Ella volvió a poner las manos sobre su regazo y esperó para escucharlo. De algún modo no parecía correcto entrometerse en su dolor. Sin embargo, él no dijo nada.
Sintiéndose incómoda con el silencio, Caroline se levantó y fue andando hasta la ventana. Llovía a cántaros al otro lado del cristal, y se preguntó cuánta agua habría podido recoger en su botecito. Probablemente no mucha y seguramente no la necesitaría después de todo el té que él le había dado hoy, aunque todavía estaba impaciente por ver que tal había funcionado su plan. Hacía mucho que había aprendido como entretenerse de la manera más sencilla. Un pequeño calculo aquí y allá, examinando las formas del cielo nocturno cambiantes de mes en mes. Quizá si él la mantenía aquí durante algún tiempo ella podría medir semanalmente la cantidad de lluvia. Y por lo menos, esto la ayudaría a mantener su mente ocupada.
– ¿Qué está haciendo? – le exigió.
Ella no contestó, ni verbal ni de otra forma y trató de asirse al final de la ventana con sus dedos.
– ¿Le pregunté qué esta haciendo? – Sus pisadas acompañaron su voz, y Caroline supo que se estaba acercando. Ella aún no se había girado; la ventana subió con facilidad y la llovizna sopló dentro de la habitación, humedeciendo la parte delantera de su vestido.
– Tontita – dijo, sujetando con sus manos las de ella.
Ella giró rápidamente sorprendida. No había esperado que la tocara.
– Se vas a calar toda hasta los huesos. – con un delicado empujón bajó la ventana.
– Y entonces estará realmente enferma.
Ella movió su cabeza negativamente y señaló el botecito de la repisa.
– Seguramente no estará sedienta.
“ Qué curioso ” gesticuló con la boca.
– ¿Qué? No entendí eso.
“ Quuuuueeeeeee ccccuuuurrriiiiooosssoooo” gesticuló alargando las palabras esta vez, esperando que hubiera podido leer sus labios.
– Si hablase alto – dijo él pronunciando lenta y pesadamente – podría comprender lo que está diciendo.
Caroline dio una patada de frustración, pero cuando tocó el suelo, lo hizo sobre algo considerablemente menos llano que el piso.
– ¡Auuuuuuuu! – gritó él.
Oh, su pié, “ perdón, perdón, perdón, perdón, perdón, perdón ” gesticuló con la boca, “ no era mi intención ”.
– Si piensa que puedo entender eso – gruñó él – está más loca de lo que creí en un principio.
Ella se mordió su labio inferior con remordimiento; entonces puso su mano sobre su corazón.
– ¿Supongo que está tratando de convencerme de que fue un accidente?
Ella afirmó con la cabeza con la mayor seriedad.
– No la creo.
Ella frunció el ceño y suspiró con impaciencia. Esta mudez estaba llegando a ser molesta, pero no veía de qué otra forma comportarse. Exasperada, señaló delante de su pie.
– ¿Qué significa eso?
Ella movió rápidamente su pie, lo puso en el suelo, y lo pisó muy fuerte con su otro pie.
Él la miró completamente confundido.
– ¿Está intentando convencerme de que es alguna clase de masoquista? Odio desilusionarla, pero nunca me he dedicado a esa clase de cosas.
Ella agitó sus puños en el aire y lo señaló a él, y después apuntó a su pié.
– ¿Quiere que yo la pise? – Preguntó con incredulidad.
Ella afirmó con la cabeza.
– ¿Porqué?
“ Lo siento ” moviendo los labios.
– ¿Realmente lo siente? – preguntó, su voz salía peligrosamente baja.
Ella afirmó con la cabeza.
El se inclinó acercándose más
– ¿De veras?
Afirmó de nuevo.
– ¿Está resuelta a demostrármelo?
Aún afirmó de nuevo, pero esta vez sus movimientos carecían de convicción.
– No voy a pisarle el pie – susurró.
Ella parpadeó.
Blake le tocó la mejilla, sabiendo que era un insensato, sin poder evitarlo. Sus dedos bajaron hacia su garganta, deleitándose con el calor de su piel – tendrá que demostrármelo de manera diferente.
Ella intentó dar un paso atrás, pero tenía su mano extendida rodeando su cabeza y la sujetaba firmemente.
– Un beso, creo – murmuró – Solo uno. Solo un beso.
Sus labios se abrieron con sorpresa y le miró tan condenadamente asustada e inocentemente que a él le fue posible engañarse a sí mismo, si sólo por un momento ella no fuera Carlotta De León, si no fuera una traidora o una espía; sólo era una mujer (una mujer bastante atractiva) y estaba aquí, en su casa, en sus brazos.
Él acortó la distancia entre ellos, y rozó su boca dulcemente contra la de ella. Ella no se movió, pero él oyó un suave grito ahogado de asombro pasar a través de sus labios. A él le encantó el ruidito (el primero que había hecho en todo el día, salvo por una tos), e hizo más profundo el beso, acariciando la suave piel de sus labios con su lengua. Ella sabía dulce y salada, y como solo una mujer sabe, y Blake estaba tan conmovido que no se dio cuenta que ella no le estaba devolviendo el beso. Pero pronto notó que estaba totalmente quieta en sus brazos. Por alguna razón, aquello lo enfureció. Odió desearla de esa manera, y quería que ella sintiera la misma tortura.
– Bésame – gruñó, las palabras abrasaban contra su boca – sé que lo deseas, lo vi en tus ojos.
Durante unos segundos, ella no reaccionó, pero entonces él sintió su mano pequeña moviéndose lentamente a lo largo de toda su espalda. Ella tiró para acercarse más a él, y cuando Blake sintió el calor de su cuerpo presionando suavemente contra él, pensó que podría estallar.
Su boca no se movía con el mismo ardor que la de él, pero sus labios se abrieron, tácitamente alentándolo a hacer el beso más profundo.
– Dios santo – murmuró, hablando solo cuando abrió para coger aire – Carlotta.
Ella se puso rígida en sus brazos e intentó apartarse bruscamente.
– Todavía no – protestó Blake. Sabía que esto tenía que acabar, sabía que no podía permitir que aquello fuera más allá como su cuerpo estaba suplicando, pero no estaba preparado para liberarla; necesitaba sentir su ardor, tocar su piel, utilizar su calor para recordar que estaba vivo, y él…
Ella pegó un tirón para alejarse y resbaló unos pasos hacia atrás, hasta pegarse contra la pared.
Blake maldijo por lo bajo, y colocó sus manos en las caderas luchando por recuperar su respiración.
Cuando la miró, sus ojos estaban casi frenéticos, y negó con la cabeza con insistencia.
– ¿Fue repugnante? – dijo mordazmente.
Ella movió su cabeza negativamente otra vez, un movimiento pequeñito pero rápido.
“ No puedo ”, gesticuló con la boca.
– Bien, yo tampoco puedo – dijo, con clara aversión hacia si mismo en su voz – pero lo hice de todas formas, así que, ¿Qué demonios significa esto?.
Sus ojos se abrieron enormes, pero fuera de eso, no respondió.
Blake la miró fijamente a los ojos durante un largo rato antes de decir
– La dejaré sola entonces.
Ella afirmó muy lentamente.
Se preguntó por qué se mostraba tan poco dispuesto a dejarla sola. Finalmente, después de murmurar unos cuantas maldiciones, cruzó a grandes zancadas la habitación hasta llegar a la puerta.
– La veré por la mañana.
La puerta se cerró de golpe, y Caroline se quedó mirando el sitio donde él había estado durante unos segundos, antes de susurrar:
– Oh, Dios mío.
A la mañana siguiente, Blake se dirigió al piso de abajo antes de ir a ver a su “invitada”. Conseguiría que hablara hoy aun si ello acababa con él. Este disparate había ido demasiado lejos. Cuando entró a la cocina, la señora Mickle, su ama de llaves y cocinera, estaba ocupada agitando algo en una sopera.