– sería un erizo – susurró para sí misma – o quizás una liebre – pero no veía ningún animal, y no se sentía tranquila.
– Sigue andando – se dijo – debes llegar a Portsmouth por la mañana – y continuó su marcha; ahora iba tan veloz, que comenzó a respirar cada vez más deprisa, y entonces…
Volvió a girarse sobre sí misma, instintivamente, su mano buscó alcanzando su pistola. Ahora, definitivamente, había oído algo.
– Sé que estás ahí – dijo con un desafío en la voz que no estaba segura de sentir. – Enseña tu cara o quédate ahí como un cobarde.
Se oyó un crujido, y entonces un hombre salió de entre los árboles. Iba vestido completamente de negro, desde su camisa hasta las puntas de sus botas, incluso su pelo era negro. Era alto, y con unos hombros muy anchos. Era el hombre de aspecto más peligroso que Caroline había visto en su vida. Y tenía una pistola que apuntaba directamente a su corazón.
CAPITULO 2
pug-na-cious (adjetivo). Dispuesto a luchar, dado al combate, luchador.
Puedo ser luchador (pugnacious) cuando estoy en apuros.
Del diccionario personal de Caroline Trent
Blake Ravenscroft no estaba seguro del aspecto que él había pensado que tendría la mujer, pero ciertamente no era éste. Había pensado que parecería dulce, tímida, manipuladora. En cambio, ella permaneció en pie, mantuvo sus hombros rectos y lo miró fijamente a los ojos.
Y tenía la boca más fascinante que jamás había visto. No sabía como describirla, excepto que su labio superior se arqueaba de la forma más deliciosa y…
– ¿Cree que existe la posibilidad de que apunte con la pistola hacia otra parte?
Blake despertó bruscamente de su sueño, horrorizado por su falta de concentración.
– ¿Le gustaría eso, verdad?
– Pues si, en efecto, les tengo un poco de manía, ¿sabe?, no entiendo muy bien las armas, precisamente; son buenas para algunos fines, supongo que para cazar y eso, pero no disfruto especialmente cuando me apuntan directamente a mí, y…
– ¡Silencio!
Ella cerró su boca.
Blake la estudió durante unos minutos. Algo en ella no estaba bien, Carlotta De León era española… bueno, medio española por lo menos, y esta chica parecía inglesa por los cuatro costados; su pelo no podía decirse que fuera rubio, pero desde luego tenía un matiz claro de marrón, e incluso en la noche oscura pudo ver que sus ojos eran de un claro verde-azul.
Sin mencionar su voz, que tenía cierto deje con el acento inglés de la nobleza británica, pero él la había visto salir a hurtadillas de la casa de Oliver Prewitt, a altas horas de la noche, con todos los sirvientes de permiso; tenía que ser Carlotta De León, no había otra explicación.
Blake y el Ministerio de Defensa, en el que no estaba precisamente trabajando, pero le habían dado ordenes en referencia a una letra de cambio inusual, de un banco que había estado buscando a Oliver Prewitt durante aproximadamente seis meses. Las autoridades locales sabían desde hacía tiempo que Prewitt, hacía un importante contrabando desde Francia, pero había sido recientemente, que empezaron a sospechar sobre el enredo que les permitía a los espías de Napoleón usar su pequeño barco para llevar mensajes diplomáticos secretos junto con su carga habitual de coñac y seda; desde que el barco de Prewitt navegaba desde una cala pequeña al sur de la costa entre Portsmouth y Bournemouth, el Ministerio de Defensa al principio no le habían prestado mucha atención; la mayoría de los espías hacían sus travesías desde Kent, que estaba mucho más cerca de Francia. La aparentemente inconveniente ubicación de Prewitt, había sido una excelente estratagema, y el Ministerio de Defensa temía que las fuerzas de Napoleón la habían estado usando para sus mensajes más delicados; hacía un mes que habían descubierto que el contacto de Prewitt era Carlotta De León, medio española, medio inglesa y cien por cien letal.
Blake había estado en alerta toda la tarde, tan pronto como averiguó que todos los sirvientes de los Prewitt tenían la noche libre, un gesto nada común para un hombre tan notoriamente tacaño como Oliver Prewitt; sin duda algo se estaba tramando, y las sospechas de Blake fueron confirmadas, cuando vio a la chica salir furtivamente de la casa al abrigo de la oscuridad; Era tan jovencita que supuso que no la dejaría aparentar inocencia para disuadirlo; probablemente mostraría esa mirada de joven condenada. ¿Quién sospecharía que una jovencita tan encantadora fuera capaz de alta traición?
Su pelo largo estaba estirado hacia atrás en una trenza juvenil, sus mejillas tenían ese rubor, esa apariencia de limpieza, y…
Y su delicada mano estaba bajando lentamente hacia su bolsillo.
Blake finalmente se dejó llevar por los instintos, su brazo izquierdo se extendió con una velocidad sorprendente golpeando la mano de ella para cambiar su trayectoria al tiempo que se abalanzaba hacia adelante; chocó contra ella con todo su peso y los dos cayeron al suelo.
Ella sintió su suavidad debajo de él, excepto por supuesto, por la dura pistola de metal de su bolsillo oculto. Si él tenía alguna duda de su identidad antes, ésta se había esfumado. Enganchó la pistola y se la colocó en la pretina del pantalón, y se puso de pie echándose hacia atrás, dejándola a ella tirada en el suelo.
– Muy poco profesional, mi amor.
Ella parpadeó y entonces refunfuño.
– Vale, si, esto es lo que se esperaba ya que apenas soy una profesional en este tipo de cosas, aunque he tenido alguna experiencia con…
Sus palabras fueron apagándose hasta convertirse en un murmullo ininteligible y él no estaba totalmente seguro sí para él o para sí misma,
– He ido detrás de usted durante aproximadamente un año, – dijo bruscamente y con esto atrajo su atención.
– ¿Ha ido detrás de mi?
– No supe quién era hasta el mes pasado, pero ahora que la tengo, no la dejaré escapar.
– ¿No me dejara escapar?
Blake la miró fijamente, irritado por la confusión. ¿Cuál era su juego?
– ¿Cree que soy idiota? – escupió.
– No – dijo ella – Acabo de huir de una guarida de idiotas, estoy bien familiarizada con esa raza, y usted es algo más que eso. De cualquier manera, espero que no sea un buen tirador.
– Yo nunca fallo.
Ella suspiró
– Si, me estoy asustando mucho; mire como estoy, ¿Le molesta si me echo hacia atrás?
Él movió el arma menos de una pulgada, lo suficiente para recordarle que le estaba apuntando al corazón.
– En este momento, creo que prefiero su postura en el suelo.
– Presiento qué es lo que preferiría – murmuró – no creo que me deje seguir mi camino.
Su respuesta fue una risa perruna.
– Me temo que no, mi amor, sus días como espía han terminado.
– ¿Mis días como qué?
– El gobierno Británico sabe todo sobre usted y sobre sus maquinaciones de traición, señorita Carlotta De León, creo que se dará cuenta de que nosotros no miramos muy amablemente a los espías españoles.
Su cara era un cuadro perfecto de incredulidad.
– ¡Dios! Menuda era esa mujer, ¿El gobernador me conoce? – preguntó, – espere un momento ¿Conoce a quién?
– No se hagas la estúpida, señorita De León, su inteligencia es bien conocida aquí y en todo el continente.
– Ese es un piropo muy bonito, seguro, pero me temo que ha habido un error.
– No hay error. La vi cuando abandonaba Prewitt Hall.
– Sí, por supuesto, pero…