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La hermana-huésped lleva la yema del dedo a los labios de este agente y dice:

– Es una lástima que vayas a ser mi hermano…

En su asiento, el capitán del transporte público detiene el vehículo y activa la puerta para que se desencaje de la pared metálica y por fin decreta a través de su micrófono amplificado:

– Fin de trayecto. -Dice-: Por favor, que se bajen todos los mimos.

Mientras la hermana-huésped y este agente se bajan del transporte, el capitán del vehículo ofrece una mano que contiene una pluma de tinta. Ofrece otra mano que agarra una tablilla de páginas de papel en blanco. Y dice:

– Eres el chaval que mató a aquel hijoputa chiflado. -Dice el capitán-: ¿Te importa darme tu autógrafo?

Atravesando un entorno a oscuras de camino a la destinación, rodeados por los gritos de apareamiento de los grillos, por el graznido de las ranas macho, este agente emite un simposio referido a la misiva americana titulada Le défi américain. Que amonesta a la élite intelectual por la manera en que las numerosas corporaciones de Estados Unidos como Kodak, Gillette y General Motor se esfuerzan por envolver el mundo entero con sus tentáculos que chupan la riqueza para digerirla y engordar a la nación nodriza soberana americana, chupando la energía vital además de las oportunidades mientras mantienen a las naciones sometidas despojadas de recursos y de culturas nativas.

En el momento actual, se realiza un peregrinaje por el perímetro del parque industrial, bordeado por una verja de alambre entretejido. Orientándonos por la espesa oscuridad. Pisando la carretera de macadán vacía de vehículos, aproximándonos a la lejana edificación construida de ladrillos de arcilla, bañada por la iluminación de bombillas eléctricas de gran tamaño suspendidas de múltiples postes. El campo de macadán tiene pintadas muchas ramificaciones de alineamientos en blanco para encajar a los automóviles infinitos de los perezosos profesionales burgueses americanos. En el momento actual, no hay automóviles almacenados.

La voz de arenga del agente-yo continúa anunciando la porción de culpa merecida amontonada sobre las naciones occidentales de acuerdo con la saga ilustrada del Informe Pearson emitido en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Comercio y el Desarrollo…

– Silencio -dice la hermana-gata merodeadora. Dice-: Calla solo un momento, ¿quieres?

La hermana detenida, con las manos extendidas, con los dedos desplegados y palpando la negrura, intentando sentir en el viento helado el sonido de los guardias centinelas. Posibles testigos registrando el documento con cámaras de vídeo.

– Tú eres el espía en prácticas -dice la hermana-huésped, agitando un dedo estirado hacia la cara de este agente. La hermana toca con el dedo los labios cerrados del agente-yo y dice-: Necesito que te quedes callado.

Pese a la presión para infundir la única ideología política correcta.

Pese a la falacia continua en la que está sumida la visión del mundo de la hermana-huésped.

En postura acuclillada de primate inferior, corremos trazando un itinerario de dientes de sierra para biseccionar el jardín segado del edificio enorme. Llegamos al letrero estacionado en la entrada, el que tiene la inscripción en letras inglesas que dice: INSTITUTO DE MEDICINA RADIOLÓGICA.

Posibilidad frecuente de conquistar a la hermana-gata, depositarla sin conciencia sobre el jardín segado y regalarle un feto que tenga los mismos ojos bonitos que el agente-yo.

Al momento siguiente llegamos a las puertas del centro, la hermana se descuelga la bolsa de tela y hunde la mano en el interior para extraer la tarjeta plastificada con el nombre del padre-huésped y la prótesis ocular humana fabricada con cristal de color verde. La hermana-gata pasa la tarjeta contra la caja que hay adyacente a las puertas. Posiciona el ojo ante el foco de la lente de la caja. En el mismo momento presente, la puerta del edificio emite un clac de cerradura y un zumbido furioso. La hermana-huésped agarra el borde de la puerta liberada y la empuja para encajarla en la pared de ladrillos amontonados de color rojo.

La voz del agente-yo suplica no ser abandonado, que no lo releguen al deber de simple vigilante. Ruega que este agente pueda acompañar a la hermana en su incursión destinada a cosechar recursos que equipen el proyecto de la feria de las ciencias.

Este agente proyecta una voz que suplica piedad, con las palabras comprimidas para acelerar el murmullo aflautado que pronuncia una garganta constreñida. El músculo paliducho de la cara, la frente acartonada por la pintura descascarillada de color negro, con los dos ojos muy abiertos como bocas que bostezan y la piel cubierta de agua reluciente. La tráquea del agente-yo ejecuta un trago de saliva, y su nuez de Adán emite el ruido correspondiente. Los ojos rebosantes de líquido se parecen a los de los cachorrillos americanos que la gente se come como ternera.

La hermana-huésped observa la deliciosa expresión facial de este agente. La hermana frunce los ojos, echa un vistazo que barre el jardín circundante y dice:

– Vale.

Inyecta la mano en el seno de la bolsa de tela y extrae unas pieles de látex para ponérselas envolviendo los dedos. Le entrega unas pieles de látex a este agente mientras dice:

– Póntelas para no ir dejando un montón de huellas por todos lados.

La puerta desencajada sigue emitiendo un zumbido furioso. Impaciente por ser encajada de nuevo en la pared.

La hermana extiende cada una de las manos en el interior de pieles de látex similares. Indica a este agente que viole el portal. Y por fin permite que la puerta se encaje y que cese el zumbido.

Y en ese momento, el victorioso agente-yo invade unas instalaciones de máximo secreto de un contratista de la defensa de Estados Unidos. Rodeado del lujo exuberante y decadente del complejo de la industria militar. Infinitas pantallas de ordenador se jactan de sus despliegues en cuatro colores. Las fuentes dispensan aguas heladas para ser tragadas. El spa muestra el rótulo hombres. Una plétora de sillas sobre ruedas, instaladas para pivotar en todas direcciones. El suelo cubierto de una rica alfombra gris. Un cuarto de juegos lujoso y exuberante cedido para el uso de ingenieros malignos y bioquímicos malvados.

La hermana-gata ya está emprendiendo un desfile, guiando a este agente por laberintos de muchas vallas tapizadas con elegante lona gris, trazando zigzag para evitar pasos en falso durante la ruta a la destinación. Todos los escritorios de mesa se permiten el lujo de un territorio privado delimitado con vallas. La superficie de las vallas tapizadas tiene sujetas selecciones de fotografías que muestran a niños pequeños americanos obesos revolcándose encima de los brazos de sus obesos progenitores, cubiertos de montañas de enormes inventarios de juguetes innecesarios. Fotografías de animales, perros y gatos, ternera y cerdo. Algún que otro recipiente sucio fabricado a base de cerámica densa, con residuos de cafeína seca, con la leyenda glaseada: «El mejor papá del mundo».

Al llegar al armario, un armario alto que tiene las puertas de metal pintado de gris, la hermana-huésped le entrega un saco de tela a este agente. Le da instrucciones a las manos del agente-yo para que coloquen la apertura del saco muy abierta. La hermana-huésped agarra los picaporte del armario y dice:

– El mejor botín está aquí…

Sus manos retuercen el picaporte. Mueven las puertas de metal para desencajarlas. Revelan en el interior del armario pequeños paquetes de pulpa de papel moldeada, cartón ligero. La hermana comienza a violar cada uno de los paquetes, saca a la luz los contenidos y los deposita en el saco expectante de tela.

Tal vez es un error.

Durante la cosecha de los contenidos del armario, la hermana dice:

– ¿Te has enterado de los resultados de la autopsia de Trevor Stonefield? -Dice-: A mi madre se lo ha contado alguien de la sanidad del condado. -Dice-: Resulta que alguien estaba abusando sexualmente de él… de Trevor, quiero decir, no del tipo de sanidad…