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– No hay ninguna excusa para mi conducta, Su Majestad. Pero en mi defensa debo alegar que nunca antes me comporté de esa manera y le aseguro que jamás lo volveré a hacer.

– Eso espero, Philippa Meredith -dijo suavemente la reina-. Tu madre se sentiría muy mal si se enterara de tu mala conducta.

– Estoy tan avergonzada, Su Majestad. Apenas recuerdo lo sucedido. Bessie Blount me puso al tanto de mi aberrante conducta. Nunca había hecho algo así en mi vida. Y usted lo sabe.

– Estabas ebria, pequeña -comentó el rey con calma.

– Sí, Su Majestad -admitió Philippa, bajando la cabeza.

– ¡Fue un espectáculo vergonzoso!

– Es cierto, Su Majestad. -Sintió que las lágrimas le rodaban por las mejillas.

– ¡Me sorprende que conozcas canciones de ese tipo!

– Las escuché en los establos -respondió Philippa.

– Apostaste tu dinero, tu ropa, y si yo no hubiera llegado a tiempo, no sé qué otra cosa hubieras entregado. ¿Por qué una jovencita como tú arruinaría su reputación por un capricho? Conocí a tu padre, era uno de los hombres más honorables del reino. Y pienso lo mismo de tu madre, aunque se haya casado con un escocés. Su buena conducta y lealtad te han brindado el honor de servir a nuestra reina. ¿Acaso quieres perder esos privilegios?

Philippa comenzó a sollozar.

– No, Su Majestad. Estoy tan orgullosa de servir a mi reina. Siempre quise estar a su lado. ¡Estoy tan arrepentida! Le ruego me perdone, Su Majestad. Lamento haberlo desilusionado de esa manera. -Philippa se echó a llorar, cubriéndose el rostro con las manos.

El rey parecía incómodo. No le gustaba ver llorar a las mujeres. Se puso de pie, se acercó a Philippa y la rodeó con su brazo. Sacó un pañuelo de seda y le secó los ojos como si fuera una niñita.

– No sufras más, pequeña. No es el fin del mundo -la tranquilizó. Le dejó el pañuelo y volvió a sentarse.

La muchacha trató de controlarse. Era una situación penosa, nadie aullaba como un bebé frente a un rey. Pero le dolía la cabeza y también el abdomen.

– Temo que decidan enviarme de regreso a Friarsgate -se animó a decir. Se enjugó las lágrimas y los miró a los ojos.

– Así es -dijo el rey alzando la mano para evitar que la joven intentara defenderse-. La reina y yo pensamos que debes regresar con los tuyos por un tiempo. No has estado en tu casa durante varios años. Cuando tu madre considere que estás lista para volver a la corte, nosotros te recibiremos con los brazos abiertos. Partirás con tu doncella mañana. Acompañarás a la comitiva de la reina hasta Woodstock y luego continuarás tu camino escoltada por nuestros hombres.

"No puedo objetar esta decisión -pensó Philippa-. Nadie discute con los reyes. Además, dijeron que podía volver".

– Gracias, Su Majestad -dijo tras hacer una reverencia.

– Por fortuna, hay poca gente en Richmond, Philippa Meredith. Los pocos que se han enterado de tu indiscreción la habrán olvidado cuando regreses. -Le tendió la mano. Philippa la tomó y besó el anillo del rey,

– Gracias, Su Majestad. Su Majestad -se dirigió a la reina-, por favor, acepte mis disculpas por la inexplicable conducta de anoche. No volverá a ocurrir. -Se inclinó en una profunda reverencia.

– Le llevarás una carta a tu madre -agregó el rey y levantó su mano en señal de despedida.

Suspirando, Philippa salió del salón privado del rey. La reina volteó hacia su marido.

– Milord, trata de ser diplomático cuando le escribas a Rosamund Bolton. Quiero volver a ver a Philippa en la corte en el futuro y, además, sé que la joven no quiere vivir en el norte.

– ¡Qué extraño! A Rosamund nunca le interesó la vida palaciega. En cambio, su hija mayor adora esa vida y es, sospecho, una perfecta dama de la corte. Me pregunto qué sucederá cuando se encuentren madre e hija. A Philippa no le gustará permanecer en Cumbria.

– Pero ella es la heredera de Friarsgate.

– Sospecho que eso no le importa demasiado.

Philippa se dirigió deprisa a la habitación donde sabía que Bessie la estaría esperando.

– Me han enviado de vuelta a casa -declaró con dramatismo ni bien traspuso la puerta.

– ¿Qué ocurrió? Pero podrás volver, ¿no? No te habrán expulsado para siempre.

– Sí, por fortuna me permitieron volver, pero solo cuando mamá lo autorice, así que tendré que convencerla de que necesito regresar cuanto antes a la corte. Los reyes me regañaron y con justa razón.

– ¿Lloraste?

– Sí -admitió Philippa-. Sentí mucha vergüenza, no pude contenerme.

– Entonces te castigó por eso. Dicen que el rey odia a las mujeres lloronas -sonrió Bessie-. ¿Cuándo te vas?

– Mañana parto rumbo a Woodstock con la comitiva de la reina y de allí me escoltarán hasta Friarsgate. Lucy casi terminó de empacar. Debe de estar feliz de saber que regresamos a casa. AI menos, ella extraña su tierra.

– ¿Friarsgate es tan espantoso como lo describes? Yo soy de Shropshire, dicen que tenemos los inviernos más crudos de Inglaterra. Mi familia tampoco es especial; pero, aunque me gusta la corte tanto como a ti, me siento feliz cuando tengo la oportunidad de volver a Kinlet Hall y ver a mi querida madre. Y eso que no tengo la buena fortuna de ser la heredera de las tierras de mi familia.

Philippa suspiró.

– Lo sé. Quizá sea una tonta, pero yo cambiaría Friarsgate por una pequeña propiedad en Kent, Suffolk o incluso en Devon. Las tierras de mi madre necesitan cuidados muy especiales. Ella y mi tío Thomas, lord Cambridge, crían ovejas para fabricar tejidos, luego los envían al extranjero en un barco que poseen. Saben exactamente cuánto van a vender y a quién, así pueden administrar las tierras. Por otra parte, si aprendí algo de mi madre es que uno debe administrar sus propiedades y no dejarlas en manos de extraños. Sin embargo, no deseo encargarme de semejante responsabilidad. Creo que soy más parecida a mi padre, él era un caballero leal del rey y entendía la vida de la corte. En cambio, de mi madre solo heredé su apariencia física.

– Tu familia siempre me dio la impresión de ser muy unida y cariñosa. ¿Tus hermanas vendrán alguna vez a la corte?

– Banon ya está en edad de hacerlo. Ella es la heredera de Otterly Court, las propiedades de lord Cambridge. Y luego está mi hermanita, que se llama Bessie como tú. Me temo que no las reconoceré después de tantos años.

– Seguro que de inmediato te sentirás como en los viejos tiempos.

– Sí. Y además veré a John Hepburn, el hijo de mi padrastro, y a mis medio hermanos; son escoceses, no ingleses. Ahora también seré una extraña para ellos.

– Entonces pasarás un verano interesante. No como el mío, que será tedioso. Creí que Maggie, Jane y Anne se quedarían con la reina durante el verano.

– La madre de Jane se enfermó y tuvo que regresar a su casa. No estoy segura de que pueda volver. Maggie fue a visitar a su abuela a Irlanda. Y Anne fue a conocer a un candidato que su familia encontró para ella -recordó Philippa-. Sí, creo que pasarás un verano muy aburrido, pero no te preocupes, trataré de volver lo antes posible.

– Dijiste que eso dependía de tu madre.

Philippa sonrió.

– No estaré feliz en casa. Y si no estoy contenta, nadie lo estará hasta que regrese a la corte y me rodee de gente civilizada. Bessie sacudió la cabeza.

– Deberías aprender a ser más complaciente, Philippa Meredith. A los hombres nos les gustan las mujeres tan testarudas. Philippa rió.

– No me importa. Al menos soy honesta, no como otras. Millkent Langholme sonríe con dulzura y se sonroja por cualquier tontería; pero todas sabemos que en cuanto consiga el anillo de bodas, le pondrá una soga al cuello a sir Walter y lo arrastrará por la vida a su manera, sin tenerle la menor consideración.