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Ella puso los ojos en blanco.

– ¡Ahora! – rugió.

Ella frunció el ceño con disgusto, ya que sus recursos se estaban agotando.

– ¿Qué es esto? – preguntó, sujetando el botecito que encontró sobre el alféizar de la ventana.

“Agua “, gesticuló con la boca. Era divertido como ella intentaba hacerse comprender algunas veces.

Se burló y volvió a ponerlo sobre el alféizar.

– Cualquier tonto vería que no va a llover.

Encogió los hombros como si dijera “Puede ser

– ¿Lo ha hecho?

Asintió con la cabeza, logrando mirar muy irritada y aburrida al mismo tiempo.

Blake volvió de nuevo a su lado y miró hacia abajo. La M, la N y la O eran apenas legibles, y la C, supuso que podía haberla escogido si su vida fuera en ello, pero fuera de eso…

Se estremeció. Nunca más. Nunca arriesgaría su vida, y en este asunto, su cordura, por el bien de la madre patria; había jurado al Ministerio de Defensa que ya había acabado, pero se quejaron y le halagaron hasta que estuvo de acuerdo en llevar el asunto de esta última parte de la misión. Le habían dicho sus superiores que era porque él vivía tan cerca de Bournemouth. Podía investigar las actividades de Prewitt sin despertar sospechas. Habían insistido, tenía que ser Blake Ravenscroft, nadie más podía hacer el trabajo.

Así que Blake había accedido. Pero nunca había soñado que terminaría cuidando de una extrañamente atractiva espía medio española con la peor escritura de la historia del mundo civilizado.

– Me gustaría encontrar a su institutriz – murmuró – y me gustaría dispararle.

La señorita De León hizo otro ruido extraño, y esta vez estaba seguro que era una risita; para ser una espía traidora, tenía bastante buen sentido del humor.

– Usted – dijo, señalándola – no se mueva.

Ella colocó sus manos en sus caderas y le puso una mirada boba, como diciendo

¿Dónde iría?

– Volveré.

Salió con paso airado de la habitación, recordando solo en el último minuto echar la llave tras de él. Demonios. Estaba siendo blando; era porque ella no parecía una espía, razonó. Había algo diferente en ella; la mayoría de la gente en su tipo de trabajo eran huecos al mirarlos, como si hubieran visto demasiado.

Pero esos ojos verde azulados como un manantial, si pudiera dejar pasar el hecho de que estaban un poco inyectados en sangre debido a su falta de sueño. Eran… eran…

Blake se puso más rígido y desechó el pensamiento de su mente. No tenía que pensar en sus ojos. No tenía que pensar en ninguna mujer.

Cuatro horas más tarde había admitido la derrota. Le había metido seis tazones de té a través de su garganta, ya que ella no había hecho más que sacarlo de quicio, los movimientos locos con sus manos, que interpretó finalmente como “Abandone la habitación para que pueda utilizar el orinal”

Pero su voz no volvía, o sí lo hizo, ella era bastante hábil para ocultarla.

Había sido bastante estúpido intentar acercar la pluma y la tinta una vez más. Su mano se había movido con gracia y velocidad, pero los trazos que dejaba en el papel no parecían más que huellas de pájaro.

Y, maldita chiquilla, parecía estar tratando de hacerse de querer. Lo peor es que lo estaba consiguiendo. Mientras él se quejaba por la ausencia de su habilidad comunicativa, ella había doblado una de las hojas que había escrito con garabatos en forma de pájaro y procedió a lanzarlo directamente hacia él. Planeó suavemente por el aire, y una vez que Blake lo esquivó de su camino, aterrizó despacio en el suelo.

– Bien hecho – dijo Blake, impresionado a su pesar; siempre le habían gustado los aparatitos como ese. Ella sonrió orgullosamente; plegó otro pájaro de papel y éste salió directamente por la ventana.

Blake sabía que debía regañarla por perder el tiempo, pero quería ver como salía su armatoste. Fue desde donde estaba la mesa hasta la ventana para ver la caída en espiral dentro de un rosal.

– Cayó entre las flores, me temo – dijo, volviendo la cara hacia ella.

Ella le lanzó una mirada de irritación y fue hasta la ventana.

– ¿Lo ve? – dijo Blake.

Ella sacudió su cabeza en señal negativa.

Se asomó poniéndose cerca de ella.

– Justo ahí – dijo, señalando – en el rosal.

Ella se estiró recta, colocó las manos en sus caderas y le lanzó una mirada sarcástica.

– ¿Se atreve a burlarse de mi rosal?

Hizo un movimiento como de tijeras con sus dedos.

– ¿Cree que necesitan una poda?

Afirmó con la cabeza de modo tajante.

“Una espía que le gustan los jardines” se dijo Blake a sí mismo, “ ¿nunca dejará de asombrarme?”

Ahuecó su mano cerca de su oreja para hacerle saber que no lo había oído.

– ¿He de suponer que usted podría hacer un trabajo mejor? – dijo humorísticamente.

De nuevo ella afirmó con la cabeza, retrocedió hasta la ventana para echar otra mirada a los arbustos, pero Blake no la había visto venir y se dirigió allí mismo exactamente en el mismo momento; se dieron de lleno, el uno contra el otro y él intentó asirla de la parte superior de los brazos para evitar que se cayera.

Y entonces cometió el error de mirarla a los ojos.

Eran suaves y claros, y que el cielo le ayudara pero no le estaban diciendo “no”.

Se inclinó menos de una pulgada, queriendo besarla más que quería respirar.

Los labios de ella se abrieron, y un pequeño grito sofocado de sorpresa escapó de su boca. El se acercó más, la deseaba, deseaba a Carlotta. Deseaba a Carlotta.

Demonios. ¿Cómo podía haberlo olvidado incluso por un segundo? Ella era una espía, una traidora, completamente sin moral ni escrúpulos. La empujó lejos de él y caminó a grandes zancadas hacia la puerta.

– Esto no sucederá otra vez – dijo bajando la voz.

Ella lo miró demasiado aturdida para responder.

Blake maldijo bajo su respiración y salió con paso airado, dando un portazo y echando la llave de la puerta tras de él. ¿Qué demonios era lo que iba a hacer con ella?

Peor aún, ¿Qué demonios era lo que iba a hacer consigo mismo? Blake movió la cabeza negativamente mientras echaba el cerrojo y bajó las escaleras. Esto era ridículo. A él no le interesaban las mujeres para nada más que la más básica de las razones, e incluso para eso Carlotta De León era enormemente inapropiada.

El no deseaba despertar con un corte en su garganta. O no despertar en absoluto, que sería lo más probable.

Tenía que recordar quién era ella.

Y tenia que recordar a Marabelle.

CAPITULO 4

Nos-trum (nombre). Un medicamento, o aplicación médica, preparado para la persona recomendándolo, un remedio curandero.

El no parece tener mucha confianza en sus remedios caseros (nostrums) pero todavía los mete por la fuerza en mi garganta.

Del diccionario personal de Caroline Trent

Blake la dejó sola durante el resto del día. Estaba demasiado enfurecido para confiar en si mismo estando ella cerca. Ella y su maldita garganta muda lo estaban sacando de quicio, pero lo cierto era que, la mayoría de su cólera estaba dirigida hacia sí mismo.

¿Cómo podía haber pensado en besarla? ¿Incluso durante un segundo? Podía ser medio española, pero también era medio inglesa y esto la convertía en una traidora.

Y fue una traidora la que había asesinado a Marabelle.

En cuanto el sol se puso comenzó a llover, como si su humor se reflejara; y Blake comenzó a pensar en el bote para las plumas que ella había dejado en la repisa para recoger agua.