Выбрать главу

El Cazador percibía confusamente los sonidos desde el interior del cuerpo de Roberto; por ello, consideró que sería útil establecer un contacto físico directo con los huesos del oído medio. Siendo capaz de oír y de ver tan bien como su anfitrión, se sintió excelentemente equipado para iniciar la búsqueda de su presa. No existían, pues, otras razones para demorar esa búsqueda y destruir cuanto antes al criminal de su propia raza que hasta ahora se hallaba en libertad. Comenzó a mirar y a escuchar con atención.

Hasta el momento había considerado que la búsqueda sería un mero trabajo de rutina. Ya había tenido problemas similares en otras ocasiones. Se proponía observar el exterior desde el cuerpo de Bob hasta encontrar lo que buscaba: entonces, saldría y eliminaría al opositor por los medios acostumbrados, a pesar de que todo su equipo se encontraba en el fondo del mar. En resumen, su punto de vista era el de un navegante interplanetario y no el de un detective: se imaginaba que un planeta era un objeto pequeño y que va no tendría mayores problemas para ubicar al fugitivo desde el momento en que se encontraba en un mundo limitado.

Experimentó, pues, una gran conmoción cuando miró por primera vez el ambiente que lo rodeaba. Lo que vió le recordó vagamente la forma cilíndrica de su nave interplanetaria. Ese objeto alargado estaba lleno de asientos colocados en varias filas y ocupados por seres humanos. Junto al observador había una ventana por la cual Bob miraba en ese momento: la sospecha que se acababa de despertar en el Cazador fué confirmada por el paisaje que se distinguía a través de la ventana. Se hallaban a bordo de un aeroplano y viajaban a gran altura; el extranjero no podía determinar la dirección que llevaban ni la velocidad, por el momento. ¿Cómo buscar a su presa? ¡En primer lugar, debería ubicar el continente en que podría hallarse!

El vuelo continuaba desde hacía varias horas.

El Cazador renunció a su intento de memorizar los paisajes que atravesaban. Uno o dos de ellos impresionaron fuertemente su retina y podrían constituir más tarde una clave para orientarse si le fuera posible identificarlos; pero apenas confiaba en esa posibilidad. Sería más conveniente verificar la distancia que la posición, ya que más adelante, cuando se familiarizara con la vida de los hombres, podría averiguar con más facilidad dónde estuvo su huésped en la época en que ingresara a su organismo.

El paisaje resultaba interesante aun cuando parecía menos variado. Era un planeta hermoso. Podían verse innumerables montañas y llanuras, ríos y lagos, bosques y praderas, a través de una atmósfera; de varias millas de extensión de tanto en tanto aparecían espumosas nubes de vapor de agua que interrumpían parcialmente la visión. La máquina que los conducía constituía también un objeto digno de atención; a pesar de lo poco que podía apreciar desde la ventana de Roberto, le bastó para tener una idea bastante clara del vehículo.

Podía ver un fragmento de un ala metálica que en cierto punto se encontraba unida a un motor; adelante, giraba a gran velocidad una hélice también metálica. La nave parecía ser simétrica: el Cazador supuso que, por lo menos, debía haber cuatro motores como éste. No hubiera podido calcular con precisión cuánta energía gastaban esos motores en forma de sonido y de calor, sospechaba que la cabina en que viajaban debía estar muy bien aislada. La máquina, como un conjunto, le hizo pensar que esta raza había alcanzado evidentemente un grado considerable de progreso mecánico. Por eso lo fustigó una duda: debería, acaso, comunicarse con el ser que hacía las veces de anfitrión y asegurarse su cooperación activa en la búsqueda. Era un punto digno de ser considerado.

Tuvo mucho tiempo para pensar antes de que el avión comenzara a descender gradualmente. El Cazador no podía ver hacia adelante. Además, entraron en una capa de nubes que le impidió formarse una idea del lugar antes de aterrizar. Anotó una nueva característica de esta raza: o bien poseían sentidos que a él le faltaban, o eran sumamente hábiles e ingeniosos para construir instrumentos que permitieran ese suave descenso entre las nubes.

Poco después, la máquina volvió a encontrarse en el aire cristalino. Mientras el avión describía un amplio giro, distinguió una gran ciudad construida alrededor de un populoso puerto. Luego, el ronco zumbido de los motores subió de intensidad y aparecieron dos grandes ruedas en la parte inferior del aparato; la máquina se deslizó blandamente hasta apoyarse sobre una pista de superficie muy dura. En ese momento los pasajeros sintieron solo una leve trepidación del aparato. El aeródromo se hallaba ubicado cerca del puerto, alejado de los edificios de mayor altura.

Cuando Roberto desembarcó, se dió vuelta par mirar una vez más el aeroplano, entonces pudo el Cazador formarse una idea más exacta de su tamaño y de los detalles de su construcción. Como le resultaba imposible apreciar el poder de los cuatro voluminosos motores, no pudo estimar la velocidad la fluctuación de las capas de aire que se hallaba en contacto con las enormes máquinas le hizo pensar que éstas debían haber desarrollado una considerable temperatura; por lo menos, estaba segur de que no eran como los transformadores de palma usados por los seres de su raza y sus aliados. De cualquier modo, era evidente que la máquina podía recorrer una fracción respetable de la circunferencia del planeta sin tener que descender para proveerse de combustible.

Después de bajar del avión el joven tuvo que realizar los trámites para obtener su equipaje; luego tomó un ómnibus que lo condujo a la ciudad.

Allí caminó un poco y entró en un cine. Todo resultaba divertido para el Cazador. Aún no había oscurecido cuando salieron para regresar a la estación de ómnibus. Después de recoger las valijas que había depositado allí, tomaron otro ómnibus.

Esto resultaba una verdadera expedición; el vehículo salió de la ciudad y recorrió varios pueblecitos. El sol se había ocultado, casi, cuando se apearon.

Un camino lateral más pequeño, bordeado de amplios y cuidados jardines, conducía hacia una suave ladera; en la cima de la misma se apreciaba un gran edificio, o un grupo de edificios… El Cazador no podía precisarlo. Roberto tomó sus valijas y se dirigió hacia allí. El extranjero comenzó a pensar que el viaje había terminado. Ya se hallaba a gran distancia de su presa.

Para el joven, el regreso al colegio, la instalación en una nueva pieza, el encuentro con sus viejos conocidos, eran acontecimientos naturales; para el Cazador, cada actividad, cada cosa que veía y oía, constituía una novedad interesante.

No tenía intenciones, todavía, de realizar un estudio detallado de la raza humana, pero empezaba a oír una voz interior que le anunciaba que su trabajo no sería tan rutinario como se había imaginado y que debería echar mano a todos los conocimientos que pudiera obtener sobre la Tierra. Aún no lo sabía, pero acababa de llegar al lugar más indicado para la absorción de conocimientos.

Miraba y escuchaba febrilmente mientras Bob vaciaba las valijas en su habitación, y luego, cuando recorría el edificio en busca de sus antiguos compañeros. Varias veces trató de conectar las palabras que oía con su posible significado; pero le resultaba muy difícil, ya que casi todas las conversaciones versaban sobre las vacaciones pasadas y los objetos a que se referían se hallaban distantes. Sin embargo se enteró de los nombres de alguno entre otros, el de su anfitrión.