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Caroline no se giró hacia ella mientras le decía

– He dicho lo que vine a decir.

– ¿Pero adonde va?

– Fuera.

– Caroline.

Era la voz de Blake, y sólo ese sonido hizo que sus ojos se llenaran de lágrimas.

– ¿Qué? – Se las arregló para decir.

Quizás fue una respuesta brusca, pero era lo mejor que ella podía hacer.

– Fuera está oscuro. ¿O no te habías dado cuenta?

– Voy a mirar las estrellas.

Ella oyó sus pisadas y sintió la mano de él sobre su hombro, alejándola lentamente de la puerta.

– Está nublado – dijo con voz sorprendentemente amable – no te será posible ver las estrellas.

Ella ni siquiera se volvió para decirle

– Sé que están ahí, eso es todo lo que importa.

Blake cerró los ojos mientras ella salía de la habitación, por alguna razón no queriendo ver como se retiraba.

– Ahora mira lo que has hecho – oyó que decía su hermana – has roto el corazón de esa pobre chica.

Él no contestó, no sabiendo, demonios, no queriendo saber si las palabras de su hermana eran ciertas. Si él había destrozado su corazón, era el peor de los bastardos. Y si no era cierto, querría decir que a Caroline no le importaba él, que su única noche de pasión no había significado nada para ella. Y que no era apenas doloroso de soportar.

No quería pensar en lo que él sentía por ella, no quería analizarlo, clasificarlo por partes o intentar etiquetarlo. Porque le aterrorizaba que si lo hacía, la única palabra que le sería posible traer a colación sería amor y eso sería la broma más cruel.

Blake abrió los ojos justo en el momento de ver la expresión en la cara de Riverdale cuando le decía

– Eres un burro, Ravenscroft.

Blake no dijo nada.

– Marabelle está muerta – siseó James.

Blake se volvió hacia su amigo con tal violencia que Penélope dio un respingo

– No la menciones – le dijo con voz amenazante – ella no tiene lugar en esta conversación.

– Exactamente – contestó James – ella está muerta y tú no puedes llevar su luto siempre.

– Tú no lo sabes – dijo Blake sacudiendo su cabeza – no sabes lo que es amar.

– Y tú lo sabes todo demasiado bien – murmuró James – de hecho, lo has sabido dos veces.

– Blake – dijo Penélope con suavidad, poniendo su mano sobre su brazo – sé que la amabas, todos la amábamos, pero Marabelle no habría querido que actuaras así, tú eres sólo una coraza, enterraste tu alma junto a la de ella.

Blake tragó saliva convulsivamente, queriendo más que otra cosa, salir corriendo de la sala, pero de algún modo, seguía clavado en su sitio.

– Déjala ir – susurró Penélope – ya es hora. Y Caroline te ama.

Su cabeza giró de repente

– ¿Ella dijo eso?

Penélope quería mentir. Él podía verlo en sus ojos, pero finalmente ella negó con su cabeza

– No, pero es fácil de ver.

– No le haré daño – prometió él – ella merece algo mejor.

– Entonces cásate con ella – le rogó Penélope.

Él hizo un gesto negativo

– Si me caso con ella… Dios, la lastimaría de más formas de las que puedas imaginar.

– ¡Diablos! – prorrumpió James – deja de ser tan temeroso, tienes miedo de amar, y tienes miedo de vivir, a lo único que no le tienes miedo es a la muerte; te daré una noche, una sola noche.

Blake entrecerró sus ojos

– ¿Para qué?

– Para reorganizar tu mente, pero te prometo esto: Yo me casaré con Caroline si tú no lo haces. Así que, pregúntate a tí mismo si te será posible soportar eso durante el resto de tu vida.

James se dio media vuelta y salió con paso majestuoso de la sala.

– Él no está haciendo una amenaza frívola – dijo Penélope – se ha entusiasmado con ella.

– Lo sé – dijo Blake bruscamente.

Penélope le hizo una leve inclinación de cabeza, y se encaminó hacia la puerta

– Te dejaré sólo con tus pensamientos.

Eso, pensó Blake amargamente, era lo último que él quería.

CAPITULO 20

hal-cy-on (adjetivo). Reposado, quieto, pacífico, sereno.

No miraré atrás hacía esos días tan tranquilos (halcyon).

Del diccionario personal de Caroline Trent.

Caroline estaba sentada sobre la arena de la playa, contemplando el cielo. Como Blake le había señalado, estaba nublado, así que todo lo que ella podía ver era el pálido y borroso fulgor de la luna. Rodeó con sus brazos sus rodillas flexionadas y se acurrucó contra la brisa fría, con los zapatos a su lado.

– No importa – se decía a sí misma, moviendo los dedos de sus pies en la arena gruesa – sencillamente no importa.

– ¿Qué no importa?

Ella levantó la cabeza con un movimiento brusco. Blake.

– ¿Cómo llegaste hasta aquí sin que te oyera?

Él indicó con la mano hacia detrás de él

– Hay otro camino cincuenta yardas más atrás.

– Oh, bueno, si has venido para inspeccionarme, verás que estoy perfectamente bien, y puedes volver a casa.

– Caroline – aclaró su garganta – hay algunas cosas que necesito contarte.

Ella desvió la mirada.

– No me debes ninguna explicación.

Se sentó junto a ella, adoptando la misma postura inconscientemente, acomodó su barbilla sobre sus rodillas y dijo

– había razones por las que juré que nunca me casaría.

– No quiero oírlo.

– Aún así, necesito decírtelo.

Ella no dijo nada, así que él continuó

– Cuando Marabelle murió… – su voz se contrajo.

– No tienes que hacer esto – dijo ella rápidamente – por favor.

Él la ignoró

– Cuando ella murió, creí, sentí, Dios… es tan duro decirlo con palabras.

Él sopló; un montón de angustia en esa ráfaga de aire

– Estaba muerto por dentro. Esa es la única forma de describirlo.

Caroline tragó, apenas podía resistir el impulso de ofrecerle el consuelo de colocar su mano sobre el brazo de él.

– Yo no puedo ser lo que te hace falta.

– Lo sé – dijo ella ásperamente – no puedo competir con una mujer muerta, después de todo.

Él se sobresaltó por sus palabras

– Juré que nunca me casaría. Yo…

– Nunca te pedí eso, yo puedo haber… No importa.

– ¿Tú puedes haber qué?

Caroline sólo negó con la cabeza, no dispuesta a decirle que ella podía haber deseado eso.

– Por favor, continua – dijo ella con voz distraída.

Él hizo un gesto afirmativo, aunque estaba claro que sentía curiosidad por lo que ella casi había dicho.

– Siempre me dije a mí mismo que no podía casarme por respeto a Marabelle, que no quería ser desleal a su memoria, y pienso que realmente lo creí. Pero esta noche me he dado cuenta que no era cierto.

Ella volvió su cara hacia la de él, con mil preguntas en sus ojos.

– Marabelle está muerta – dijo él con voz sepulcral – Y sé que… No puedo traerla de vuelta. Nunca pensé que podría, es sólo que…

– ¿Es sólo qué, Blake? – le urgió con voz baja y apremiante – Por favor, cuéntame, me hace comprender.

– Sentía que no podía fallarle muerta, como lo hice en vida.

– Oh, Blake, tú nunca le has fallado a nadie – ella tocó su brazo – algún día tendrás que darte cuenta de eso.

– Lo sé – él cerró los ojos por un momento – siempre lo he sabido, en lo más profundo de mi alma. Ella era tan intransigente, no podría haberla parado.