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– Perdona, ¿estaba mirándote fijamente?

– Si – dijo francamente.

– Sencillamente es que me recuerdas a alguien que conocí, no en el parecido, ni en los gestos, es más un… – elevó su cabeza como si buscara la palabra correcta – es más una similitud de espíritu, si existe tal cosa.

– Oh – respondió Caroline, a falta de algo más inteligente que decir – ya veo, espero que ella fuera alguien agradable.

– Oh, si, la más agradable, pero eso no importa – James volvió a atravesar la habitación y se sentó en una silla al lado de ella.

– He estado dándole vueltas a nuestra situación.

Caroline sorbió su té.

– ¿A sí?

– Si, creo que deberías quedarte aquí.

– No hay problema.

– ¿Incluso por tu reputación?

Caroline encogió los hombros.

– Como dice, soy práctica, el señor Ravenscroft ya ha mencionado que sus sirvientes son discretos y mis otras opciones son volver con Oliver.

– Lo que realmente no es una opción en absoluto – interrumpió James – a menos que quieras acabar casándote con el bobo de su hijo.

Ella afirmó con la cabeza.

– O puedo volver a mi plan original.

– ¿Cual?

– Había pensado buscar trabajo en una posada.

– No es precisamente una perspectiva segura para una mujer sola.

– Lo sé – aceptó Caroline – pero realmente no tengo otra elección.

James se acarició la mandíbula pensativamente.

– Estarás a salvo aquí, en Seacrest Manor, te aseguro que no te vamos a hacer regresar con Prewitt.

– El señor Ravenscroft no está de acuerdo en dejarme permanecer aquí – le recordó – y ésta es su casa.

– Él lo hará.

Caroline pensó que James estaba siendo demasiado confiado, pero no obstante el no sabía nada acerca del beso entre Blake y ella, Blake parecía bastante disgustado por ello. James volvió la cara hacia ella repentinamente.

– Querríamos que nos ayudaras a llevar a tu tutor ante la justicia.

– Si, el señor Ravenscroft también lo dijo.

– ¿No te dijo que lo llamaras Blake?

– Si, pero de alguna manera, parece demasiado…

Intimo. La palabra estaba suspendida en su mente, formando la imagen de su cara, cejas oscuras, pómulos formados elegantemente, una sonrisa que raramente aparecía… oh, pero cuando lo hacía…

Era realmente embarazoso. Caroline pensó, que una de sus sonrisas podía hacerla sentir muy aturdida.

¡ Y su beso! Dios mío, le había hecho sentir que posiblemente no podía ser bueno para su cordura. Se había inclinado sobre ella, y sencillamente, se había paralizado, hipnotizada por su mirada de gruesos párpados. Si él no hubiera perturbado el momento llamándola Carlotta, solo el cielo sabría lo que le habría dejado hacer. Lo más asombroso había sido que él también pareció disfrutar el beso. Percy siempre había dicho que ella era la tercera chica más fea de todo Hampshire; sin embargo, Percy era un tonto, y su apetito siempre se había dirigido hacia las rubias regordetas…

– ¿Caroline?

Ella levantó los ojos repentinamente.

Los labios de James se curvaron en una sonrisa divertida.

– Estás embobada.

– Oh, lo siento mucho, iba a decirle que el señor… er… quiero decir, Blake, ya me contó acerca de ayudarles para arrestar a Oliver. Debo decir, que es bastante desconcertante saber que él podría ir a la horca como resultado directo de mi intervención; pero, si como usted dice, ha estado dirigiendo actividades de traición…

– Lo ha hecho, estoy seguro de ello.

Caroline frunció el ceño.

– Es un hombre despreciable. Fue bastante cruel por su parte que ordenara a Percy que me agrediera, pero poner en peligro a miles de soldados británicos, no puedo comprenderlo.

James sonrió lentamente.

– Práctica y patriota. Tú, Caroline Trent, eres un premio.

Si Blake también pensara lo mismo.

Caroline dejó su taza de té estrepitosamente sobre el platillo; no le gustaba el curso que estaban tomando sus pensamientos respecto a Blake Ravenscroft.

– Ah, mira – dijo James levantándose de sopetón – nuestro anfitrión errante regresa.

– ¿Cómo dice?

James hizo unos gestos en dirección a la ventana.

– Parece haber cambiado de idea; quizás ha decidido que nuestra compañía no es realmente tan mala.

– O podría ser la lluvia – replicó Caroline – ha empezado a lloviznar.

– Así que llovizna, la Madre Naturaleza está claramente de nuestro lado.

Un minuto más tarde Blake entró al salón con paso airado, con su pelo negro húmedo.

– Riverdale – vociferó – he estado pensando acerca de ella.

– Ella está en el salón – dijo Caroline secamente.

Si Blake la oyó, él la ignoró.

– Ella se va.

Antes de que Caroline pudiera protestar, James había cruzado sus brazos y dijo – No estoy de acuerdo. En absoluto.

– Es demasiado peligroso. No arriesgaré su vida.

Caroline no estaba segura de si era un elogio o una ofensa. Se decidió por “ofensa”; generalmente, su opinión parecía ser más el resultado de una pobre opinión acerca del género femenino que a una abrumadora preocupación por su bienestar.

– ¿No cree que debo decidirlo yo? – dijo ella metiéndose en la conversación.

– No – dijo Blake aceptando finalmente su presencia.

– Blake puede ser bastante protector con las mujeres – dijo James, casi aparte.

Blake lo miró con ferocidad.

– No dejaré que la maten.

– No la matarán – respondió James.

– ¿Y como lo sabes? – le preguntó Blake.

James se rió entre dientes.

– Porque, mi querido chico, confío en que tú no lo permitirás.

– No seas tan condescendiente conmigo – gruño Blake.

– Mis disculpas por lo de “querido chico”, pero sabes que digo la verdad.

– ¿Hay alguna cosa en relación con lo que pasa aquí que yo debería saber? -preguntó Caroline moviendo su cabeza de un hombre a otro.

– No – dijo Blake sin rodeos, manteniendo su vista unas pulgadas por encima de la cabeza de ella. ¿Que demonios se suponía que debía hacer con ella? Era más que demasiado peligroso que ella se quedara, tenía que asegurarse de que ella se iría antes de que fuera demasiado tarde.

Aunque ella ya había despertado esa parte de él que parecía mantener imperturbable, la parte que le importaba; y la razón por la que no quería que ella se quedara era sencilla: lo asustaba, había gastado una gran cantidad de su energía emocional manteniéndose alejado de las mujeres que le provocaban algo más que desinterés o lujuria.

Caroline era inteligente. Era graciosa, condenadamente atractiva, y Blake no la quería a menos de diez millas de Seacrest Manor. Había intentado ser compasivo con ella antes. Eso casi lo había destruido.

– Ah, demonios – dijo finalmente – se queda, entonces, pero que ambos sepáis que estoy totalmente en desacuerdo.

– Un hecho que has dejado totalmente claro – dijo James con voz cansada.

Blake lo ignoró y se aventuró a mirar a Caroline. Mala idea. Ella le sonrió. Sonrió de verdad, y eso hizo que se iluminara toda su cara y parecía tan endemoniadamente dulce, y…

Blake maldijo entre dientes, sabía que esto era un gran error. El modo en que ella le sonrió, como si pensase que realmente pudiera iluminar los rincones más lejanos de su corazón…

Dios, ella lo aterraba.

CAPITULO 6

In-con-se-quen-ti-al-i-ty (sustantivo). La cualidad de no ser consecuente.