Выбрать главу

Caroline apretó la mano de él con la suya

– Sí – asintió – ahí estaban.

Una media hora más tarde, ellos se habían vestido a pesar de estar un poco desarreglados e intentaron deslizarse dentro de la casa lo más silenciosamente posible.

Sin embargo, James estaba esperando en la puerta principal.

– Te dije que deberíamos haber utilizado las escaleras traseras – murmuró Caroline.

– ¿Doy por hecho que volvéis porque es muy tarde? – dijo James suavemente – Perriwick quería cerrar la puerta, pero yo no estaba seguro de que tuvierais llave.

– Hemos decidido casarnos – dijo Blake bruscamente.

James simplemente elevó una ceja y murmuró

– Es lo que pensé.

CAPITULO 21

prov-e-nance (sustantivo). Origen, derivación.

No puedo afirmar saber o comprender el origen (provenance) del amor romántico, pero estoy segura de que no es algo que exija ser comprendido, únicamente apreciado y valorado.

Del diccionario personal de Caroline Ravenscroft.

Se casaron una semana después, demasiado para el regocijo de Penélope, quien se obstinó en comprar todo el ajuar para la novia. Caroline había creído que los dos vestidos ya hechos que le había comprado Blake eran un lujo, pero nada podía compararse a la idea que tenía Penelope de un vestuario adecuado. Ya que pronto sería su hermana, Caroline le permitió elegir todo con una sola excepción. La modista tenía un rollo de seda azul-verdosa del color exacto al de sus ojos, y Caroline insistió en tener un vestido de noche elegante aparte. Nunca había pensado antes en sus ojos, pero después de que Blake acariciara con sus dedos los párpados y declarara que eran del color exacto del océano en el ecuador… Bueno, en realidad no podía estar más orgullosa de ellos.

La boda fue corta y privada, con la única asistencia de Penélope, James y los sirvientes de Seacrest Manor. El hermano mayor de Blake, habría querido estar presente, pero una de sus hijas se puso enferma, y no quiso dejarla sola. Caroline creyó que él hizo lo que debía, y le escribió para expresarle su deseo de reunirse con él en otra ocasión mejor.

Perriwick condujo a la novia hasta el altar, la señora Mickle estaba tan celosa que insistió en hacer el papel de madre de la novia, aún cuando ese papel no implicaba formar parte de la ceremonia. Penélope fue madrina de honor y James el padrino, y les acompañó un tiempo completamente maravilloso.

Caroline sonreía por el rumbo que seguiría los próximos días. Nunca podría recordar haber sido tan feliz como cuando era Caroline Ravenscroft en Seacrest Manor, tenía un marido y una casa y su vida era casi tan perfecta como ella la había imaginado. Blake nunca le había profesado su amor, pero ella suponía que era demasiado esperar de un hombre que hasta hace nada, había estado tan dolido emocionalmente.

Entretanto, le haría tan feliz como pudiera, y que la arena le dejara a él hacer lo mismo con ella.

Ahora que realmente Caroline pertenecía a Seacrest Manor y viceversa, decidió poner su marca en la pequeña propiedad. Estaba vagando por el jardín cuando Perriwick se le acercó.

– Señora Ravenscroft – le dijo – tiene una visita.

– ¿Sí? – preguntó sorprendida. Casi nadie sabía que ella era la señora Ravenscroft.

– ¿Quién?

– Un tal señor Oliver Prewitt.

Ella palideció.

– ¿Oliver? ¿Pero por qué…

– ¿Desea que le despida? O podría enviar al señor Ravenscroft, si quiere.

– No, no – dijo ella rápidamente, no quería que su marido viera a Oliver, probablemente Blake perdería la compostura y él se odiaría más tarde por eso.

Ella sabía lo importante que era para él capturar a Oliver y su circulo de espías, si se escapaba a su escondrijo ahora, nunca tendría otra oportunidad.

– Yo lo veré – dijo ella con voz firme. Respiró limpia y profundamente y dejó sus guantes de trabajo. Oliver no tenía poder sobre ella ahora, y se negaba a asustarse por su causa.

Perriwick le indicó con la mano para que le siguiera al interior de la casa, e hicieron el trayecto hasta el salón. Mientras ella pasaba por la puerta, vio la espalda de Oliver y su cuerpo entero se tensó.

Casi había olvidado cuánto lo odiaba.

– ¿Qué quieres, Oliver? – dijo con voz llana.

Él levantó la vista hacia ella, con siete clases diferentes de amenaza acechando en sus ojos.

– Ese no es un recibimiento muy cariñoso para tu tutor.

– Mi anterior tutor.

– Un detalle sin importancia – dijo, con un pequeño movimiento de su mano.

– Ve al grano, Oliver – le ordenó.

– Muy bien – caminó despacio hacia ella hasta que estuvieron nariz con nariz – tú tienes una deuda conmigo – dijo en voz baja.

Ella no se amedrentó.

– Yo no te debo nada.

Permanecieron así de pie, mirándose fijamente el uno al otro, hasta que él se separó y caminó hacia la ventana.

– Tienes aquí un buen pedazo de propiedad.

Caroline sofocó el impulso de gritar por frustración.

– Oliver – le advirtió – mi paciencia se ha agotado, si tienes algo que decirme, dilo; de lo contrario, sal de aquí.

Él realizó un giro vertiginoso.

– Debería matarte – le siseó.

– Podrías – le dijo intentando no mostrar reacción alguna a su amenaza – pero irías a la horca, y no creo que quieras eso.

– Lo has estropeado todo. ¡Todo!.

– Si te refieres a tu pequeño montaje para hacerme la siguiente Prewitt – escupió ella – entonces sí, lo he estropeado. Me avergüenzo de ti, Oliver.

– Yo te alimenté, te di cobijo, y tú me recompensas con la peor de las traiciones.

– ¡Ordenaste a tu hijo que me violara!

Él se adelantó, apuntando con su rechoncho dedo en dirección a ella.

– Eso no habría sido necesario si hubieras cooperado. Siempre supiste que teníamos la intención de casarte con Percy.

– Nunca supe tal cosa. Y Percy no deseaba el matrimonio más que yo.

– Percy hace lo que yo le diga.

– Lo sé – dijo con voz disgustada.

– ¿Tienes idea de los planes que yo tenía para tu fortuna? Debo dinero, Caroline. Un montón de dinero.

Ella parpadeó sorprendida. Ella no tenía ni idea de que Oliver tuviera deudas.

– Ese no es mi problema ni culpa mía. Y en realidad viviste bastante bien a costa de mi dinero mientras fui tu pupila.

Él dejó salir una carcajada enfurecida

– Tu dinero estaba bien sujeto a una obligación específica y más apretado que un cinturón de castidad; yo recibía una pequeña asignación cada tres meses para cubrir tus gastos, pero no era más que una miseria.

Ella lo miró conmocionada. Oliver había vivido siempre tan bien, e insistía en tener lo mejor de todo.

– ¿Entonces de dónde venía todo tu dinero? – preguntó ella – El candelabro nuevo, el carruaje de lujo…, ¿cómo los pagaste?

– Eso fue con – sus labios se unieron en una línea firme y contrariada – eso no es de tu incumbencia.

Los ojos de ella se abrieron enormemente, Oliver casi había admitido que hacía contrabando, estaba segura de eso. Blake estaría muy interesado.

– El verdadero poder iba a llegar cuando te casaras con Percy – continuó – entonces yo habría tenido todo el control.

Ella hizo un gesto negativo con su cabeza, quedándose inmóvil durante un momento, pensando en comentar algún enredo que pudiera incitarlo a incriminarse él mismo.

– Nunca lo hubiera hecho – dijo al final bruscamente sabiendo que tenía que decir algo para evitar que empezara a sospechar – yo nunca me habría casado con él.