El cielo azul, sin nubes que enmascaren la admiración del sol.
Para que conste en acta, todos los agentes de mi generación participan en el ensayo. El agente Tanek. La agente Magda. El agente Mang. Van siguiendo estrictamente las instrucciones que el líder del escuadrón emite con su batuta. El líder comanda el avance del desfile con pasos estándar de ocho por cinco, cubriendo cinco metros con cada ocho pasos. Pasos estándar de 22,5 pulgadas. Velocidad acompasada con tanques de batalla y obuses de artillería.
Por entre los tanques de batalla sin fin desfilan las piezas de artillería antitanque de 90 milímetros Kanonenjagdpanzer, originadas en Alemania. Los impresionantes cañones antitanque tipo ISU-152 con cañón de 152 milímetros, originados en la antigua Unión Soviética. También los morteros autopropulsados 2S4 Tyulpan soviéticos con 240 milímetros de calibre.
Desfilan junto con los imponentes y majestuosos lanzagranadas de campo. Con la magnífica y enorme extensión de ametralladoras de asalto Rooikat 76 originadas en Sudáfrica, las armas de campo relucientes, una amplia superficie paisajística de emocionante metal de acero y municiones pasa revista.
Desplegados formando hileras y más hileras de aspiración total de poder, los agentes avanzan desfilando como una cosecha orgullosa. Preparados para la siega.
La multitud de ciudadanos contenidos detrás de la soga presencia el surtido de cañones gemelos antiaéreos Oerlikon de treinta y cinco milímetros originados en Suiza, que causan derretimiento de orgullo en los ciudadanos. Inflamiento de pechos por las inhalaciones abundantes de orgullo. Todas las caras exhiben gran clamor de bocas. Todas las manos blanden banderas en movimiento.
Por el horizonte discurre un río negro de soldados a pie, muchos miles de millares que van emitiendo un parpadeo negro cada vez que sus incontables perneras izquierdas de pantalón dan una zancada hacia delante. Un latido negro cada vez que sus infinitas perneras derechas de pantalón dan una zancada. La horda de soldados es tan densa que forma una sola columna negra. Hileras más allá de lo contable. Un latido negro y otro y otro más mientras las piernas incontables emprenden zancadas y los brazos infinitos cargan con los rifles echados al hombro. Y la gran cosecha de soldados maduros y relucientes, la extensión enorme del desfile, parpadea cuando el líder de la división ordena que las caras se vuelvan hacía la tribuna para pasar revista.
Los cascos sin fin, los obuses inspirados, las ametralladoras de campo, los cañones de asedio y los nobles tanques de batalla se extienden desde un horizonte hasta el opuesto, siempre avanzando, no hay enemigo capaz de resistirse a este Estado.
Acercándose a la tribuna donde se pasa revista, a la instalación que alberga a incontables líderes brillantes de este Estado y estadistas nacionales de gran sabiduría, avanzan desfilando el agente Oleg, el agente Chernok y el agente Vaky. Todos con pasos exactos de 22,5 pulgadas. Las suelas de los agentes van inmediatamente delante del traqueteo de las orugas de los tanques de batalla. Las botas de los agentes caminan a la sombra imponente que las sigue y se eleva por encima de ellos, los tanques FV101 Scorpion originados en Botswana.
En medio del estruendo de los vítores de los incontables ciudadanos orgullosos, vociferando, apiñados detrás de los cordones de soga igual que corredores después de una carrera maratoniana de muchos millones de millas que ahora no son capaces de romper la línea de meta. Los ciudadanos jadeantes forcejean contra el cordón, agarran la soga con las manos, inclinados hacia delante hasta meter sus caras en el interior del desfile. Los dientes y el pelo de los ciudadanos presionan contra los cañones ligeros que pasan. Sus caras esquivan el avance de los morteros autopropulsados.
Por encima del estruendo de los vítores, se oyen unas voces que dicen:
– Oleg. -Dice-: ¡Oleg, mira aquí!
En el radio de una distancia corta, una ciudadana femenina aferra el cordón de soga y grita con una boca que es exactamente igual que la boca del agente Oleg. Los ojos azules de la ciudadana femenina reflejan los ojos de Oleg. La mujer dice:
– ¡Cariño, mi Oleg!
Flanqueando a la mujer, un ciudadano masculino también forcejea detrás del cordón, agitando las manos para llamar la atención. El hombre blande un bulto de peluche, tejido en pellejo animal artificial, un bulto donde hay cosidos un par de botones negros que hacen de ojos, donde hay cosidos un hocico y una boca que imitan a un oso falso en miniatura. El ciudadano masculino zarandea el pequeño oso y dice:
– Oleg. -Y añade gritando-: ¡Estás vivo!
En el seno de las filas desfilan el agente Tibor, el agente Ling y el agente-yo, acercándose con firmeza a los ciudadanos masculino y femenino trastornados. Con el uniforme de gala del desfile. Provistos de armas de mano Beretta de nueve milímetros, semiautomáticas, acción doble, con retroceso. De botas negras abrillantadas. Todos pisando al unísono. Todos dando pasos como un solo hombre.
La mujer loca inclina la cabeza propia por debajo del cordón, violando la soga, gateando por las losas del pavimento de la calle mediante el uso de manos y rodillas dobladas, y dice:
– Espera.
El hombre loco la sigue por debajo de la soga, sosteniendo la imitación en peluche de un oso. El ciudadano masculino muestra un pelo que es un duplicado del pelo del agente Oleg. Un duplicado del mismo puente nasal caucasiano, con arcos cigomáticos prominentes encima de cada mejilla. La misma tez pálida de Oleg. El hombre trastornado se arroja a sí mismo a la calle y dice:
– Te hemos encontrado.
Las miradas de todos los agentes están posadas en la batuta del líder del escuadrón, que es la que traza las señales del ritmo. Todos los pasos miden 22,5 pulgadas. El traqueteo estruendoso de las orugas de los tanques de batalla pisa los talones de los agentes. Más adelante, las miradas evaluadoras de los incontables cargos superiores del Estado nos contemplan desde la tribuna.
La mujer y el hombre locos se postran sobre las losas del pavimento, forcejean con las manos para salvar la alcantarilla y por fin dan tumbos para ponerse de pie. Emitiendo lamentaciones. Blandiendo el oso de peluche. El hombre y la mujer trastornados esquivan las montañas de acero en movimiento, los tanques de batalla Challenger 2 originados en Omán, y dan brincos por entre las orugas apisonadoras de los M1 Abrams originados en Somalilandia. Los abrigos de los ciudadanos dementes ondean a su alrededor. Los locos extienden los brazos. Adelantan corriendo a los tanques de batalla T-84 Oplot originados en Ucrania.
Al momento siguiente, el hombre y la mujer alucinados agarran al agente Oleg, jadeando oxígeno y agarrándolo del uniforme negro de gala. La mujer loca, con los ojos emitiendo agua que inunda la cara propia y la ciega hasta que la capa de agua cubre desde las mejillas hasta la barbilla, dice:
– Se te llevaron para hacerte pruebas. -Agarra a Oleg y le estampa sus labios fruncidos de loca para hacerlos contactar con muchas ubicaciones de la cara de Oleg, diciendo-: Se te llevaron y nos dijeron que habías muerto.
La hembra trastornada agarra a Oleg. El hombre trastornado agarra a la hembra y da tirones de ella para sacarla de entre las hileras de agentes del Estado. Para extraerla por completo del desfile.
Para que conste en acta, el agente Oleg presenta una gran resistencia. Lanza su contraataque, barriendo con la pierna para hacer, catacrac, el Salto de la Hiena, y atizar con la pierna a la mujer loca. Golpea con el puño al hombre trastornado. El agente 68 propina con el codo, zas-cras, el Puñetazo del Panda. Asesta con la cabeza, pam-patam, el Ariete del Carnero, y todo sin dejar de ejecutar la marcha, cubriendo cinco metros con cada ocho pasos.
Al momento siguiente, el hombre loco lanza el oso falso. Dejando a la vista los ojos negros hechos de botones. La boca de costuras. El ciudadano masculino exhibe el oso tejido en pellejo artificial y dice: