Planeando para controlar el cielo, un caza a reacción Rafale C originado en Francia. Renglones paralelos de muchos cazas a reacción JAS-39 originados en Suecia. Embarazados con gloriosos misiles AIM-9 Sidewinder.
Las botas de los miembros del desfile dejan huellas rojas, un rastro de impresiones rojas por el bulevar.
Las botas orgullosas pisan la materia gris, pisotean el relleno de peluche, hasta borrar de la existencia la historia del pasado reciente y la del pasado lejano.
Cita: «La guerra es al hombre lo que la maternidad es a la mujer».
La bota del agente-yo, la generación entera al completo de este agente, desfilan en dirección al horizonte lejano, con paso de marcha, paso de marcha, desfilando cinco metros con cada seis pasos hasta el lejano punto de fuga.
COMUNICADO DECIMOQUINTO
Empieza aquí el informe decimoquinto del agente-yo, número 67, sentado en la cámara subterránea diseñada con el fin de que la familia Cedar observe el aparato de visionado de televisión. Residencias comunitarias subdivididas en el borde del área metropolitana de XXXXX. Fecha XXXXX. Acostado a bordo del enorme banco tapizado y atiborrado de muchos cojines, acompaño al hermano-huésped-perro-puerco para analizar el vídeo documental registrado durante la resolución de las Naciones Unidas en Miniatura. Evadiendo numerosos contactos telefónicos del programa XXXXX de cadena de televisión americana.
Para que conste en acta, los chacales babeantes de los medios informativos americanos recorren ahora mismo con sus pasos el perímetro exterior de esta residencia. En el exterior pulula un enjambre de muchas hienas periodistas, equipadas con cámaras, capaces de implacables retransmisiones por satélite. Buitres parásitos al acecho. Manada paciente e implacable de águilas ratoneras.
El hermano perro-puerco revisa una variedad de imágenes que están siendo emitidas en el momento actual. Despliega consecutivamente distintas emisoras afiliadas a cadenas nacionales malignas, y todas muestran a ciudadanos llorando después de las Naciones Unidas en Miniatura. Muestran el cadáver de la delegada muerta de Brasil, cubierta de tela blanca y con la tela manchada de rojo. La razón exclusiva de que se perciba que es Brasil es que por un extremo del sudario blanco sobresale el alto tocado fabricado con plumas de loro de los colores del arcoíris.
Dentro de la cabeza del agente-yo, cito al profeta iluminado, al regio mártir Richard Nixon, que dijo: «Cuando se trata de las noticias, en la prensa no existen los amigos: son todos enemigos».
Para que conste en acta, también reside a bordo del banco con cojines la enorme vaca jadeante, el padre-huésped. También el pollo nervioso, la madre-huésped. El dúo de padres-huéspedes están despatarrados e inconscientes, con los brazos y piernas extendidos, los músculos del cuello dejando colgar las cabezas hasta que estas descansan apoyadas en los hombros propios, los labios inertes y dejando escapar largos regueros de saliva translúcida. Inconscientes, emitiendo prolongadas inhalaciones líquidas y estridentes exhalaciones borboteantes.
El hermano-huésped le da un fuerte codazo al padre dormido y lo aparta con malos modos para que los cojines permitan acomodar al hermano y a este agente. El hermano perro-puerco pulsa los botones del teclado que hay en la capa superficial de una cajita de color plateado. Apunta con el extremo de la cajita en dirección al aparato de televisión y continúa tecleando. No ocurre nada. El rostro de cristal del aparato de visionado de televisión está oscuro y no emite imágenes. Y continúa oscuro.
El hermano-huésped invierte la cajita plateada y abre con el dedo una portezuela diminuta para dejar al descubierto unos cilindros pequeños de color dorado. Extrae los cilindros y dice:
– Gracias, mamá…
Con los pequeños cilindros cogidos entre el pulgar y el dedo índice, el hermano los agita muy cerca de los ojos cerrados de la madre-huésped, casi tocándolos. Agitando los cilindros delante de las narices de la madre-pollo dormida, el hermano-huésped dice:
– Gracias por dejarnos tus pilas gastadas.
Al momento siguiente emprende un pequeño desfile hasta llegar a la cámara de dormir donde, en una jornada normal, el padre-huésped duerme encima de la madre. El hermano perro-puerco dobla las rodillas para poder extender los brazos por debajo del colchón de los padres-huéspedes. Durante el arrodillamiento, sus dos brazos penetran en las profundidades de debajo del colchón y extraen una caja plana y ancha. Una caja de plástico moldeado de color azul intenso, con imágenes estampadas de color rojo intenso, amarillo intenso y también de color naranja. Una imagen de tigres de rayas que saltan para pasar volando por un infierno en forma de aro. Otra imagen de un hombre ataviado con ropa formal occidental decadente, chaqueta de cola y sombrero alto, haciendo restallar su látigo sin nada delante. Otras imágenes representan esa figura cómica clásica que tiene pintura blanca en la cara, una nariz roja cómica y un atuendo ridículamente grande. Las figuras cómicas se dedican a lanzar hacia arriba esferas que se quedan suspendidas formando un círculo.
El hermano-huésped coloca media sonrisa en su cara, golpea la cajita con el dedo índice y dice:
– Esta era mi caja de juguetes.
Las manos del hermano manipulan el cierre y lo levantan de manera que la tapa superior se abre sobre unos goznes y revela un interior atiborrado de numerosos misiles de pequeño tamaño, una plétora de bombas diminutas. A juzgar por su apariencia suave, y los colores rosa, amarillo y blanco, es probable que sean de plástico moldeado o de látex. Algunos misiles tienen muchas pequeñas estrías como flautas. Otros están rodeados de bandas con muchos bultos. Hay una bomba corta de mortero que tiene un amplio cinturón. Otra bomba es muy larga y esbelta como una carabina. Las manos del hermano-huésped seleccionan un misil largo, un obús de artillería, lo agarran por los dos extremos, el hocico y la cola, y se ponen a retorcer ese misil en dos direcciones opuestas. El perro-puerco lo retuerce hasta que la juntura invisible que hay en el punto medio del misil se hace visible y se ensancha para revelar una rosca. Las dos mitades encajadas del misil giran hasta separarse. El hermano agita una mitad hasta que las baterías cilíndricas emergen del misil.
Para que conste en acta, las manos del agente-yo eligen un misil tan pulimentado que el plástico rosa resulta resbaladizo al tacto. Un poco adhesivo bajo los dedos, la superficie del misil se nota sutilmente pegajosa, como si tuviera un historial de humedad posteriormente secada. Al examinar el misil, este agente manipula el dial rotatorio de la base. Y en ese momento mismo, el misil cobra vida con un salto. Una enorme agitación de temblores diminutos interminables, tan repentina que la mano del agente-yo suelta el misil tembloroso y lo deja caer sobre la colección de armas y municiones. Los pies de este agente se baten en retirada antes de que el total completo de todos los misiles pueda detonar.
– Buen trabajo, Pigmeo -dice el hermano-huésped-. Has encontrado una pila que funciona. -El hermano levanta el misil tembloroso y lo retuerce hasta que se abre la juntura y sale escupida una batería. El temblor se detiene.
Sin dejar de sostener el misil, el hermano dice:
– Este es el regalo que le hice la pasada Navidad a mi madre.