El recepcíonista del hotel Continental examinó minuciosamente el documento de identidad que le presenté, antes de mirarme por encima de las gafas y declarar:
– Bienvenido al Continental, señor Sindre Fauke.
Y, ya tumbado en la cama de la habitación amarilla del hotel, con la mirada clavada en el techo mientras escuchaba los sonidos de la ciudad que bullía fuera, saboreé nuestro nuevo nombre. Sindre Fauke. Se me hacía raro, pero supe enseguida que podría funcionar, sí, sin duda, podría funcionar.
Capítulo 102
NORDMARKA
12 de Julio de 1944
… un hombre llamado Even Juul. Como los demás tipos de la Resistencia, parece haberse tragado mi historia de cabo a rabo. Pero ¿por qué no iban a hacerlo? La verdad, que soy un soldado del frente buscado por asesinato, sería más difícil de digerir que el hecho de que yo sea un desertor del frente oriental llegado a Noruega a través de Suecia. Además, lo han comprobado con sus fuentes en la oficina de reclutamiento, donde les han confirmado que una persona llamada Sindre Fauke ha sido dada por desaparecida, que probablemente se haya unido a los rusos. Los alemanes tienen sus asuntos bajo control.
Hablo un noruego estándar, resultado de mis años de juventud en Norteamérica, supongo, pero nadie reacciona ante el hecho de que me haya deshecho tan pronto del dialecto de Gudbrandsdaí, de donde era Sindre Fauke. Soy de un pequeño pueblo noruego pero, aunque me encontrara con alguien a quien haya conocido en mi juventud (¡mi juventud!, ¡Dios mío!, tan sólo hace tres años y me parece toda una vida), estoy convencido de que no me reconocerían, ¡hasta tal punto me siento otra persona!
En cambio, sí temo que, de repente, aparezca alguien que haya conocido al verdadero Sindre Fauke. Por suerte, él procedía de un pueblo si cabe más apartado que el mío, pero claro, tendrá parientes que se supone que pueden identificarlo.
Y éstas eran las cuestiones sobre las que yo me dedicaba a reflexionar, de ahí el desconcierto que sentí cuando me ordenaron que liquidara a uno de mis propios hermanos de Unión Nacional (es decir, a uno de los hermanos de Fauke). Ésa será la prueba de que en verdad he cambiado de bando y que no soy un infiltrado. Daniel y yo estuvimos a punto de romper a reír; es como si la idea se nos hubiese ocurrido a nosotros mismos pues, en efecto, ¡me estaban pidiendo que quitase de en medio a todos aquellos que podían descubrirme! Ya sé que los líderes de estos soldados de pacotilla piensan que el fratricidio es ir demasiado lejos, pues no están habituados a la crueldad de la guerra aquí, en la seguridad de estos bosques. Pero yo he pensado seguir sus órdenes al pie de la letra antes de que cambien de idea. En cuanto anochezca, bajaré al pueblo y cogeré mi arma reglamentaria que, junto con el uniforme, dejé en una caja fuerte de la estación del tren, y tomaré el mismo tren nocturno con el que llegué, pero hacia el norte. Conozco el nombre del pueblo más próximo a la granja de los Fauke, de modo que no tendré más que preguntar cómo llegar hasta allí.
Capítulo 103
OSLO
13 de Mayo de 1945
Otro día extraño. Todo el país está embriagado de libertad y hoy llegará a Oslo el príncipe heredero Olav, junto con una delegación del gobierno. No puedo ni pensar en bajar al puerto para ver su llegada, pero he oído que «media» Oslo se había congregado ya allí. Subí la calle Karl Johan con ropa civil, aunque mis «compañeros de campaña» no comprenden por qué no he optado, como ellos, por lucirme con el «uniforme» de la Resistencia para que me vitoreen como a un héroe. Por lo que dicen, ahora es un buen reclamo para las muchachas. Las jóvenes y los uniformes…; si no recuerdo mal, en 1940 corrían con el mismo entusiasmo detrás de los uniformes verdes.
Caminé hasta el palacio para ver si el príncipe heredero salía al balcón para dirigir unas palabras a la multitud. Ya había allí congregadas algunas personas. Llegué justo a la hora del cambio de guardia. Un espectáculo bastante triste, en comparación con el estándar alemán, pero la gente gritaba de júbilo.
Tengo la esperanza de que el príncipe heredero eche un jarro de agua fría sobre todos los llamados buenos noruegos que han permanecido, durante cinco años, como espectadores pasivos, sin mover un dedo por ninguno de los dos bandos y que ahora piden a gritos venganza contra los traidores a la patria. De hecho, creo que el príncipe Olav nos comprende, pues, de ser ciertos los rumores, de los miembros de la realeza y el gobierno, tan sólo él mostró cierta entereza durante la capitulación, al ofrecerse a quedarse con su pueblo y compartir su destino. Pero el gobierno se lo desaconsejó, pues sabían que su imagen y la del rey quedarían en entredicho si lo dejaban aquí mientras ellos se marchaban.
Sí, tengo la esperanza de que el joven príncipe (que, al contrario que «los santos de los últimos días», sabe cómo llevar el uniforme) le explique a la nación cuál ha sido la prestación de los combatientes del frente, sobre todo, teniendo en cuenta que él vio con sus propios ojos hasta qué punto los bolcheviques del este constituían (y aún constituyen) un grave peligro para nuestro país. Parece que, ya a principios de 1942, mientras nosotros nos preparábamos para marchar al frente oriental, el príncipe mantuvo conversaciones con Roosevelt y le expresó su preocupación por los planes rusos en Noruega.
La gente agitaba banderolas, cantaron alguna canción y los viejos árboles del parque Slottsparken jamás habían lucido tanto verdor. Pero el príncipe no salió al balcón. Así que no tendré más remedio que armarme de paciencia.
– Acaban de llamar de Viena. Las huellas son idénticas.
Weber estaba en la puerta de la sala de estar.
– Estupendo -respondió Harry asintiendo abstraído y sin dejar de leer.
– Alguien ha vomitado en el cubo de la basura -continuó Weber-. Y ese alguien está bastante enfermo, pues hay más sangre que otra cosa.
Harry se pasó el dedo por la lengua y pasó a la página siguiente.
– Bueno.
Silencio.
– Si necesitas ayuda con alguna otra cosa…
– Gracias, Weber, pero eso es todo.
Weber asintió, pero no se movió de la puerta.
– ¿No vas a dar una orden de búsqueda? -preguntó al fin Weber.
Harry alzó la vista y miró ausente hacia Weber.
– ¿Y eso por qué?
– Sabes lo que te digo, que no tengo ni idea -comentó Weber-. Y tampoco necesito saberlo.
Harry sonrió, quizá por el comentario del viejo policía.
– No, desde luego.
Weber aguardó una continuación que no se produjo.
– Como quieras, Hole. Me traje una Smith & Wesson. Está cargada y ahí tienes un cargador. ¡Cógela!
Harry levantó la vista justo a tiempo de atrapar la funda negra que Weber acababa de lanzarle. La abrió y sacó la pistola. Estaba engrasada y el acero recién lustrado relucía con destellos mate. De modo que era el arma de Weber.
– Gracias por tu ayuda, Weber -dijo Harry.
– Que te sea leve.
– Lo intentaré. Que tengas un buen… día.
Weber resopló ante el comentario. Cuando salió del apartamento, Harry ya llevaba un rato sumido nuevamente en su lectura.
Capítulo 104
OSLO
27 de Agosto de 1945
¡Traición, traición, traición! Estaba petrificado, bien oculto en la última fila, cuando hicieron entrar a mi amada, que se sentó en el banco de los testigos y le ofreció a él, a Even Juul, aquella sonrisa fugaz pero evidente.
Y esa sonrisa fue suficiente para revelármelo todo, pero me quedé allí como amarrado a la silla, sin capacidad para hacer nada más que escuchar, ver.
Y sufrir. ¡Qué falsa y qué mentirosa! Even Juul sabe bien quién es Signe Alsaker, fui yo quien le habló de ella. Pero a él no se lo puede culpar, él cree que Daniel Gudeson está muerto, pero ella, ¡ella juró en falso fidelidad hasta en la muerte! Así que no puedo por menos de repetirlo: ¡traición! Y el príncipe heredero no ha dicho una sola palabra. Nadie ha dicho nada. Están ejecutando a hombres que arriesgaron sus vidas por Noruega en el fuerte de Akershus. Los ecos de los disparos resuenan en el aire sobrevolando la ciudad por un segundo para luego desaparecer y dar paso a un silencio aún mayor. Como si nada hubiese ocurrido.