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—¿Qué podría forzarte a ti a abandonar tu casa? —contestó el detective.

—Puede haber muchos motivos para ello; pero tendrían que ser de índole material. Tienes tantas posibilidades como yo de encontrar una explicación adecuada. Si yo estuviera en el lugar de nuestra presa, me guardaría bien de salir del lugar en que se halla. Es el más seguro.

Bob movió la cabeza y bajó a tomar el desayuno. Trataba de conducirse de la manera más natural posible, especialmente cuando aparecía su padre, pero no sabía si lo lograba. Se le ocurría que el simbiota enemigo quizás ignoraba que él ayudaba conscientemente al Cazador. Y ésta era una circunstancia favorable.

Seguía meditando en esos problemas mientras se dirigía hacia el colegio. En realidad, aunque no se lo dijera al Cazador, estaba tratando de resolver dos cuestiones al mismo tiempo y esto lo colocaba en inferioridad de condiciones.

CAPITULO 20 — PROBLEMA NÚMERO 2. SU SOLUCIÓN

Iba caminando Bob cuando se le ocurrió una idea. Se detuvo para hacerle una pregunta al Cazador…

—Si nosotros lográramos que nuestra presa se sintiera tan incómoda que le resultara imposible seguir dentro del cuerpo de papá ¿cómo se las arreglaría para salir? ¿Hay alguna posibilidad de que le causara daño?

—No. Si llegara a encontrarse en tal situación, o si nosotros encontráramos una droga adecuada, tendría que retirarse, simplemente. Si tu padre hiciera algo que a nuestro amigo no le gustara, podría aumentar el espesor de la película que ha colocado sobre sus ojos, impidiéndole ver, y también podría paralizarlo, de la manera que te he referido anteriormente.

—¿Estás seguro de que esa parálisis no tendría consecuencias posteriores?

—No lo estoy completamente, al menos en seres de tu raza —advirtió el Cazador—. Ya te dije el motivo.

—Ya lo sé. Por eso quiero que pruebes primero conmigo, apenas me interne en el bosque. Allí no nos verá nadie desde el camino.

La actitud de Bob difería fundamentalmente de la que adoptó algunos días antes, cuando le hizo al Cazador la misma pregunta, pero chacoteando.

—Ya te dije hace mucho tiempo por qué no quiero hacerlo.

—Si no quieres que yo me arriesgue, yo no quiero que papá corra ningún peligro. Se me ha ocurrido una idea pero no moveré un dedo hasta que no esté completamente seguro sobre esa cuestión. Vamos.

Se sentó detrás de un matorral que ocultaba la visión desde el camino.

El Cazador experimentaba siempre la misma repugnancia ante la posibilidad de hacer algo que pudiera dañar al muchacho. Pero en este caso, no había otra disyuntiva. La amenaza de no llevar adelante su propio plan no era tan grave; pero sí lo sería, si Bob rehusaba cooperar con los planes del Cazador. Después de todo —se dijo el simbiota— esta gente es muy distinta a los otros anfitriones que nosotros conocíamos y es mejor andar con cuidado. Aceptó.

Bob, que se hallaba sentado muy erguido, a la expectativa, esperando la decisión del Cazador, experimentó de pronto una insensibilización total en la región de su cuerpo situada debajo de la garganta. Trató de moverse pero descubrió que sus brazos y piernas no le respondían; era como si pertenecieran a otra persona. Esa extraña situación duró aproximadamente un minuto, aunque a la víctima le pareció que había transcurrido un tiempo mucho mayor; luego recuperó la sensibilidad, sin pasar por esa fase que esperaba, durante la cual le parecía que su carne era atravesada por agujas y alfileres.

—Muy bien —dijo al incorporarse—. ¿Te parece que estoy peor que antes?

—Aparentemente no. Has manifestado menos sensibilidad ante el tratamiento que mis antiguos anfitriones y te has recuperado más rápidamente que ellos. Pero no podría afirmar si se trata de una particularidad tuya o es una característica de tu especie. ¿Estás satisfecho?

—Creo que sí. Si eso es lo único que va a sentir papá, no tengo objeciones que formular. Sin embargo, sigo temiendo que pueda causarle la muerte, pero…

—Por supuesto, podría hacerlo si obstruyera alguna arteria importante o imprimiera una presión excesiva sobre los nervios. Sin embargo, esos dos métodos no serían tan efectivos, desde el punto de vista de nuestro enemigo, y además le llevarían más tiempo. Me parece que no debes preocuparte.

—Muy bien.

El joven salió nuevamente al camino, montó sobre la bicicleta que había dejado a un costado del mismo y prosiguió su trayecto hacia la escuela. Estaba demasiado ensimismado en sus pensamientos como para prestar atención al manejo de su bicicleta.

¿Así que si el simbiota enemigo era inteligente permanecería dentro del cuerpo del señor Kinnaird por constituir el refugio más seguro? ¿Qué haría si ese refugio perdiera de pronto su seguridad? La respuesta era obvia. El único problema radicaba en la manera de provocar una situación que fuera peligrosa para el simbiota pero no para el señor Kinnaird y ese problema parecía insuperable, al menos por el momento.

También existía otro problema que Bob evitaba cuidadosamente mencionar a su huésped; ni siquiera ahora Bob sabía con exactitud si el Cazador era en realidad lo que afirmaba ser. El joven no podía sentirse plenamente confiado al respecto ante la perspectiva, nada imposible, de haber sido engañado con una falsa historia para obtener su ayuda. Cualquier plan que Bob adoptara ulteriormente debía dar respuesta también a ese punto… una respuesta mejor que el vago experimento de unos días antes, cuando le pidiera al Cazador que lo paralizara. La actitud del detective había sido convincente, por cierto, pero… podía haber simulado. Era preciso comprobar si estaba dispuesto a mantener esa actitud en la práctica.

Bob prestó poca atención en el colegio ese día y, durante el almuerzo, su indiferencia mantuvo apartados a sus compañeros. No mejoró su disciplina durante las clases de la tarde y se le previno que debería quedarse fuera de hora para completar algunos trabajos atrasados. Sus pensamientos le exigían hallarse libre cuanto antes.

Al salir del colegio procedió sin demora. Dejó su bicicleta donde estaba y se dirigió, a pie, hacia el sur, cruzando los jardines. Tenía un doble motivo para no usar su bicicleta: no sólo le resultaría inútil para lo que proyectaba realizar, sino que eso le serviría también para que sus compañeros creyeran que regresaría muy pronto. En ese caso, evitaría alguna probable compañía.

Caminó por los senderos, entre los jardines, y cuando algunas casas lo ocultaron de la vista del colegio dobló en dirección al este. Por supuesto, no pudo evitar que algunas personas lo vieran, ya que en la isla casi todos se conocían; pero aquellos a quienes Bob saludó a su paso eran relaciones circunstanciales y no temía que se le acercaran o se interesaran por sus actividades. Veinte minutos después de haber abandonado la escuela se hallaba a una milla de aquélla, y a una distancia aproximada: igual de la costa, al sur del muelle. En ese dobló hacia el noreste, a lo largo del brazo más de la isla, y muy pronto la vegetación del cerro se interpuso entre él y las casas. Los matorrales eran tupidos pero no había árboles. Esta sección era estrecha y originariamente conducía a los campos de cultivo destinados a alimentar a los tanques.

Cuando Bob llegó a un punto que quedaba exactamente al sur de la parte más elevada de la montaña, dobló, dispuesto a iniciar el ascenso de la ladera.

Sólo pudo salir de entre las malezas al llegar a la cima del cerro. Allí buscó un lugar desde donde pudiera observar la ladera opuesta. Se hallaba muy cerca del sitio en que se acostara a dormir unas noches atrás, antes de presenciar el trabajo realizado en el tanque.

Como siempre, había gran actividad. Los hombres trabajaban, rodeados por niños llenos de curiosidad.

Bob buscó entre ellos a sus amigos y, finalmente decidió que debían haber ido a trabajar con el bote o en el acuario. No estaban allí abajo. Sin embargo, pudo ver a su padre. Bob no le sacaba la vista de encima, a la espera de la oportunidad que, con toda seguridad, se presentaría muy pronto. La pared aún no había sido terminada y era muy probable que los obreros estuvieran trabajando. Pronto necesitarían una nueva provisión de mezcla. No podía estar absolutamente seguro de que su padre iría a buscarla con el automóvil, pero había grandes posibilidades de que lo hiciera.