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Blake saltó sobre sus pies y bramó

– No te atrevas a acusarme de querer mancillar su buen nombre. Todo lo que he hecho…

– El problema – interrumpió Penélope con suavidad – es que tú no has hecho nada.

– Me niego a sentarme aquí y…

– Estás de pie – señaló Penélope.

– James – dijo Blake con una voz peligrosamente baja – si no me arrestas, seguramente cometeré muchísimos crímenes en los próximos diez segundos, siendo del que menos me arrepienta, el que concierne a la dolorosa muerte de mi hermana.

– Er… Penélope – dijo James – si yo fuera usted, me cambiaría de vivienda para estar fuera de su alcance, creo que lo dice en serio.

– ¡Bah! – fue la respuesta de Penélope – Sólo está enfadado porque sabe que estoy en lo cierto.

Un músculo comenzó a crisparse en la mandíbula de Blake y ni siquiera se molestó en mirar a James cuando dijo

– ¿Tú no tienes una hermana, verdad, Riverdale?

– No.

– Considérate afortunado

Entonces se dio media vuelta y se alejó con paso majestuoso.

James y Penélope miraron hacia la puerta por la que Blake acababa de salir hasta que Penélope finalmente parpadeó varias veces, se dirigió a James y le dijo

– No creo que esté muy complacido con nosotros ahora mismo.

– No.

– ¿Hablaba usted en serio?

– ¿Sobre casarme con Caroline?

Penélope movió la cabeza afirmativamente.

– Difícilmente haría una declaración así si no estuviera dispuesto a cumplirla.

– Pero usted no quiere casarse con ella – dijo Penélope entrecerrando los ojos.

– Desde luego no de la misma forma que Blake.

– Hmmm… – ella cruzó la habitación y se sentó.

– Es bastante perspicaz, Riverdale, pero su plan puede no salir bien. Blake puede ser muy obstinado.

James se sentó frente a ella

– Un hecho del que soy totalmente consciente.

– Estoy segura que lo es – ella curvó sus labios, sin ser una sonrisa en realidad

– ¿Y es también consciente de que yo también comparto esa peculiaridad?

– ¿Quiere decir, obstinación? Mi querida Penélope, correría desnudo por toda Inglaterra al acabar el invierno, solo para escapar de batallas de voluntades como la suya.

– Lo ha dicho estupendamente, pero si su pequeña declaración fracasa y no produce los resultados deseados, usted se casará con Caroline.

– No dudo que mantendrá una pistola en mi espalda hasta que lo haga.

La voz de Penélope se alzó

– No es una broma, Riverdale.

– Lo sé, pero quiero decir lo que dije antes, necesito casarme a la larga, y Caroline tiene mucha mejor presencia que probablemente la que encuentre si voy a cazar una esposa a Londres.

– ¡Riverdale!

Él se encogió de hombros

– Es cierto, me gusta bastante Caroline, y si tengo que casarme con ella porque Blake es demasiado cobarde para hacerlo él mismo, bien, pues que así sea. Francamente, puedo pensar en peores destinos.

– Qué lío – suspiró Penélope.

– No importa, Blake se adelantará – dijo James haciendo una onda con su mano – le mataría verme casado con ella.

– Espero que tenga razón, Dios sabe que necesita un poco de felicidad.

Penélope suspiró y relajó su espalda contra el respaldo de su silla

– Solo quiero que sea feliz ¿Es mucho pedir?

Fuera en la puerta, Caroline permanecía con la mano sobre la boca abierta, había creído que su humillación era completa cuando Penélope había pedido que alguien (¡cualquiera!) se casara con ella.

Pero esto…

Ahogó un sollozo. Esto iba más allá de la humillación, la humillación era algo con lo que ella podía vivir, algo que podía aguantar y con el tiempo, dejar atrás.

Pero esto era diferente, algo dentro de ella estaba muriendo, y Caroline no estaba segura de si era su corazón o su alma.

No importaba el qué, ella se dio cuenta mientras corría de vuelta a su habitación. Todo lo que importaba era que ella estaba haciendo daño, y el dolor perduraría para el resto de su vida.

Le llevó dos horas, pero finalmente Caroline fue capaz de recomponerse. Un poco de agua fría redujo la hinchazón alrededor de sus ojos, y algunos minutos de profundos suspiros lograron hacer desaparecer el temblor en su voz. Desdichadamente, no había mucho que ella pudiera hacer para que su corazón no se reflejara en sus ojos.

Se encaminó hacia las escaleras y no se sorprendió al encontrar a James y Penélope todavía sentados en el salón. Su conversación llegaba hasta el vestíbulo y Caroline agradeció el oír que ellos habían cambiado a otros temas más corrientes.

Estaban discutiendo de teatro cuando ella llegó a la puerta, y llamó suavemente sobre el quicio de la puerta. James se levantó al instante cuando la vio.

– ¿Puedo entrar? – preguntó ella.

– Por supuesto – dijo Penélope – aquí, siéntese a mi lado.

Caroline negó con la cabeza.

– Estoy mejor de pie, gracias.

– Como quiera.

– ¿Saben donde está Blake? – preguntó Caroline con una postura tan regia como la de una reina

– Deseo decir esto solo una vez.

– Estoy justo aquí.

Caroline volvió su cabeza de repente. Blake estaba de pie junto a la puerta, su cuerpo estaba un poco rígido y fatigado al mismo tiempo. Sus mejillas mostraban algo de color y ella se preguntó si habría estado paseando al frío aire de la noche.

– Bueno, me gustaría decir algo, si puedo.

– Por favor – dijo Blake.

Caroline evaluó con la mirada a cada uno de los ocupantes del salón, y finalmente dijo

– No necesito un marido. En realidad, no necesito un marido que no necesite una esposa. Todo lo que deseo es que se me permita permanecer aquí, a escondidas, hasta que cumpla veintiún años.

– ¡Pero Caroline! – protestó Penélope – estos caballeros se han comprometido con usted, debe permitir que uno de ellos haga lo correcto.

Caroline tragó saliva. No tenía mucho en la vida, pero poseía su orgullo y no iba a dejar que Blake Ravenscroft la humillara más de lo que ya lo había hecho. Lo miró directamente, aun cuando dirigía sus palabras hacia su hermana

– Lady Fairwich, estos caballeros no han hecho nada para comprometerme.

– ¿Nada? – preguntó Blake.

Caroline lo miró furiosamente, preguntándose que demonios lo habría impulsado a hablar, cuando era tan elocuente para esquivar el matrimonio

– Nada que signifique algo – dijo ella mordazmente.

Sus ojos se encontraron, y ambos sabían que ella se refería a su encuentro en la playa. La diferencia era que sólo Caroline sabía que estaba mintiendo.

Su tiempo con Blake había significado todo para ella.

Cada minuto de cada encuentro estaba guardado en su corazón.

Ella parpadeó para retirar las lágrimas; pronto se habría marchado y todo lo que ella tendría para animarse eran los recuerdos. Ningún hombre que la sostuviera, ningún amigo que bromeara con ella, ninguna casa en la costa que, en unas pocas semanas, llegara a ser su casa.

Pero de todas las cosas que perdería, la ausencia que más le dolería sería la sonrisa de Blake, era tan extraño, pero cuando sus labios se estiraban hacia los lados… y después, cuando verdaderamente se reía, la pura alegría del sonido la hacía querer cantar.

Pero él no sonreía ahora. Su rostro era severo, la miraba furiosamente, como si fuera algún tipo de antídoto, y ella sabía que si no salía de la sala en ese instante iba a parecer una tonta redomada

– Perdón – dijo rápidamente apresurándose hacia la puerta.

– ¡No puede irse ahora! – exclamó Penélope poniéndose en pie de un salto.