James soltó una carcajada.
– Tengo gente mucho más importante que tú a la que molestar, Blake Ravenscroft. Sólo iba de camino para desayunar.
– He estado pensando en ella.
– No me sorprende.
– ¿Que demonios se supone que quieres decir?
James encogió los hombros, con una expresión más que inocente.
La mano de Blake descendió pesadamente sobre el hombro de su amigo.
– Dime – le ordenó.
– Simplemente – replicó James desprendiéndose de la mano de Blake y dejándola caer – que tú la miras de manera inconfundible.
– No seas estúpido.
– Tengo muy malas cualidades, pero la estupidez no ha estado nunca entre ellas.
– Estás loco.
James ignoró su comentario.
– Parece una chica muy linda. Quizá deberías conocerla mejor.
Blake se volvió hacia él con furia.
– Ella no es la clase de chica que yo procuraría conocer mejor – bramó, diciendo la última palabra en tono burlón- La señorita Trent es una dama.
– Nunca dije que no lo fuera. Dios, ¿Qué creías que estaba insinuando?
– Riverdale – le advirtió Blake.
James agitó su mano en el aire.
– Solamente estaba pensando que hace ya bastante tiempo desde que cortejaste a una mujer, y convenientemente ella se encuentra aquí en Seacrest Manor.
– No estoy interesado en Caroline – dijo Blake mordazmente – incluso si lo estuviera, sabes que nunca me casaré.
– Nunca es una palabra muy fuerte, ni siquiera yo voy de un sitio para otro diciendo que nunca me casaré, y Dios sabe que tengo más razones para evitar esa institución que tú.
– No empieces, Riverdale – advirtió Blake.
James lo miró duramente a los ojos.
– Marabelle está muerta.
– ¿Crees que no lo sé? ¿Crees que no recuerdo eso cada uno de los puñeteros días de mi vida?
– Es posible que ya sea hora de que dejes de recordar eso cada uno de los puñeteros días de tu vida; hace cinco años, Blake, casi seis. Para de hacer penitencia por un crimen que no has cometido.
– ¡Al infierno si no lo hice! Tendría que haberla detenido. Sabía que era peligroso. Sabía que ella no debía…
– Marabelle tenía una mente propia – dijo James con una gentileza sorprendente. – No podrías haberla detenido. Ella tomaba sus propias decisiones. Siempre lo hizo.
– Juré protegerla – dijo Blake en voz baja.
– ¿Cuándo? – preguntó James impertinente – no recuerdo asistir a una boda entre vosotros dos.
En medio segundo Blake lo había elevado apretándolo contra la pared.
– Marabelle era mi prometida, tenía mi palabra de matrimonio – lo colocó en el suelo – me juré a mí mismo que la protegería, y desde mi punto de vista, esta declaración es más comprometedora que cualquier juramento ante Dios e Inglaterra.
– Marabelle no está aquí. Está Caroline.
Blake lo soltó bruscamente.
– Que Dios nos ayude.
– Hemos de mantenerla en Seacrest Manor hasta que esté libre de la custodia de su tío – dijo James frotandose los hombros por donde Blake lo había cogido – es lo mínimo que podemos hacer después de que la secuestraras y la ataras a la pata de la cama. La ataste a la pata de la cama, ¿eh? me habría gustado verlo.
Blake lo miró con una fiereza que podría haber derribado a un tigre.
– Y además – añadió James – ella puede sernos muy útil.
– No quiero utilizar a una mujer. La última vez que hicimos eso en nombre del Ministerio de defensa, ella acabó muerta.
– Por el amor de Dios, Ravenscroft ¿Qué le sucederá aquí, en Seacrest Manor? Nadie sabe que ella está aquí viviendo, y no es como si fuéramos a enviarla para realizar misiones. Estará muy bien. Seguramente más segura que si la dejáramos sola en la calle.
– Estaría mucho mejor si la enviáramos a alguno de mis parientes – refunfuñó Blake.
– Oh, ¿Y como se lo vas a explicar? Alguien se va a preguntar como llegaste a estar en posesión de la pupila de Oliver Prewitt, y entonces cualquier esperanza que nosotros tengamos de confidencialidad, será destruida.
Blake gruñó enojado, James llevaba razón, no podía dejar que su conexión con Caroline Trent se hiciera pública, si la iba a proteger de Prewitt, tenía que hacerlo aquí, en Seacrest Manor. Era eso, o echarla a la calle. Se estremeció al pensar en lo que le sucedería, sola por las calles de Portsmouth, que era donde ella había estado al principio, cuando él la secuestró. Era una población con un puerto peligroso, llena de marineros, de ninguna manera era un lugar seguro para una mujer joven.
– Ya veo que reconoces que tengo razón – dijo James.
Blake movió la cabeza afirmando secamente.
– Bien. ¿Interrumpiremos nuestro ayuno? Me encuentro babeando al pensar en una de las tortillas de la señora Mickle. Podemos discutir que haremos con nuestra encantadora invitada mientras comemos.
Blake dejó a James bajar primero las escaleras, pero cuando llegaron al piso de abajo, no había señales de Caroline.
– ¿Crees que estará dormida? – preguntó James – imagino que debe estar bastante cansada después de su dura experiencia.
– No fue una dura experiencia.
– Para ti, quizá. La pobre chica fue raptada.
– La “pobre chica” como tu tan dulcemente la llamas, me tuvo dando vueltas en círculos durante días, si alguien aguantó una dura experiencia – dijo Blake bastante firmemente – fui yo.
Mientras ellos estaban discutiendo la ausencia de Caroline, la señora Mickle entró apresuradamente en la habitación con un plato de huevos revueltos. Ella sonrió y dijo:
– Oh, ahí están, señor Ravenscroft, me encontré con su nueva invitada.
– ¿Estuvo aquí?
– Que chica tan encantadora. Tan educada.
– ¿Caroline?
– Es agradable encontrar a una persona joven, con un carácter tan dulce. Evidentemente, le enseñaron buenos modales.
Blake elevó una ceja.
– A la señorita Trent la criaron los lobos.
La señora Mickle dejó caer los huevos.
– ¿Qué?
Blake cerró los ojos un poco para no ver los huevos amarillos, salpicados sobre sus botas perfectamente abrillantadas.
– Lo que quise decir, señora Mickle, es que ella podría también haber sido criada por lobos, dada la cantidad de tutores a los que ella ha estado sometida.
Para entonces, el ama de llaves estaba en el suelo, con una servilleta de tela intentando limpiar la porquería.
– Oh, pero la pobre encantadora – dijo con clara preocupación – no tenía ni idea de que había tenido una infancia difícil. Debería hacer un pudín especial esta noche.
Los labios de Blake se abrieron por el desconcierto, como intentando recordar la última vez que la señora Mickle había hecho lo mismo por él.
James, que había estado riéndose en la entrada, caminó un poco hacia delante y preguntó
– ¿Tiene alguna idea de a donde fue, señora Mickle?
– Creo que está trabajando en el jardín, llevó consigo unas cuantas herramientas.
– ¿Herramientas? ¿Qué clase de herramientas? – La mente de Blake destellaba con horrorosas imágenes de árboles mutilados y plantas destrozadas – ¿Dónde encontró herramientas?
– Yo se las di.
Blake se volvió sobre sus talones y salió a grandes zancadas.
– Que Dios nos ayude.
Él no estaba preparado para lo que vio.
Agujeros.
Grandes. Agujeros abiertos, por todos lados, en donde anteriormente él tuvo césped desde siempre. O al menos había pensado que lo había estado desde siempre. A decir verdad, nunca le había prestado mucha atención; pero sabía que no tenía de ningún modo parecido con éste. Con montones marrones de tierra sucia por toda la hierba. No vio a Caroline, pero sabía que tenía que estar ahí.