Выбрать главу

Se dio media vuelta y observó a su esposa, que permanecía de pie en el vestíbulo mirándole boquiabierta; todavía quedaba algo de sangre en su mejilla y un poco más en la punta de sus dedos, y a él se le encogió el corazón. Sabía que ella no había sufrido una herida grave, pero de algún modo eso no importaba.

Prewitt la había herido y él no estuvo allí para impedirlo.

– Lo siento mucho – le dijo con una voz que estaba entre un susurro y un gemido.

Ella parpadeó.

– ¿Pero por qué?

– Debería haber estado aquí. Nunca debí dejarte verlo a solas.

– Pero tú ni siquiera sabías que él estaba aquí.

– Eso no viene a cuento, tú eres mi esposa y yo juré protegerte.

– Blake – le dijo delicadamente – tú no puedes salvar a todo el mundo.

Él dio unos pasos hacia ella, sabiendo que su corazón se reflejaba en sus ojos, pero por alguna razón no le importó esta debilidad.

– Lo sé. Sólo quiero salvarte a ti.

– Oh, Blake.

La abrazó pegándose a ella, sin prestar atención a la sangre de su mejilla.

– No te fallaré otra vez – juró.

– Tú nunca podrías fallarme.

Él se puso rígido.

– Le fallé a Marabelle.

– Me dijiste que por fin habías aceptado que su muerte no fue por tu culpa – dijo ella con un ligero contoneo.

– Es verdad, lo hice.

Él cerró los ojos por un momento.

– Todavía me obsesiona, si la hubieras visto…

– Oh, no – gimió ella – Yo no sabía que estabas allí, no sabía que tú viste como la asesinaban.

– Yo no lo vi – dijo él rotundamente – estaba en cama con la garganta fatal. Pero cuando ella no regresó a su hora, Riverdale y yo salimos a buscarla.

– Lo siento mucho.

La voz de él se iba haciendo cada vez más vacía al tiempo que avanzaba en los recuerdos.

– Había demasiada sangre, le dispararon cuatro veces.

Caroline pensó en la sangre que había manado de la herida poco profunda de Percy. Ni siquiera se podía imaginar lo terrible que hubiera sido ver a la persona amada herida de muerte.

– Ojalá supiera qué decir, Blake.

Él dirigió su rostro hacia ella bruscamente.

– ¿La odias?

– ¿A Marabelle? – preguntó ella sorprendida.

Él hizo un movimiento afirmativo con la cabeza.

– ¡Por supuesto que no!

– Me dijiste una vez que no deseabas competir con una mujer muerta.

– Bueno, estaba celosa – dijo ella tímidamente – no la odio, eso sería intolerable por mi parte, ¿no crees?

Él agitó su cabeza en gesto negativo, como si descartara el asunto.

– Sólo me estaba preguntando, no me enfadaría si lo hicieras.

– Marabelle es una parte de tu vida – dijo – ¿Cómo puedo odiarla cuando ella fue tan importante como para hacer de ti el hombre que eres ahora?

Él observó su rostro, buscando algo con sus ojos; Caroline se sintió desnuda bajo su mirada. Ella dijo suavemente:

– Si no fuera por Marabelle, puede que no fueras el hombre que yo… – tragó saliva, reuniendo su coraje – puede que no fueras el hombre que yo amo.

Él la miró atentamente durante un largo rato y después tomó su mano.

– Este es el sentimiento más grande que jamás me haya mostrado alguien.

Ella lo miró fijamente a él a través de sus ojos húmedos aguardando, esperando, rezando por que él le devolviera el sentimiento.

La miró como si quisiera decirle algo importante, pero después de unos segundos sencillamente se aclaró la garganta y dijo

– ¿Estabas trabajando en el jardín?

Ella hizo un gesto afirmativo, tragándose el nudo de desilusión que se había formado en su garganta. Él le ofreció su brazo.

– Te escoltaré de vuelta. Me gustaría ver qué has hecho.

Paciencia, se dijo Caroline. Recuerda, paciencia.

Pero era más fácil decirlo que hacerlo cuando uno estaba cortejando un corazón roto.

* * *

Más tarde esa noche, Blake estaba sentado en su estudio a oscuras, mirando por la ventana. Ella le había dicho que lo amaba. Esa era una tremenda responsabilidad.

En lo más profundo de su ser, sabía que ella le importaba enormemente, pero hacía mucho tiempo que él no creía en el concepto del amor; no había pensado que lo reconocería cuando surgiera, pero existía y él se daba cuenta, y sabía que los sentimientos de Caroline eran verdaderos.

– ¿Blake?

Él levantó la mirada. Caroline permanecía de pie en la puerta elevando de nuevo su mano para llamar sobre la puerta.

– ¿Por qué estás sentado ahí en la oscuridad?

– Sólo estoy pensando.

– Oh – Él sabía que ella quería preguntar algo más. En lugar de eso, ella sonrió indecisa y dijo

– ¿Te gustaría que te encendiera una vela?

Él movió su cabeza en actitud negativa, poniéndose lentamente de pie. Tuvo el imperioso deseo de besarla.

No era extraño que quisiera besarla, él siempre quería besarla. Lo que era extraño era la intensidad de esa necesidad. Era casi como si absolutamente, definitivamente él supiera que si no la besaba cada minuto, su vida cambiaría para siempre, y no para mejor. Tenía que besarla. Eso era todo lo que sabía.

Él caminó cruzando la habitación como en un trance. Ella le dijo algo, pero él no oyó sus palabras, sólo seguía moviéndose lentamente, inexorablemente hacia ella.

Los labios de Caroline se abrieron ligeramente con sorpresa. Blake se comportaba de forma muy rara, era como si su mente estuviera en otra parte, y aún así él la miraba con una intención de lo más extraña.

Ella susurró su nombre por la que creía era la tercera vez, pero él no contestaba, y llegó hasta colocarse justo frente a ella.

– ¿Blake?

Él tocó su mejilla con una ternura que le hizo estremecerse.

– ¿Pasa algo malo?

– No – murmuró – no.

– Entonces qué…

Cualquier cosa que ella hubiera querido decir se perdió mientras él la oprimía hacia él, capturando con su boca la de ella con enorme delicadeza. Ella sintió como una de las manos de él se hundía en su pelo, mientras la otra recorría la espalda en toda su longitud antes de posarse sobre la curva de su cadera.

Luego la desplazó hasta donde empieza el trasero, empujándola contra su cuerpo hasta que ella pudo sentir la fuerza de su erección. Ella recostó su cabeza hacia atrás mientras gemía su nombre y los labios de él surcaban la línea de su garganta, besando por el camino hasta llegar al corpiño de su vestido.

Ella dejó escapar un pequeño grito cuando la mano de él se deslizó desde su cadera hasta sus nalgas y apretó, y el sonido debió sacarlo del hechizo en que él se encontraba, porque repentinamente se quedó congelado, sacudió la cabeza un poco y se retiró hacia atrás.

–  Lo siento – dijo parpadeando – no sé lo que me pasó.

Ella abrió la boca de golpe.

– ¿Lo sientes?

Él la besó hasta que ella apenas podía mantenerse de pie y después paró y dijo que ¿ lo sentía?

– Fue de lo más extraño – dijo, más para sí mismo que para ella.

– Yo no creí que eso fuera extraño – murmuró ella.

– Tenía que besarte.

– ¿Eso es todo? – dejó escapar ella.

Él sonrió lentamente

– Bueno, al principio sí, pero ahora…

– ¿Ahora qué? – preguntó ella.

– Eres una zorra impaciente.

Ella dio un taconazo con su pie.

– Blake, si tú no…

– ¿Si yo no qué? – preguntó con una sonrisa absolutamente malvada.

– No me hagas decirlo – murmuró volviéndose poco a poco de un tono totalmente rojo.

– Creo que dejaremos eso para la semana que viene – murmuró – después de todo, tú todavía eres algo inocente. Pero por ahora creo que deberías apresurarte.