silla, se encontraba un block de papel borrador. También había lápices y lapiceras; pero, después de experimentar un rato con los mismos, el Cazador decidió que eran imposibles de manejar a causa de su longitud y de su peso. No obstante, encontró una solución. Había, entre el montón, un lápiz mecánico barato; varias veces vió a Bob mientras lo cargaba de minas y le pareció que podría arreglárselas para sacar una mina de su interior. Después de examinarlo algunos minutos consiguió extraer un trozo de grafito, fácilmente manejable, que le permitiría trazar una marca visible sobre el papel aun con la débil presión que el Cazador podía ejercer.
Comenzó a trabajar sobre el block de papel. Dibujaba las letras con gran lentitud pero claramente. No importaba que él apenas pudiera ver lo que estaba escribiendo ya que había extendido su cuerpo sobre toda la hoja de papel y sentía perfectamente la posición de la punta del lápiz y la grieta que este iba abriendo. Demoró largo rato en decidir lo que diría la nota.
«Bob» comenzó (el Cazador aún no sabía que en ciertas ocasiones suele emplearse un encabezamiento más formal): «estas palabras son para pedirte disculpas por las molestias que te causé anoche. Tenía necesidad de hablarte; intenté hacerlo por medio de aquellos tirones que sentiste en los músculos y también trabando tu voz. No tengo espacio aquí para decirte quién soy y dónde me encuentro; sólo puedo asegurarte que estoy en condiciones de oírte hablar en todo momento. Si deseas que yo vuelva a comunicarme contigo no tendrás más que decírmelo y sugerir el método que prefieras; podría hacerte señales contrayendo tus músculos, siempre que éstos se hallen completamente relajados o dibujar signos y letras en tu retina cuando fijes la vista en un objeto iluminado en forma pareja. Haré todo lo que esté en mi poder para probarte la veracidad de mis palabras, mas espero que tú mismo me indiques algunas sugestiones acerca de la realización de dichas pruebas. Es sumamente importante para los dos. Por favor, déjame que vuelva a establecer la comunicación».
El Cazador quería firmar la nota, pero no se le ocurría la forma de hacerlo, ya que no poseía un nombre personal. «Cazador» era solamente un apelativo originado en su profesión. Para los amigos de su primer anfitrión él era simplemente el compañero de Jenver, el subjefe de Policía; y le parecía que no convenía usar un título semejante en las circunstancias actuales. Por lo tanto, prefirió no firmar el mensaje. El problema siguiente era elegir el lugar donde dejarlo. No quería que el compañero de habitación de Bob lo viera, al menos antes que éste. Pensó que lo mejor sería llevar el papel a la cama y colocarlo encima o debajo de las sábanas.
Primero se dedicó a la tarea de arrancar la hoja del block de papel. Luego decidió que dejaría el mensaje dentro de uno de los zapatos del muchacho. Después de haberlo hecho, volvió a introducirse en el cuerpo de Bob. Sólo entonces pudo descansar. Era necesario esperar hasta la mañana siguiente. Pero no podía dormir en un ambiente semejante. El sistema circulatorio de Roberto podría incorporar ampliamente los desechos del metabolismo del visitante en el momento mismo de su formación. Por primer vez, el Cazador lamentó este hecho; hubiera sido maravilloso poder dormir hasta el momento en que Bo leyera la nota. A él sólo le era posible esperar.
Cuando el timbre del colegio sonó en el corredor para despertar a los muchachos —el día domingo no justificaba la permanencia en la cama— Bob abrió lentamente los ojos y se incorporó. Sus movimientos fueron lentos al comienzo; luego, al recordar que tenía algunas obligaciones, saltó de la cama descalzo, bajó la ventana, volviendo luego a la cama donde pausadamente, comenzó a vestirse. Su compañero de pieza, que gozaba del privilegio de quedarse unos minutos más en la cama, salió de entre las sábanas después que Roberto hubo cerrado la ventana y comenzó a buscar sus prendas para vestirse. No miraba a Roberto en el momento en que éste se demudó de sorpresa al encontrar la hoja de papel dentro de uno de sus zapatos.
Extrajo la nota, le dió un rápido vistazo y se la colocó en el bolsillo. Lo primero que pensó fué que alguien —probablemente su compañero— le quería hacer una jugarreta y, en ese caso, no le obsequiaría al autor del chiste con la satisfacción de ver la reacción esperada. Alrededor de las diez de la mañana, el Cazador creía que se volvía loco ante la indiferencia del muchacho. Pero éste no había olvidado la nota.
Simplemente, esperaba el momento de encontrarse completamente solo. Cuando su compañero salió de la pieza, sacó el mensaje y volvió a leerlo cuidadosamente. Al principio, siguió pensando como antes, pero luego se le planteó una duda. ¿Quién podría estar enterado de lo que le había sucedido la noche anterior?
Es verdad que le había contado todo a la enfermera; pero ni ella ni el doctor le hubieran gastado una broma semejante… y tampoco podían haber relatado sus dolencias a otra persona capaz de hacer un chiste de esa clase. Debía haber otras explicaciones. Pero, para comenzar, se limitaría a interpretar el contenido textual de la nota. Miró afuera de la habitación, buscó por todos lados, en el ropero, debajo de la cama; luego se sentó en la cama y, mirando la pared opuesta a la ventana, dijo en voz alta:
—Muy bien. Veamos tus dibujos de sombras en los ojos.
El Cazador lo complació.
Produce un placer especial obtener resultados descomunales con un pequeño esfuerzo. Así lo sentía ahora el Cazador. Todo su trabajo consistía en aumentar la densidad de algunos materiales semitransparentes que constituían el globo ocular de su anfitrión, de manera de cubrir las terminaciones de los nervios sensitivos correspondientes, interrumpiendo la entrada de luz según un molde preestablecido. Ya estaba acostumbrado a esa maniobra y podía realizarla sin ningún esfuerzo. En cambio, los resultados que produjo fueron de una magnitud sumamente satisfactoria. Bob se levantó, sin dejar de mirar a la pared; parpadeó varias veces y se frotó los ojos pero, al quedarse tranquilo unos instantes, percibió difusamente la palabra —«gracias»— que parecía proyectarse contra el muro. La palabra parecía «deslizarse» un poco mientras la miraba. No todas las letras quedaban sobre la fóvea —el pequeñísimo espacio de visión más clara de la retina humana— y cuando movió los ojos para verla mejor ya había desaparecido. Le hacía recordar las manchas de colores que se perciben a veces en la oscuridad.
—¿Quién… es usted? ¿Dónde se encuentra? ¿Cómo…? —dijo con voz insegura a medida que las preguntas se agolpaban en su mente, antes de que pudiera articularlas.
En su campo visual aparecieron las siguientes palabras:
—Siéntate tranquilo y observa. Trataré de explicártelo.
El Cazador ya había usado este método en otras oportunidades para hacerse entender por medio de otros idiomas escritos; en pocos minutos pudo acomodarse a la velocidad de lectura normal de Bob.
Una vez que hubo ajustado la velocidad, trataba a toda costa de mantenerla ya que apenas aceleraba o retardaba el ritmo, los ojos del muchacho se desconcentraban.
—Tal como te decía en mi nota, es muy difícil explicar quién soy. Mi trabajo se parece al de sus agentes de policía. No tengo un nombre, tal como ustedes acostumbran, pero puedes llamarme el Detective o el Cazador. No soy originario de este planeta. Llegué aquí persiguiendo a un criminal de mi propia raza. Aún sigo buscándolo. Tanto la nave de él como la mía se destrozaron al aterrizar en la Tierra. Las circunstancias me obligaron a alejarme del lugar de desembarco antes de que pudiera comenzar una búsqueda sistemática. Ese fugitivo representa una amenaza para mi pueblo y también para el tuyo. Es por eso que he solicitado tu ayuda.