Para que conste en acta, la norma para dirigirse al instructor de química durante la entrada en el aula es que todos los agentes tienen que anunciar al unísono:
– Saludos, educador muy estimado y reverenciado.
Con una sola voz unida, todos los agentes han de decir:
– Acepte, por favor, nuestro agradecimiento por la sabiduría que nos imparte.
Esto, todos los días.
En este hoy pasado específico, hace innumerables jornadas, este agente calienta tintura de yodo, sostiene la tintura dentro de un vaso de precipitados de cristal por encima de llama de mechero de gas. Una mano del agente-yo maneja el vaso de precipitados con tenacillas de sujeción de seguridad. Otra mano de este agente suspende un platillo de metal lleno de hielo por encima de la tintura calentada hasta ebullición dentro del vaso de precipitados, y a medida que el alcohol se evapora los cristales de yodo se subliman. Las formas cristalinas se materializan en la parte inferior del platillo de hielo. Con una mano del agente-yo afianzando el vaso de precipitados calentado, la llama del gas susurrando y la otra mano afianzando en suspenso el platillo de hielo, a este agente no le quedan manos cuando el laboratorio se queda a oscuras. De repente no hay luz. De una luz potente que rodeaba a muchos compañeros agentes, Tibor, Sheena, Ling, Metro, Tanek, y a bebés animales, el aula laboratorio se queda oscura y a ciegas.
Por detrás del agente-yo lo han envuelto unas manos ajenas, ahuecadas para cubrir los ojos de este agente. Ahuecadas para cegar.
Sería posible que el talón del agente-yo diera una patada hacia atrás, el Estallido de la Mula, catatroc, para hacer trizas rodilla de atacante. Pero entonces una voz femenina dice:
– Camarada agente, formule rápidamente la receta para manufacturar enorme explosión de ácido pícrico. -La voz de la agente 36, la agente Magda.
Con el dúo de manos del agente-yo ocupadas, una recalentada y otra helada por el hielo, la boca de este agente dice:
– Receta del ácido pícrico… -Digo-: Veinte aspirinas, media taza de alcohol puro, ácido sulfúrico robado de batería de automóvil, tres cucharaditas de nitrato de potasio…
Las manos ahuecadas apestan a cloruro de zinc.
Las manos ahuecadas de la agente Magda destapan los ojos del agente-yo. La agente 36 lleva a cabo un pequeño desfile hasta detenerse al costado de este agente. Y Magda dice:
– Correcto exacto, camarada.
La tintura de alcohol casi se ha acabado, y los cristales de yodo restantes quedan abandonados en la parte de abajo del platillo de metal. Pronto este agente debe raspar y recoger. Combinar con gran cautela con amoníaco de limpieza domestica, generando forma tri-yoduro de nitrógeno. Precipitar después los cristales de color rojo parduzco. Lavar los cristales con alcohol. Lavar repetidamente con éter. Producir a continuación uno de los más tremendos explosivos que conoce la humanidad.
Mirando con ojos castaños la cara del agente-yo, Magda dice:
– Importante que se hiele bien quieto, camarada. -Dice-: Sin movimientos. -La agente 36 se clava la yema del dedo en la mejilla de la cara propia y dice-: En esta ubicación de la cara de mi camarada hay manchitas blancas de cristales de fulminato de mercurio…
Muy peligroso, cáustico, explota si se calienta demasiado, explota con cualquier movimiento brusco. Fulminato de mercurio. El compuesto explosivo más antiguo y el más inestable.
La agente Magda se eleva hasta quedar apoyada únicamente en las puntas de los pies, con pose de bailarina, para acercarse a mí. El aliento de la agente 36 acaricia la mejilla del agente-yo. La cara de Magda va a entrar en contacto inminente con la piel facial de este agente. Al momento siguiente, la lengua de la agente Magda se despliega fuera de su boca, una lengua rosada y resbaladiza, con resplandor húmedo, y el músculo lingual traza un sendero de humedad por la mejilla de este agente.
Y limpia la futura explosión de fulminato de mercurio.
Al momento siguiente, la mano de la agente Magda se ahueca junto a la boca propia, con delicadeza de dama, haciendo de pantalla mientras la agente 36 genera bola protectora de saliva para envolver peligroso compuesto. Al momento siguiente, Magda expectora bola de saliva contra el suelo del laboratorio, expulsando a toda prisa, sip-plaf sobre el suelo, donde el compuesto de saliva impacta, flaca-bum, y la explosión deja un cráter en el cemento.
El aliento que exhala Magda apesta a hidróxido de sodio. Apesta a acetato de plomo. Sería posible que sus labios de ácido acético crearan una reacción química mortal, que estallaran al entrar en contacto con el bicarbonato sódico de los labios de este agente.
Al momento siguiente, las voces al unísono de todos los agentes, hablando con voz única, dicen:
– Saludos, educador muy estimado y reverenciado.
La puerta del aula-laboratorio ya no está alojada en la pared. La puerta se ha abierto para desvelar al respetado instructor de química, al aclamado mentor, al brillante líder. Con una oleada unida de voces, todos los agentes dicen:
– Acepte, por favor, nuestro agradecimiento por la sabiduría que nos imparte.
El instructor hace una reverencia con la cabeza.
Todos los agentes hacen una reverencia con la cabeza.
El aclamado líder emprende un pequeño desfile hacia una cuba de alambre ocupada por un roedor blanco. La mano del líder abre la portezuela-trampilla de acceso, pellizca la piel de detrás del cuello del roedor y lo extrae de la cuba de alambre. La mano suspende al roedor inquieto a la altura de los hombros mientras la cara del instructor ejecuta rotación para asegurarse de que todos los agentes están mirando. Emprende un pequeño desfile hasta el borde de la cubeta vacía de agua que hay excavada en la superficie de trabajo del laboratorio. En el centro del suelo de la cubeta hay un agujero de desagüe. Suspendido del borde superior de la cubeta para agua, un grifo flanqueado por interruptores de metal destinado a emitir chorros de agua caliente o bien fría.
Todos los agentes observan. Magda, Ling, Tanek, Chernok, todos.
El reverenciado instructor coloca al roedor blanco en el suelo de la cubeta vacía de agua, cerca del agujero de desagüe. El instructor dice:
– Dentro de vuestras cabezas formulad la siguiente imagen… -Dice-: Después de regresar a casa, os encontráis a un roedor silvestre caído, atrapado dentro de la cubeta de agua de la casa.
El instructor blande su mano en dirección al roedor, mientras las zarpas rosadas del animal escarban sobre las paredes metálicas interiores de la cubeta de agua. El roedor trepa un poquito y vuelve a resbalar hasta quedar atrapado en el suelo de la cubeta. El hocico rosado del roedor inhala temblorosamente. Los ojos rosados miran hacia arriba, al exterior de la cubeta de agua.
El muy brillante instructor dice:
– La pequeña y sucia alimaña lleva atrapada un largo intervalo… -Dice-: Muy hambrienta, muy sedienta, muy agotada. -El instructor posa la mirada en cada uno de los agentes, en Metro y en Tibor y en Mang, y dice-: El pequeño animal retuerce la cola y la encoge para protegerse. Tiembla. Temblores llenos de mucho terror.
En la cubeta de agua, el roedor blanco tiembla. Se encoge de miedo. Una sola gota de orina amarilla traza un reguero desde el animal al agujero de desagüe. La oreja del roedor está pegada al dorso de su cabeza. Se está encogiendo hasta hacerse todo lo pequeño que puede.
El instructor deja colgando la mano propia dentro de la cubeta, de manera que los dedos acarician el pellejo blanco de la espalda del roedor. Y acariciando el pellejo, dice:
– El pequeño animal meramente tiene deseo de sobrevivir. -Dice-: Lo que pasa es que el animal es portador de enfermedad. -Dice, acariciando el pellejo-: El pequeño animal es sucio y además alberga plan instintivo de reproducción…
El estimado instructor dispone su boca para desplegar una mueca de disgusto. Ejecuta rotación de cara a un lado y al otro y repite el movimiento hasta formar gesto de cabeza que significa «no».