—¿La vibración? ¿Qué fue, un terremoto?
—No. Una bandada de pájaros.
—¿Qué?
Tuve que reírme ante la expresión de su cara.
—Placet es un mundo de locura. Hace un minuto dijo usted que se. sentía como si caminara en el aire. Bueno, en cierto modo, está haciendo eso exactamente. Placet es uno de los raros objetos en el Universo que está compuesto de materia a la vez ordinaria y pesada. Materia con una estructura molecular colapsada, tan pesada que no se podría levantar una piedra. Placet tiene un núcleo de esa materia; por eso este planeta diminuto, que tiene un área de unas dos veces el tamaño de la isla de Manhattan, tiene una gravedad que es de tres cuartos de la de la Tierra. Hay vida. vida animal, no inteligente, habitando en el núcleo. Son pájaros cuya estructura molecular es como la del núcleo del planeta, tan densa que la materia ordinaria es tan tenue para ellos como el aire lo es para nosotros. Vuelan a través de ella, como los pájaros de la Tierra. vuelan a través del aire. Desde su punto de vista, nosotros caminamos. en lo alto de la atmósfera de Placet.
—¿Y la vibración de su vuelo bajo la superficie hace que las casas se derrumben?
—Sí, y peor…; vuelan a través de los cimientos, no importa de qué los hagamos. Cualquier materia con la que podamos trabajar para ellos es como aire. Vuelan a través del hierro o el acero con tanta facilidad como a través de arena o espuma. Acabo de recibir un cargamento de un material especialmente duro de la Tierra…, el acero especial por el que me ha oído preguntar a Reagan… pero no tengo mucha esperanza de que sirva para nada.
—Pero ¿no son peligrosos esos pájaros? Quiero decir aparte de que hagan caer los edificios. ¿No podría uno adquirir suficiente aceleración al volar para salir del suelo y entrar un poco en el aire? ¿No atravesarían a cualquiera que estuviera allí?
—Lo harían, pero no. Nunca vuelan más que unos pocos centímetros cerca de la superficie. Algo parece decirles que se acercan a la parte superior de su «atmósfera». Algo análogo al sentido supersónico que emplea un murciélago. Ya sabe, los murciélagos pueden volar en completa oscuridad y nunca chocan con un objeto sólido.
—Como el radar, si.
—Como el radar, sí, excepto que un murciélago usa ondas de sonido en vez de ondas de radio. Y los pájaros widgie deben usar algo que funciona con el mismo principio, pero al contrario; los hace volverse a unos pocos centímetros antes de lo que debe de ser para ellos el equivalente al vacío. Siendo de materia pesada, no podrían existir o volar en el aire, igual que un pájaro no podría existir o volar en el vacío.
Mientras nos tomábamos un cóctel por cabeza en el pueblo, Michaelina mencionó a su hermano de nuevo.
—A Dim no le gusta enseñar. Phil. ¿Hay alguna posibilidad de que pueda conseguirle un trabajo en Placet?
—He estado pidiendo otro auxiliar administrativo al Centro Terrestre. El trabajo aumenta, ya que tenemos más cultivos en la superficie. Reagan necesita ayuda realmente. Yo…
Todo su rostro estaba encendido de ansiedad. Y recordé. Había acabado. Había dimitido, y el Centro Terrestre prestaría tanta atención a cualquier recomendación mía como a un pájaro widgie.
—Yo… veré si puedo hacer algo —terminé débilmente.
—Gracias, Phil —dijo ella.
Mi mano estaba sobre la mesa junto a mi vaso, y durante un segundo ella me puso la suya encima. Muy bien; es una metáfora gastada decir que sentí como si una descarga de alto voltaje me atravesara. Pero así fue, y se trató de una descarga mental tanto como física, porque advertí entonces que estaba colado. Había caído con más fuerza que ninguno de los edificios de Placet. El golpe me dejó sin respiración. No estaba mirando a la cara de Michaelina. pero por la forma en que apretó la mano contra la mía durante un milisegundo y luego la retiró como si se hubiera quemado. debió de sentir también un poco de aquella corriente.
Me levanté, un poco tembloroso, y sugerí que regresáramos a la oficina.
Porque la situación era ahora completamente imposible. Ahora que el Centro había aceptado mi dimisión y yo estaba sin ningún medio de apoyo visible o invisible. En un momento psicótico, yo mismo me había rebanado el cuello. Ni siquiera estaba seguro de poder encontrar un trabajo en la enseñanza. El Centro Terrestre es la organización más poderosa del Universo y tiene el dedo metido en todas partes. Si me ponían en la lista negra…
De regreso. dejé que Michaelina llevara toda la conversación; yo tenía mucho en que pensar. Quería decirle la verdad… y no quería.
Entre respuestas monosilábicas. luché conmigo mismo. Y, finalmente. perdí. O gané. No se lo diría… hasta justo antes de la llegada del Arca. Pretendería que todo iba bien y normal. me daría la oportunidad de ver si Michaelina se enamoraba de mí. Me daría ese respiro. Una oportunidad, durante cuatro días.
Y entonces, bueno…, si para entonces ella llegaba a sentir lo mismo que yo, le diría lo loco que había sido y que me gustaría… No, no la dejaría regresar a la Tierra conmigo, aunque quisiera, hasta que viera luz a través de un futuro nublado. Todo lo que podría decirle era que si tenía la posibilidad de volver a conseguir un trabajo decente, ya que después de todo sólo tenía treinta y un años, entonces podría…
Ese tipo de cosas.
Reagan estaba esperando en mi oficina, con aspecto de estar tan enfadado como un abejorro mojado.
—Esos cretinos del departamento de envíos del Centro Terrestre han vuelto a meter la pata hasta el fondo —dijo—. Esas cajas de acero especial… no son.
—¿No son qué?
—No son nada. Son cajas vacías. Algo debe de haber salido mal con la máquina de embalajes y no se han dado cuenta.
—¿Estás seguro de que esas cajas debían contener eso?
—Claro que estoy seguro. Todas las demás cosas del pedido han llegado, y los albaranes especificaban el acero para esas cajas concretas.
Se pasó una mano por el pelo enmarañado. Le hizo parecer más un airedale que de costumbre.
Le sonreí.
—Tal vez acero invisible.
—Invisible, intangible y sin peso. ¿Puedo enviar un mensaje al Centro diciendo lo que ha pasado?
—Haz lo que quieras —le dije—. Pero espera un momento. Le enseñaré a Mike dónde están sus habitaciones y luego quiero hablar contigo.
Llevé a Michaelina a la mejor cabina disponible del grupo. Ella volvió a darme las gracias por intentar conseguirle a Dim un trabajo allí y yo me sentí más bajo que la tumba de un pájaro widgie.
—¿Sí, jefe? —preguntó Reagan cuando llegué a mi oficina.
—Sobre el mensaje a la Tierra. Me refiero al que envié esta mañana. No quiero que Michaelina sepa nada.
El se echó a reír.
—Quiere decírselo usted mismo, ¿eh? Muy bien, mantendré la boca cerrada.
—Tal vez me precipité al enviarlo —dije tristemente.
—¿Eh? Pues yo me alegro. Fue una idea magnífica.
Salió, y yo conseguí no arrojarle nada.
El día siguiente fue martes, por si importa algo. Lo recuerdo como el día en que resolví dos de los principales problemas de Placet. Un momento irónico para hacerlo, por cierto.
Estaba dictando algunas notas sobre cultura hortícola: la importancia de Placet para la Tierra, naturalmente, es el hecho de que ciertas plantas nativas del lugar y que no crecen en ninguna otra parte producen derivados importantes en farmacia. Dictaba despacito porque observaba a Michaelina tomar notas; ella había insistido en empezar a trabajar en su segundo día en Placet.
Y de repente, caída del cielo y de una mente confusa, llegó una idea. Dejé de dictar y llamé a Reagan. Acudió en seguida.