Aunque parezca mentira, Caroline le creyó. Aparte de sus inclinaciones hacia el secuestro, no parecía del tipo de los que toman a una mujer en contra de su voluntad. De alguna extraña manera, ella confiaba en este hombre. Podía haberla herido, podía incluso haberla matado, pero no lo había hecho. Sintió que él tenía un código de honor y moralidad, que había estado ausente en sus tutores.
– ¿Y bien? – Insistió.
Ella retrocedió hasta donde acababa la cama y colocó sus manos remilgadamente sobre su regazo.
– Abra.
Ella aclaró su garganta (como si eso fuera necesario) y abrió su boca; él puso la llama de la vela cerca de su cara y miró dentro. Después de un rato se retiró, y ella cerró su boca de golpe, mirándolo fijamente a los ojos con gran expectación.
Se puso serio.
– Parece como si alguien hubiera metido una navaja en su garganta, espero que lo sepa.
Ella asintió con la cabeza.
– Supongo que estaría toda la noche tosiendo.
Asintió de nuevo.
El cerró los ojos durante una fracción de segundo más larga de lo que era necesario, antes de decir:
– No estoy dispuesto a admirarla por esto; se causa tanto dolor para evadirse de unas cuantas preguntas que muestren su verdadera dedicación por la causa.
Caroline le puso su mejor expresión de escándalo.
– Desafortunadamente para usted, eligió la causa equivocada.
Se las arregló para poner una mirada fija inexpresiva, pero era una mirada honesta; no tenía ni idea de la causa de la que le estaba hablando.
– Estoy seguro de que todavía puede hablar.
Ella sacudió su cabeza negativamente.
– Inténtelo – se inclinó y la miró fijamente y de una forma tan dura que ella se retorció – por mí.
Negó con su cabeza de nuevo, esta vez rápidamente, muy rápidamente.
El se inclinó todavía más cerca, hasta que su nariz estuvo casi descansando sobre la suya.
– Inténtelo.
– No! – Ella abrió su boca y le gritó, pero realmente no salió ningún sonido.
– Verdaderamente no puede hablar – dijo, totalmente sorprendido.
Ella intentó lanzarle su mejor mirada de “¿Que demonios cree que he estado intentando decirle si pudiera hablar?”; pero tuvo la sensación de que los sentimientos eran demasiado complicados para una sencilla expresión facial.
Repentinamente, él se levantó.
– Vuelvo enseguida.
Caroline no pudo hacer nada, solo le miró fijamente la espalda cuando abandonaba la habitación.
Blake suspiró irritado cuando abrió la puerta de su estudio. Demonios, era ya demasiado viejo para esto; con veintiocho años podía ser relativamente joven, pero siete años con el Ministerio de defensa eran suficientes para dejar a cualquiera cansado y harto. Había visto morir a amigos, su familia siempre se preguntaba por qué desaparecía durante tanto tiempo, y su prometida…
Blake cerró los ojos con dolor y remordimiento. Marabelle hacía mucho tiempo que ya no era su prometida; ella no era la prometida de nadie y no estaba seguro de que lo hubiera sido. Enterrada como estaba en casa de su familia en Cotswolds. Había sido tan joven, tan bella, tan extraordinariamente brillante. Había sido asombroso, realmente, enamorarse de una mujer cuyo intelecto superaba el suyo propio. Marabelle había sido en cierto modo un prodigio, un genio de los idiomas, y era por esta razón que había sido reclutada tan joven en el Ministerio de Defensa.
Y entonces ella reclutó a Blake, su vecino de tantos años, copropietario de las mejores casitas en árboles amuebladas de Inglaterra, y compañero en lecciones de baile. Habían crecido juntos, se habían enamorado, pero Marabelle murió sola.
“No”, pensó, “eso no era del todo cierto”. Marabelle solo había muerto, él era el único al que habían dejado solo.
Había continuado trabajando para el Ministerio de Defensa durante algunos años, se dijo que debía vengar su muerte, pero a menudo se preguntaba, si no lo haría porque no sabía qué más hacer con su vida, y sus superiores no le querían dejar marchar. Después de la muerte de Marabelle se había vuelto temerario; no le importaba mucho si vivía o moría, se había arriesgado estúpidamente en nombre de su país y esos riesgos habían dado resultado. Nunca había fallado en ninguna de sus misiones.
Por supuesto, a él también le habían disparado, envenenado, y abandonado al lado de algún barco, pero esto no era tanta molestia para el Ministerio de defensa como la perspectiva de perder a su agente más destacado.
Pero ahora Blake intentaba dejar atrás su ira. No había forma de que pudiera enterrar su dolor, parecía que tendría un cambio al fin este odio arrollador por el mundo que le había robado a su verdadero amor y su mejor amiga; y la única manera en que podía hacerlo era abandonar el Ministerio de defensa e intentar al menos llevar una vida normal.
Pero primero tenía que terminar este último caso. El responsable del fallecimiento de Marabelle había sido un traidor como Oliver Prewitt; ese traidor había sido ejecutado, y Blake estaba resuelto a que Prewitt también viera la horca.
Hecho esto, de cualquier modo, tenía que conseguir alguna información más de Carlotta De León. Demonio de mujer. No creyó ni por un momento que repentinamente ella hubiera empezado a padecer algo extraño. Una enfermedad horrorosa que le había quitado el habla. No, la pequeña era probable que se hubiera levantado a medianoche tosiendo a lo bruto.
Había sido casi auténtico, ver su expresión de susto cuando intentaba gritarle “No”. Tuvo la sensación de que ella esperaba que algún sonido saliera y él se rió. Esperaba que su garganta quemara como los fuegos del infierno. Ella no se merecía menos.
Aun tenía un trabajo que hacer; esta misión sería la última para el Ministerio de defensa, y aunque el no quería nada más que retirarse definitivamente a la paz y tranquilidad de Seacrest Manor, no estaba dispuesto a permitir que esta misión no fuera un éxito.
Carlotta De León hablaría, y Oliver Prewitt sería colgado.
Y entonces Blake Ravenscroft se convertiría en un simple hacendado caballeroso y aburrido para terminar su vida en solitaria tranquilidad. Quizás comenzaría a pintar, o a la cría de perros de caza. Las posibilidades eran interminables, e interminablemente aburridas.
Pero por ahora, tenía un trabajo que hacer. Con severa determinación recogió tres plumas, una botellita de tinta y algunas hojas de papel; si Carlotta De León no podía contarle todo lo que sabía, si podría apuntarlo condenadamente bien.
Caroline estaba sonriendo de oreja a oreja. Hasta aquí su mañana había sido un completo éxito, su secuestrador estaba ahora convencido de que no podía hablar, y Oliver…
Oh, esto hizo que sonriera aún más, pensando en lo que Oliver debería estar haciendo en ese preciso momento. Gritando sus estupideces, lo más probable, y tirando un jarrón a su hijo; nada de gran valor, por supuesto, Oliver era demasiado astuto en sus ataques de ira para destruir algo de gran valor monetario.
Pobre Percy, Caroline casi sentía lástima por él, casi. Era duro evocar mucha simpatía por el patán cabezón que había intentado forzarla la noche anterior. Se estremeció al pensar como se sentiría si realmente hubiera sucedido.
Más aún, tenía la sensación de que si Percy nunca lograba salir de debajo de su padre, se quedaría a medio camino de convertirse en un ser humano decente. Ella no quería ver eso como algo natural, pero en realidad él no iría agrediendo a mujeres inocentes si su padre no se lo ordenara.