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Capítulo 53

CALLE JENS BJELKE

10 de Marzo de 2000

– «Hola, éste es el contestador de Ellen y Helge. Deja tu mensaje.»

– Hola, soy Harry otra vez. Hoy no he ido a trabajar, pero por lo menos he podido llamar al doctor Blix. Me alegra poder contarte que no abusaron de ti y, por lo que hemos podido constatar, todas tus pertenencias terrenales estaban intactas. Lo que, a su vez, significa que no tenemos ningún móvil, aunque, claro está, puede que no tuviese tiempo de hacer lo que tenía planeado, por alguna razón que desconocemos. Quizá no pudo llevar a cabo su plan. Hoy se han presentado dos testigos que te vieron delante de Fru Hagen. Además, hay registrado un pago con tu tarjeta en el Seven-Eleven de la calle Markveien a las 2.2:55. Llevan todo el día interrogando a tu amigo Kim. Dijo en su declaración que ibas camino de su casa y que te había pedido que le comprases cigarrillos. Uno de los chicos de la KRIPOS le concedió gran importancia al hecho de que hubieses comprado una marca distinta a la que Kim suele fumar. Por otro lado, tu amigo no tiene coartada. Lo siento, Ellen, pero en estos momentos, él es el principal sospechoso.

»Por cierto, acabo de recibir una visita. Se llama Rakel y trabaja en el CNI. Dijo que venía para ver qué tal me encuentro. Se quedó un rato, pero no hablamos mucho. Se fue casi enseguida. Creo que no soy muy buena compañía.

»Recuerdos de Helge.

Capítulo 54

CALLE JENS BJELKE

13 de Marzo de 2000

– «Hola, éste es el contestador de Ellen y Helge. Deja tu mensaje.»

– Éste es el mes de marzo más frío desde hace muchísimo tiempo. El termómetro indica dieciocho grados bajo cero y las ventanas de este edificio son de principios de siglo. La creencia general de que no se siente frío cuando se está borracho es totalmente infundada. Mi vecino Ali llamó a mi puerta esta mañana. Parece ser que me caí en la escalera cuando regresaba a casa ayer y él me ayudó a meterme en la cama.

»Sería la hora de almorzar cuando llegué a la oficina, porque la cantina estaba repleta de gente cuando fui a por mi café de la mañana. Me dio la impresión de que me miraban, pero puede ser que sólo sean figuraciones mías. Te echo muchísimo de menos, Ellen.

»He comprobado los antecedentes de tu amigo Kim. Veo que tiene una condena menor por posesión de hachís. La KRIPOS sigue opinando que ha sido él. No lo conozco y bien sabe Dios que no soy ningún buen conocedor de la naturaleza humana, pero por lo que tú me contabas de él, no me parece ese tipo de persona, ¿tú qué opinas? Llamé a la policía científica y me dijeron que no habían encontrado ni un solo pelo en la gorra, tan sólo algo que parecen ser restos de piel. Lo enviarán para que se haga un análisis de ADN y creen que tendrán los resultados en cuatro semanas. ¿Sabes cuántos pelos pierde una persona adulta cada día? Lo he consultado. En torno a ciento cincuenta. Y no encontramos ni un solo pelo en la gorra. Después me fui a ver a Møller para pedirle que me diera una lista de todas las personas condenadas por agresiones graves durante los últimos cuatro años y que en la actualidad vayan rapadas.

»Rakel pasó por mi oficina y me dio un libro. Nuestros pájaros. Un libro curioso. ¿Le gustarán a Helge las mazorcas de mijo? Cuídate.

Capítulo 55

CALLE JENS BJELKE

14 de Marzo de 2000

– «Hola, éste es el contestador de Ellen y Helge. Deja tu mensaje.»

– Te han enterrado hoy. Yo no he asistido. Tu gente se merecía una ceremonia digna y yo no estaba muy presentable, así que te mandé un saludo desde el restaurante Schrøder. A las ocho de la tarde cogí el coche y me fui a la calle Holmenkollen. No fue buena idea. Rakel tenía visita, el mismo tipo que ya he visto en su casa en alguna ocasión. Se presentó como no sé qué cargo del Ministerio de Asuntos Exteriores y me dio la impresión de que estaba allí por un asunto de trabajo. Creo que se llamaba Brandhaug. A Rakel no pareció agradarle mucho su visita, pero, bueno, puede que sean cosas mías. Me fui antes de que la situación resultase demasiado embarazosa. Rakel insistió en que tomara un taxi pero, cuando miré por la ventana, vi que el Escort estaba aparcado en la calle, así que no seguí su consejo.

»Como comprenderás, las cosas son algo caóticas en estos momentos, pero por lo menos hoy he ido a la tienda de animales a comprar alpiste. La señora de la tienda me propuso la marca Trill, y seguí su consejo.

Capítulo 56

CALLE JENS BJELKE

15 de Marzo de 2000

– «Hola, éste es el contestador de Ellen y Helge. Deja tu mensaje.»

– Hoy me di una vuelta por el restaurante Ryktet. Me recuerda un poco al Schrøder. Por lo menos, no te miran dos veces si pides una cerveza por la mañana. Me senté a la mesa de un viejo y, haciendo un esfuerzo, conseguí entablar una especie de conversación. Le pregunté qué era lo que tenía en contra de Even Juul. Me miró largo rato, era evidente que no me recordaba de la última vez que estuve allí. Pero después de invitarlo a una cerveza, me contó la historia. Resulta que el tío había sido combatiente en el frente, eso ya lo había intuido yo, y conocía a la esposa de Juul, Signe, de cuando ella trabajó de enfermera en el frente oriental. Se había presentado voluntaria porque estaba prometida a un soldado noruego del regimiento Norge. Cuando la acusaron de traición a la patria en 1945, Juul se fijó en ella. La condenaron a dos años de cárcel, pero el padre de Juul, que tenía un cargo importante en el Partido Laborista, procuró que la soltasen al cabo de un par de meses. Cuando le pregunté al viejo por qué aquello le producía tanta indignación, me contestó mascullando que Juul no era tan santo como quería aparentar. Ésa fue precisamente la palabra que utilizó, «santo». Me dijo que Juul era ni más ni menos que como los demás historiadores, escribía sobre los mitos del periodo de la guerra en Noruega tal y como los vencedores querían que se hiciese. El hombre no recordaba el nombre del primer prometido, sólo que había sido una especie de héroe para los del regimiento.

»Después me fui al trabajo. Knut Meirik pasó por mi despacho y estuvo un rato mirándome sin decir nada. Llamé a Bjarne Møller y me contó que la lista de rapados que le había pedido contenía treinta y cuatro nombres. ¿Será que los hombres sin pelo tienen tendencia a ser violentos? Møller ha designado a un oficial para que los llame y compruebe sus coartadas, con el fin de reducir la lista. Veo en el informe preliminar que Tom Waaler te llevó a casa y que, cuando te dejó, a las 22:15, estabas tranquila. Pero cuando dejaste el mensaje en mi contestador, es decir, según la compañía telefónica, a las 22:16, o lo que es lo mismo, en cuanto entraste en casa, estabas muy nerviosa porque habías descubierto algo. Me parece muy raro. Bjarne Møller me dijo que a él no se lo parece. Tal vez sean figuraciones mías.

»Quiero saber de ti pronto, Ellen.

Capítulo 57

CALLE JENS BJELKE

16 de Marzo de 2000

– «Hola, éste es el contestador de Ellen y Helge. Deja tu mensaje.»

– Hoy no he podido ir al trabajo. Estamos a doce grados bajo cero, algo menos que en mi apartamento. El teléfono lleva todo el día sonando y cuando por fin he decidido cogerlo, supe que era el doctor Aune. Es un hombre bueno para ser psicólogo, por lo menos no pretende estar menos confundido que los demás en cuanto a las cosas que pasan en nuestras cabezas. La vieja afirmación de Aune de que cualquier recaída de un alcohólico empieza donde terminó la última borrachera es una buena advertencia, pero no necesariamente cierta. Teniendo en cuenta lo que sucedió en Bangkok, le sorprendió que esta vez esté tan normal. Todo es relativo. Aune me habló también de un psicólogo estadounidense que ha llegado a la conclusión de que la trayectoria de la vida de las personas es, en cierto modo, hereditaria; que cuando asumimos el papel de nuestros padres, también las trayectorias se parecen. Mi padre se volvió un solitario cuando murió mi madre, y ahora Aune tiene miedo de que yo acabe igual debido a las diversas experiencias algo duras que he vivido: lo que me pasó en Vindern, ya sabes. Y luego en Sidney. Y ahora esto. Bueno. Le expliqué cómo paso los días, pero no pude por menos de reírme cuando el doctor Aune me dijo que era Helge quien había evitado que me desentendiera de todo por completo. ¡El pájaro carbonero! Ya te digo, Aune es un buen hombre, pero debería dejar la psicología.