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»Llamé a Rakel y le pregunté si quería salir conmigo. Me contestó que lo pensaría y que me llamaría. No comprendo por qué hago esto contra mí mismo.

Capítulo 58

CALLE JENS BJELKE

17 de Marzo de 2000

«… saje de Telenor. El número que ha marcado no corresponde a ningún abonado. Es un mensaje de Telenor. El número que ha…»

Parte VI. BETSABÉ

Capítulo 59

DESPACHO DE MØLLER

24 de Abril de 2000

La primera ofensiva de la primavera llegó tarde. No empezó a dejarse sentir hasta finales de marzo. En abril ya se había derretido toda la nieve hasta Songsvann. Pero después la primavera tuvo que batirse en retirada por segunda vez, pues nevó tan copiosamente que la nieve formó grandes montones hasta en el centro de la ciudad, y pasaron semanas hasta que el sol fue capaz de derretirla otra vez. Los excrementos de los perros y la basura del año anterior apestaban en las calles, el viento cobró velocidad en los espacios abiertos de Grønlandsleiret y de Galleri Oslo, levantaba la arena y obligaba a los viandantes a frotarse los ojos y a escupir mientras caminaban. La gente hablaba de la madre soltera que tal vez llegase a reinar un día, de la liga europea de fútbol y del tiempo tan inusual que sufrían. En la comisaría se hablaba de lo que cada uno había hecho en Semana Santa, de la mísera subida de los salarios…, como si todo siguiese igual.

Pero todo no seguía igual.

Harry estaba sentado en su despacho con los pies encima de la mesa mirando al cielo sin nubes, a las pensionistas tocadas con horrendos sombreros que llenaban las aceras por las mañanas, las furgonetas de reparto que pasaban con el semáforo en ámbar, todas esas pequeñas cosas que le otorgaban a la ciudad aquella falsa apariencia de normalidad. Hacía tiempo que lo venía pensando, que se preguntaba si él sería el único en no dejarse engañar. Hacía seis semanas que habían enterrado a Ellen, pero cuando miraba fuera, no notaba ningún cambio.

Llamaron a la puerta. Harry no contestó, pero la puerta se abrió de todos modos. Era el jefe de grupo Bjarne Møller.

– He oído que has vuelto.

Harry vio cómo uno de los autobuses rojos se deslizaba hasta la parada. En el lateral del autobús se veía un anuncio publicitario de los seguros de vida de la compañía Storebrand.

– ¿Puedes decirme por qué, jefe? -preguntó de pronto-. ¿Por qué los llaman seguros de vida cuando, en realidad, son seguros de muerte?

Møller suspiró y se sentó en el borde del escritorio.

– ¿Por qué no hay más sillas aquí, Harry?

– La gente va más al grano si está de pie -explicó sin dejar de mirar por la ventana.

– Te echamos de menos en el entierro.

– Me había cambiado para asistir -explicó Harry, más para sí que para Møller-. Y te aseguro que incluso estaba en camino. Y cuando vi aquel grupo tan triste de gente a mi alrededor, creí por un momento que había llegado. Hasta que comprendí que tenía ante mí a Maja, con su delantal, esperando mi pedido.

– Sí, me imaginaba algo así -dijo Møller.

Un perro cruzó el césped reseco con el hocico pegado a la tierra y el rabo tieso. Por lo menos había alguien que apreciaba la primavera de Oslo.

– ¿Qué pasó después? -preguntó Møller-. Estuviste perdido durante algún tiempo.

Harry se encogió de hombros.

– Estuve ocupado. Tengo un nuevo inquilino, un pájaro carbonero con una sola ala. Y aproveché para repasar mensajes antiguos grabados en mi contestador. Resultó que todos los mensajes que he recibido durante los dos últimos años han cabido en una cinta de media hora. Y todos eran de Ellen. ¿Triste, verdad? Bueno. Quizá no tanto. Lo único triste fue que yo no estaba en casa cuando me llamó por última vez. ¿Sabías que Ellen lo había descubierto?

Por primera vez desde que entró, Harry se volvió a mirar a Møller.

– ¿Te acuerdas de Ellen, verdad?

Møller suspiró.

– Todos nos acordamos de Ellen, Harry. Y me acuerdo del mensaje que había dejado en tu contestador y de que le dijiste a la KRIPOS que, en tu opinión, se trataba del intermediario de la operación de compra del arma. El hecho de que no hayamos conseguido encontrar el autor del crimen no significa que hayamos olvidado a Ellen, Harry. La KRIPOS y el grupo de delitos violentos llevan semanas trabajando, apenas si hemos dormido. Si hubieras venido al trabajo, te habrías dado cuenta de lo mucho que hemos trabajado.

Møller se arrepintió de sus palabras en cuanto las pronunció.

– No quiero decir…

– Sí, es lo que querías decir. Y por supuesto, tienes razón.

Harry se pasó una mano por la cara.

– Ayer por la noche escuché uno de sus mensajes. No tengo ni idea de qué quería. El mensaje contenía muchos consejos sobre cosas que debía comer y terminó diciendo que tenía que acordarme de la comida para los pajaritos, de estirarme después de entrenar y de Ekman y Friesen. ¿Sabes quiénes son Ekman y Friesen?

Møller negó con la cabeza.

– Dos psicólogos que descubrieron que, cuando sonríes, los músculos de la cara ponen en marcha unas reacciones químicas en el cerebro que te hacen adoptar una visión más positiva del mundo que tienes a tu alrededor y sentirte, en definitiva, más satisfecho con tu vida. Sencillamente, confirmaron la vieja teoría de que si tú le sonríes al mundo, el mundo te sonríe a ti. Me hizo creerlo durante un tiempo.

Volvió a mirar a Møller.

– Triste, ¿verdad?

– Muy triste.

Ambos sonrieron y guardaron silencio durante un rato.

– Sé que has venido para decirme algo en concreto, jefe. ¿Qué es?

Møller se levantó de la mesa de un salto y empezó a andar de un lado para otro.

– La lista de los treinta y cuatro cabezas rapadas sospechosos quedó reducida a doce después de comprobar sus coartadas. ¿De acuerdo?

– De acuerdo.

– Podríamos identificar el grupo sanguíneo del propietario de la gorra una vez obtenido el ADN de los restos de piel que encontramos. Cuatro de los doce tenían el mismo grupo sanguíneo. Tomamos una muestra de sangre de esos cuatro y se las enviamos a la científica para que analizasen el ADN. Los resultados han llegado hoy.

– ¿Y?

– Nada.

Se produjo un silencio en el que sólo se oían las suelas de goma de Møller, que emitían un gritito cada vez que se giraba.

– ¿Y la policía judicial ha descartado la idea de que el novio de Ellen fuese el culpable?

– También hemos comprobado su ADN.

– ¿Así que estamos como al principio?

– Más o menos, sí.

Harry se volvió hacia la ventana otra vez. Una bandada de tordos alzó el vuelo desde el gran olmo y desapareció hacia el oeste con dirección al hotel Plaza.