– Ya veo. ¿Entonces porqué hablas con acento francés?
Ella impresionada, dijo con voz normaclass="underline"
– ¿De veras?
– Sí, pero era un acento francés excelente – le mintió.
– Nunca he conocido a un español.
– Y yo nunca he conocido a nadie que hablara como tú.
Ella intentó golpearle el hombro.
– En realidad, tampoco he conocido a un francés.
– ¡No!
– No te molestes, solo estaba bromeando.
– Y triunfando hábilmente – Él tomó su mano y pasó rozando su pulgar por la palma de la mano de ella.
Los ojos de ella comenzaron a humedecerse sospechosamente.
– ¿Por qué esto me suena a preludio de malas noticias?
– Tenemos algunos temas serios que discutir.
– Esto está relacionado con la misión para capturar a Oliver mañana, ¿verdad?
Él afirmó con la cabeza.
– No te mentiré y no te diré que no será peligroso.
– Lo sé – dijo ella en voz baja.
– Tuvimos que cambiar algo nuestros planes cuando Oliver descubrió nuestro matrimonio.
– ¿Qué quieres decir?
– Moreton, el que dirige el Ministerio de Defensa, nos iba a enviar una docena de hombres para respaldarnos. Ahora no puede.
– ¿Por qué?
– No queremos que Oliver aumente sus sospechas. Estará vigilándome. Si doce funcionarios gubernamentales se introducen en Seacrest Manor, él sabrá que hay algo en marcha.
– ¿Por qué no pueden hacerlo en la clandestinidad? – Su voz se elevó – ¿No es eso lo que se supone que vosotros hacéis en el Ministerio de Defensa? ¿Hacer algo furtivamente bajo el abrigo de la noche?
– Tranquilízate, querida. Todavía tenemos un par de hombres para apoyarnos.
– ¡ Cuatro personas no son suficiente! No tienes ni idea de cuántos hombres trabajan para Oliver.
– De acuerdo con su historial – dijo él con paciencia – sólo cuatro. Estaremos en igualdad de condiciones.
– Yo no quiero que estéis en igualdad de condiciones. Tenéis que superarlos en número.
Él se estiró para acariciar su pelo pero ella se apartó.
– Caroline – le dijo – así tiene que ser.
– No – dijo ella desafiante – así no.
Blake la miró atentamente mientras se creaba un muy mal presentimiento en su estómago.
– ¿Qué quieres decir?
– Yo voy contigo.
Él se puso rígido.
– ¡Y una mierda, vas a ir tú!
Ella se salió de la cama a toda prisa y puso sus manos sobre las caderas.
– ¿Cómo vais a hacer esto sin mí? Yo puedo identificar a todos los hombres. Conozco la situación del terreno, tú no.
– Tú no vienes, y se acabó.
– Blake, no estás pensando con claridad.
Él saltó sobre sus pies y se puso delante de ella amenazadoramente.
– No te atrevas a acusarme de no pensar con claridad, ¿Crees que yo te pondría en peligro por las buenas? ¿Ni siquiera durante un minuto? Por el amor de Dios, mujer, te podrían matar.
– A ti también – dijo ella suavemente.
Si la oyó, no dio ninguna muestra de ello.
– No voy a pasar por esto de nuevo – dijo – si tengo que atarte a la pata de la cama, lo haré, pero tú no vas a venir a ningún sitio cercano a la costa mañana por la noche.
– Blake, me niego a esperar aquí en Seacrest Manor, mordiéndome las uñas y preguntándome si todavía tengo o no tengo un marido.
Él se pasó la mano por el pelo con un ademán de impaciencia.
– Creí que odiabas esta vida, el peligro, la intriga. Me dijiste que te sentías enferma todo el tiempo cuando irrumpimos en Prewitt Hall ¿ Por qué narices quieres salir pitando ahora?
– ¡Yo lo odio! – exclamó ella – le odio tanto que me come por dentro. ¿Sabes lo que significa sentirse así? ¿Realmente preocupada? ¿De manera que arde haciendo un agujero a través de tu estómago y te hace querer chillar?
– Él cerró los ojos por un momento y dijo suavemente:
– Ahora sí.
– Entonces comprenderás porqué no puedo sentarme aquí y no hacer nada. No importa lo que yo lo odie. No importa que esté aterrorizada. ¿No entiendes eso?
– Caroline, quizás si estuvieras entrenada por el Ministerio de Defensa, si supieras disparar un arma, y…
– Yo puedo disparar un arma. Disparé a Percy.
– Lo que intento decirte, es que si vinieras, no me sería posible concentrarme en la misión; si estoy preocupado por ti, probablemente cometeré más errores y conseguiré que me maten.
Caroline se mordió el labio inferior.
– Tienes razón – dijo lentamente.
– Vale – interrumpió secamente – entonces está arreglado.
– No, no lo está, queda el hecho de que yo puedo ser de gran ayuda, y podríais necesitarme.
Él la agarró por la parte superior de los brazos y cerró sus ojos frente a ella.
– Te necesito aquí, Caroline. Sana y salva.
Ella lo miró y vio algo en sus ojos grises que nunca había esperado, desesperación.
Y tomó una determinación.
– Muy bien – susurró – permaneceré aquí, pero no soy feliz así.
Sus últimas palabras se amortiguaron mientras él la acercaba para apretarla con un abrazo.
– Gracias – murmuró, y no estaba segura de si él se lo decía a ella o a Dios.
La noche siguiente fue la peor que Caroline había pasado nunca. Blake y James se habían marchado poco tiempo después de la cena, antes de que el cielo hubiera comenzado a oscurecerse. Habían afirmado que necesitaban evaluar la situación del terreno. Cuando Caroline protestó con que alguien les vería, sólo se rieron. Le contestaron que Blake era conocido como terrateniente en el distrito, ¿porqué no iba a estar dando una vuelta con uno de sus amigos? Incluso planearon parar en un bar del vecindario para tomar una pinta para favorecer el engaño de que eran simplemente un par de nobles de jarana.
Caroline tenía que admitir que sus palabras tenían sentido, pero no podía quitar la serpentina que temblaba de miedo reptando por su vientre. Sabía que debía confiar en su marido y en James; después de todo, ellos habían trabajado para el Ministerio de Defensa durante años, sin duda, ellos sabían lo que estaban haciendo.
Pero ella presentía algo malo, eso era todo. Una sensación molesta que simplemente no cuadraba. Caroline tenía pocos recuerdos de su madre, salvo sus salidas para mirar las estrellas; pero recordaba una vez sus risas con su marido y comentarios sobre que la intuición femenina era tan consistente como el oro.
Mientras paseaba por los alrededores de Seacrest Manor, Caroline miraba la luna y las estrellas y decía
– Sinceramente, espero que no tuvieras ni idea de lo que decías, madre.
Esperó para sentir la tranquilidad que normalmente encontraba en el cielo nocturno pero por primera vez en su vida, le falló.
– Mierda – murmuró. Apretó los ojos fuertemente mirando hacia arriba otra vez.
Nada. Todavía se sentía fatal.
– Le estás dando demasiada importancia a esto – se dijo a sí misma – No has tenido en toda tu vida ni una onza de intuición femenina. Ni siquiera sabes si tu propio marido te ama ¿Crees que una mujer con intuición no sabría al menos eso?
Más que nada, lo que ella quería era saltar sobre un caballo y cabalgar al rescate de Blake y James. Excepto que ellos probablemente no necesitaban que los rescatase, y ella sabía que Blake nunca la perdonaría. La confianza era algo tan preciado, y ella no quería destruir la suya pocos días después de casarse.
Tal vez si ella fuera a la playa, donde ella y Blake hicieron el amor por primera vez; tal vez allí pudiera encontrar un poco de paz.
El cielo estaba cada vez más oscuro, pero Caroline se dio la vuelta y se encaminó al sendero que se dirigía hacia el agua. Atajó atravesando el jardín y estaba pasando por el camino empedrado, cuando oyó algo.