Usa el misil para señalar otra ojiva antitanque que hay en la caja y dice:
– Ese se lo regaló mi hermana.
Señala otro misil, uno enorme, del mismo tamaño que el mortero ligero modelo 99 Antos originado en la República Checa, y dice:
– Ese se lo compramos poniendo dinero entre los dos para el Día de la Madre del año anterior.
Todas las municiones de mortero y todos los cartuchos emiten un fuerte olor a partes pudendas femeninas.
El hermano ensambla el misil partido y se excreta la batería cilíndrica en el interior de los pantalones. Cerrando la caja de plástico azul intenso, dice:
– A mi padre le compramos una suscripción Premium de un año a la página web de Latinas Ninfómanas Cuasi-Menores de Edad. -Empujando la caja para volver a meterla debajo del colchón, añade-: Por lo menos de esta manera sabemos que están en casa… y no se meten en líos.
Emprendemos un pequeño desfile de regreso a la cámara subterránea del aparato de televisión, ubicación donde el padre y la madre huéspedes siguen inconscientes. Allí el hermano-huésped penetra la cajita plateada, la cajita que tiene botones en la superficie, inserta los cilindros y reajusta la trampilla. El aparato de visionado de televisión emite un destello, y el rostro del aparato emite la imagen luminosa de una hembra joven, la delegada de Guyana, cuyas manos se levantan el dashiki propio para desplegar un atractivo par de rellenos de jersey. La delegada retuerce el torso a un lado, luego al otro, y por fin repite el retorcimiento para provocar que sus melones adolescentes se bamboleen con un mecimiento hipnótico.
Al momento siguiente, la televisión muestra cómo el delegado Trevor Stonefield se quita el burka. Al momento siguiente, la cabeza del delegado de Ruanda, que estaba consumiendo tarta de hachís, engalanado con collar de numerosos dientes humanos y con franjas de pintura de guerra de colores rojo, amarillo y azul en las mejillas faciales, la cabeza de ese delegado explota. La imagen se paraliza en el momento justo en que los sueños del delegado, sus miedos, prejuicios y adoraciones, emergen todos en forma de burbuja rosa que le sale con un estallido del costado de su cráneo caucasiano. La boca del delegado continúa macerando tarta de hachís mientras la máquina de pensar entera se le escapa.
Apuntando con la cajita plateada al aparato de televisión, el hermano perro-puerco dice:
– Pequeño Pigmeo, esta cinta es mi gran ocasión de ganar una pasta gansa. -Dice-: Estás mirando una mina de oro más grande todavía que la filmación de Zapruder.
En ese mismo momento, una voz femenina emerge de las sombras de la puerta y dice:
– Lástima que lo hayas montado con porno pedófilo… -La voz se revela como procedente de la hermana-gata, que tiene la piel de la cara pintada de negro y el torso ataviado con un blusón y unos pantalones negros-. No va a haber ningún noticiario que saque tetas de menores de edad -dice la hermana-huésped-. Tendrás suerte si no te pasas el año que viene compartiendo celda con un pederasta.
Perro-puerco pulsa un botón que hace que el cráneo completo del delegado de Ruanda le salga expelido como si fuera un enorme estornudo de color naranja por el canal auditivo. Pulsa otro botón, y el contenido craneal del delegado se acumula, se reúne y regresa de un salto al cráneo, a continuación el delegado vuelve a sonreír, a comer tarta y a agitar el collar de dientes para que baile encima de sus músculos pectorales desnudos e hipertrofiados. Sigue pulsando teclas, y el cráneo del delegado vuelve a explotar. Ensamblaje, explosión. Ensamblaje, explosión. Avance y retroceso. Avance y retroceso.
– Para ya -dice la hermana-gata. La hermana-huésped se agacha para examinar la cara inconsciente de la madre-huésped. Usando el dedo, la hermana levanta la cubierta de piel del ojo materno-. ¿Los has drogado?
Usando las teclas para hacer explotar los cráneos y hacer botar las domingas, el hermano-huésped dice:
– Lo único que tengo que hacer es quitar las tetas. -Tocando las teclas de su cajita plateada, añade-: Según el último recuento, me debes quince somníferos.
Al momento siguiente, la hermana-gata se extrae un pequeño cilindro del pantalón propio y lo manosea hasta que un extremo del mismo se ilumina con un fogonazo. Abriendo con los dedos la cubierta de piel de los ojos, la hermana-huésped enfoca con el resplandor los globos oculares desnudos de la madre-huésped. Los iris de la madre-huésped ni se contraen ni se expanden. La hermana-gata aplica presión con dos dedos propios en el costado del cuello de la madre y dice:
– Tiene el pulso débil e irregular, capullo.
El potente resplandor empieza a perder intensidad y se apaga hasta desaparecer. La hermana-huésped sacude el cilindro a un lado y al otro y se pone a tocar el interruptor, pese a lo cual no crea iluminación. Y dice:
– Gracias, mamá, por pillarme las pilas de la linterna.
En el mismo momento presente, una mancha oscura florece en la entrepierna del pantalón del padre-huésped. La hermana-gata huésped frunce la cara alrededor de la nariz propia, efectúa una pequeña inhalación y dice:
– Papá se ha mojado. -Dice-: ¿Es que no piensas cambiarlo?
– La última vez -dice el hermano-huésped- te pusiste a gritarme que lo había dejado todo lleno de talco.
El aparato de televisión muestra a Trevor Stonefield activando el gatillo del Colt y gastando munición. La boca del cañón de dos pulgadas del Colt DA corto del calibre 38 emite destellos. Fuertes estampidos. Vaharadas de humo. El fez de un delegado se desintegra. Un sombrero cónico de culi queda atomizado.
– La última vez -dice la hermana-gata- le pasó a mamá, y la tuve que cambiar yo.
En la cara de la televisión se revela al delegado caucasiano de piel lactoide de Etiopía dando un salto festivo mientras se lleva las dos manos a la cabeza para ajustarse el hueso que lleva insertado en el peinado afro falso.
Pulsando los botones de su teclado, el hermano-huésped dice:
– Ya estoy tanteando a seis discográficas que quieren usar mis imágenes en sus próximos vídeos de hip-hop. -Dice-: Ni de coña pienso malgastar este material en un noticiario.
En el aparato de televisión se revela Trevor Stonefield, con la cara flanqueada por cortinas de pelo amarillo-claro. Ojos del color de descargas eléctricas azules.
La hermana-gata dice:
– Ese cabrón me pegó un tiro en toda la piña.
En el aparato de televisión, la bala disparada por el Colt Detective Special traza una trayectoria hasta colisionar con la piña de plástico que hay suspendida en equilibrio en lo alto del turbante provisto de muchas frutas falsas de la hermana-huésped. La piña emite pedacitos infinitos de plástico amarillo y plástico verde. La imagen televisiva de la hermana-huésped se desploma hasta convertirse en bulto inconsciente.
Mientras presencia las imágenes del interior del aparato de visionado de televisión, el hermano-huésped dice:
– Lo que se rumorea es que Trevor era un pedazo de maricón reprimido.
En el momento posterior, y en el siguiente, y en el siguiente, el hermano-huésped y la hermana se limitan a observar el aparato. Las mamellas se sacuden y caen muertas. Los zeppelines se bambolean y quedan salpicados de sangre. El caballero delegado de las islas Caimán recibe un balazo en la frente. El caballero delegado de Bermudas ve perforada su coraza de espinas entretejidas de puercoespín.
El padre-huésped continúa orinándose en el pantalón. Un cordel plateado de saliva viscosa se escapa de la comisura de la boca de la madre-huésped.
Hundiendo la mano en el pantalón propio, la hermana-gata extrae un espejo diminuto. La hermana se vuelve a inclinar a fin de colocar el espejo delante de los orificios nasales del padre. Después coloca el espejo debajo de las narices de la madre-huésped y dice:
– Están vivos a duras penas, pero saldrán de esta.
Sin apartar la mirada ocular del aparato de visionado, el hermano-huésped dice: