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Se dio cuenta que la señora Mickle había añadido un plato de bocadillos en la bandeja, pero no tuvo corazón para llevárselos. Había decidido que no sería necesario matarla de hambre, seguramente el Marqués de Riverdale llegaría pronto, y no le sería posible mantener el silencio con ambos, cuando la interrogaran.

Realmente, no había nada que hacer, solo esperar.

El marqués llegó al día siguiente tirando de su carruaje hasta el apeadero delante de Seacrest Manor, justo antes de anochecer. James Sidwell bajó de un salto, vestido elegantemente como siempre. Su pelo castaño oscuro era un poquito largo para la moda. Tenía una reputación que sonrojaría al demonio, pero daría su vida por Blake, y Blake lo sabía.

– Te veo fatal – dijo James con franqueza.

Blake movió la cabeza negativamente.

– Después de pasar estos últimos días encerrado con la señorita De León, me considero un candidato digno de una casa de locos.

– ¿Tan mal, eh?

– Te lo prometo, Riverdale – dijo – podría besarte.

– Espero que no lleguemos a eso.

– Casi me vuelve loco.

– ¿Ella? – Contestó James mirando de reojo – ¿Cómo?

Blake lo miró con el ceño fruncido. El tono sugestivo de James estaba muy cerca de dar en el clavo al señalar:

– No puede hablar.

– ¿Desde cuando?

– Desde que se quedó despierta a media noche tosiendo hasta quedarse afónica.

James sofocó una risa.

– Nunca dije que no fuera ingeniosa.

– Se le da terriblemente bien no poder escribir.

– Encuentro esto difícil de creer, su madre era hija de un barón y su padre estaba muy bien relacionado en España.

– Permíteme expresarme de otra manera. Ella puede escribir, pero te desafío a que descifres los signos que ella apuntó sobre el papel. Además, tiene un libro lleno de palabras de lo más raro, y te prometo que no les encuentro ningún sentido.

– ¿Porqué no me llevas a verla? Es posible que la convenza para que recupere su voz.

Blake movió negativamente la cabeza y puso sus ojos en blanco.

– Toda tuya; de hecho, puedes hacerte cargo de esta condenada misión por completo si quieres. Si nunca volviera a ver a esa mujer…

– Vamos, Blake.

– Les dije que yo quería estar fuera de esto – murmuraba Blake mientras se acercaba con pasos pesados a las escaleras.

– ¿Pero me escucharon?, no, ¿Y qué consigo? Ni emoción, ni fama, ni fortuna. No, la conseguí a ella.

James lo miró atentamente.

– Si no te conociera pensaría que estas enamorado.

Blake soltó un bufido, apartándose para que James no pudiera ver el ligero rubor que coloreó sus mejillas.

– Y si yo no disfrutara de tu compañía no te llamaría para este asunto.

James se rió a carcajadas y miró a Blake cuando éste paró delante de una puerta y giró las llaves de las cerraduras.

Blake empujó la puerta abierta y entró, con las manos en sus caderas se dirigió a la señorita De León con expresión agresiva. Ella estaba repantigada en la cama, leyendo un libro como si todo le importara un rábano.

– Está aquí Riverdale – dijo en tono brusco – Verá que su jueguecito ha terminado.

Blake se volvió a James con júbilo, dispuesto a ver como la hacía pedazos; pero la expresión de James, que por lo general era controlada y cortés, fue de total y absoluta conmoción.

– No sé qué decirte – dijo James – excepto que claramente ella no es Carlotta De León.

CAPITULO 5

pule (verbo). 1.-Llorar con voz floja o débil, como un niño. 2.- Piar lastimeramente como una gallina.

Me quedé sin voz, estoy segura de que tendría que haber gemido (puled).

Del diccionario personal de Caroline Trent

– ¡¡Ay, Dios!! – gruñó Caroline, olvidando que supuestamente estaba muda.

– ¿Y cuando demonios ha vuelto su maldita voz? – exigió su secuestrador.

– Yo, eh… realmente no mucho.

– Verdaderamente, Blake – dijo el segundo hombre – podrías cuidar tu lenguaje. Hay una señorita presente.

– ¡¡Mierda!! – explotó Blake – ¿Sabes cuanto tiempo he malgastado con esta mujer? Probablemente la verdadera Carlotta De León está ahora a medio camino de China.

Caroline tragó nerviosamente; así que su nombre era Blake, de algún modo era apropiado para él, corto y conciso. Se preguntó si sería su nombre de pila o su apellido.

– Y – continuó en un arranque de furia – puesto que obviamente, usted no es la mujer que dijo, ¿Quién demonios es usted?

– Nunca dije que era Carlotta De León – insistió.

– ¡Al demonio lo que no dijo!

– Nunca dije que yo no fuera.

– ¿Quién es usted?

Caroline meditó con cuidado esta pregunta y decidió que el único recurso era la franqueza absoluta.

– Me llamo Caroline Trent – contestó. Sus ojos se encontraron con los de Blake por primera vez en su conversación.

– Oliver Prewitt es mi tutor.

Hubo un momento de silencio en que ambos se quedaron mirándola fijamente con sorpresa. Finalmente, Blake se volvió a su amigo y le dijo gritando.

– ¿Porqué demonios no sabíamos que Prewitt tenía una pupila?

El otro hombre maldijo por lo bajo, volvió a maldecir, la segunda vez mucho más alto.

– Maldición si lo sé. Alguien va a responder por esto.

Blake se dirigió a Caroline y le pidió:

– Si de veras es la pupila de Prewitt, ¿Dónde ha estado los últimos quince días? Nosotros hemos estado vigilando la casa día y noche y usted, mi niña, seguro que no estuvo viviendo en ella.

– Estaba en Bath, Oliver me envió para cuidar de su tía de edad avanzada. Se llama Marigold.

– Me tiene sin cuidado como se llame.

– No pensé que le importara – dijo entre dientes – pensé que debería decir algo.

Blake la agarró por los hombros y la miró a los ojos.

– Hay bastantes cosas que va a tener que contarnos, señorita Trent.

– Suéltala – dijo el amigo de Blake en voz baja – no pierdas la paciencia.

– ¿Que no pierda la paciencia? – dijo Blake gritando, sonando tan fuerte como si ya la hubiera perdido. – ¿Entiendes lo que…

– Piensa – dijo el otro hombre atentamente – tiene sentido. Prewitt tuvo un envío que llegó la semana pasada. Querría que ella estuviera fuera del tema. Obviamente ella es lo suficientemente perspicaz como para despreciar lo que él está haciendo.

Caroline sonrió alegremente por el piropo, pero Blake no parecía preocuparse por su inteligencia de un modo u otro.

– Era la cuarta vez que Oliver me enviaba a visitar a su tía – añadió amablemente.

– ¿Ves? – dijo el amigo de Blake.

Caroline sonrió un poco insegura a Blake, esperando que hubiera aceptado hacer las paces, pero todo lo que él hizo fue poner sus manos en sus caderas y con los peores modales dijo:

– ¿Qué demonios hacemos ahora?.

El otro hombre no tenía una respuesta, y Caroline aprovechó de su momentáneo silencio para preguntar

– ¿Quiénes son? ambos.

Los dos hombres se miraron el uno al otro, como si intentaran decidir si revelaban sus identidades, y entonces, el recién llegado hizo un imperceptible gesto afirmativo con la cabeza antes de decir

– Soy James Sidwell, marqués de Riverdale y él es Blake Ravenscroft, segundo hijo del vizconde Damsby.

Caroline sonrió irónicamente ante tal avalancha de títulos.

– Qué bueno por ustedes. Mi padre era comerciante.

El marqués soltó una fuerte carcajada antes de volverse a Blake y decir