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—Reagan, pide cinco mil ampollas de Condicionador J-17. Diles que se den prisa.

—Jefe ¿no se acuerda? Ya lo intentamos. Aunque podría condicionarnos para ver normalmente en el período medio, no afecta a los nervios ópticos. Seguiríamos viendo cosas raras. Es magnífico para condicionar a la gente a temperaturas altas o bajas, o…

—O para períodos largos y cortos de sueño y vigilia —le interrumpí—. De eso estoy hablando, Reagan. Mira, al girar en torno a dos soles, Placet tiene unos períodos tan cortos e irregulares de luz y oscuridad que nunca nos lo tomamos en serio, ¿no?

—Sí, pero…

—Pero ya que no podríamos emplear ningún día y noche lógicos de Placet, nos hacemos esclavos de un sol tan lejano que no podemos verlo. Usamos un día de veinticuatro horas. Pero el período medio se produce regularmente cada veinte horas. Podemos usar el condicionador para adaptarnos a un día de veinte horas, seis horas de sueño, doce despiertos, y todo el mundo dormido como un bendito a través del período en que los ojos les juegan malas pasadas Y en una habitación a oscuras no se podría ver nada, aunque uno se despierte. Días más y más cortos por año… y nadie se vuelve loco. Dime qué tiene de malo.

Reagan puso los ojos en blanco y se golpeó la frente con la palma de la mano.

—Demasiado simple, eso es lo que tiene de malo. Tan condenadamente simple que sólo un genio podría verlo. Durante dos años me he estado volviendo loco lentamente y la respuesta es tan fácil que nadie podía verla. Cursaré el pedido ahora mismo.

Empezó a marcharse, y de pronto se volvió.

—¿Cómo mantenemos los edificios en pie? Rápido, mientras esté inspirado o lo que sea.

Me eché a reír.

—¿Por qué no usar ese acero invisible de las cajas vacías?

—Genial —dijo él, y cerró la puerta.

Al día siguiente era miércoles y yo dejé el trabajo y me llevé a Michaelina a dar un paseo por Placet. De vez en cuando sienta bien dejar el trabajo. Pero con Michaelina Ittow. cualquier día de paseo sería bueno. Excepto. naturalmente, que yo sabía que sólo tenía un día más para pasar con ella. El mundo terminaría el viernes.

Mañana, el Arca saldría de la Tierra, con la partida de condicionador que resolvería uno de nuestros problemas… y con quienquiera que el Centro Terrestre enviara para ocupar mi puesto. Surcaría el espacio hasta un punto a salvo fuera del sistema de Argyle I–II y usaría el poder de los cohetes a partir de ahí. Estaría aquí el viernes, y yo volvería en ella. Pero traté de no pensar en eso.

Conseguí bastante bien olvidarlo hasta que volvimos a la oficina y me encontré con Reagan. Tenía una sonrisa que dividía su cara amistosa en mitades horizontales.

—Jefe, lo consiguió —dijo.

—Magnífico. ¿El qué?

—Me dio la respuesta a los cimientos de refuerzo. Resolvió el problema.

—¿Sí?

—Sí. ¿Verdad. Mike?

Michaelína parecía tan sorprendida como yo.

—Estaba bromeando. Dijo que usara el material de las cajas vacías, ¿no? —preguntó ella.

Reagan volvió a sonreír.

—Eso creía él. Es lo que vamos a utilizar a partir de ahora. Nada. Mire, jefe, es como el condicionador… tan simple que no se nos había ocurrido. Hasta que me dijo usted que usara lo que había en las cajas vacías. y me puse a pensar.

Yo mismo pensé durante un momento. y entonces hice lo que Reagan había hecho el día anterior: me di una palmada en la frente.

Michaelina seguía sorprendida.

—Cimientos huecos —le dije—. ¿Qué es lo que los pájaros widgie no atraviesan? Aire. Ahora podemos hacer los edificios del tamaño que queramos. Como cimientos, hundiremos paredes dobles con un amplio espacio de aire en medio. Podemos…

Me detuve, porque yo ya no estaba incluido en la historia. Ellos Podrían hacerlo cuando yo estuviera en la Tierra buscando trabajo.

Y el jueves pasó y llegó el viernes.

Estuve trabajando hasta el último minuto. porque era lo más fácil de hacer. Con Reagan y Michaelina ayudándome, hacía listas de materiales para nuestros nuevos proyectos de construcción. Primero, un edificio de tres plantas de unas cuarenta habitaciones para ser la sede de las oficinas centrales.

Trabajábamos rápidamente, porque pronto sería el período medio y no se puede hacer ningún papeleo cuando no se puede leer y sólo se puede escribir al tuntún.

Pero mi mente estaba en el Arca. Cogí el teléfono y llamé a la garita de radiotipo para preguntar por ella.

—Acabo de recibir una llamada —dijo el operador—. Han entrado en órbita. pero no podrán aterrizar antes del período medio. Aterrizarán inmediatamente después.

—Muy bien —dije, abandonando la esperanza de que llegaran un día tarde.

Me levanté y me acerqué a la ventana. Nos acercábamos a la posición media. Al norte, en el cielo, podía ver a Placet viniendo hacia nosotros.

—Mike —dije—. Ven aquí.

Ella se reunió conmigo junto a la ventana y nos quedamos allí mirando. Mi brazo la rodeaba. No recuerdo haberlo puesto allí. pero tampoco lo quité, y ella no se movió.

Tras nosotros, Reagan se aclaró la garganta.

—Tengo la lista para el operador —dijo—. Puede lanzarla al éter después del período medio.

Salió y cerró la puerta tras él.

Michaelina pareció acercarse un poco más. Los dos contemplábamos por la ventana cómo Placet se acercaba hacia nosotros.

—Es hermoso, ¿verdad. Phil?

—Sí —dije.

Pero me di la vuelta, y la miré a la cara mientras lo decía, Entonces, sin querer. la besé. Luego me senté en mi mesa.

—Phil, ¿qué pasa? —dijo ella—. No tienes una esposa y seis hijos ocultos en alguna parte o algo así. ¿no? Eras soltero cuando me enamoré de ti en Poly… y esperé cinco años para superarlo y por fin conseguí un trabajo en Placer sólo para… ¿Tengo que declararme yo?

Gruñí. No la miré.

—Mike. estoy loco por ti. Pero… justo antes de que vinieras, envié un radiotipo a la Tierra. Decía: «Dimito». Así que tengo que marcharme de Placet en la lanzadera del Arca. y dudo que pueda siquiera encontrar trabajo en la enseñanza, ahora que los del Centro Terrestre estarán enfadados conmigo y…

—¡Pero Phil! —dijo ella. y dio un paso hacia mí.

Llamaron a la puerta. Reagan. Por una vez, me alegré de la interrupción. Le dije que entrara, y él abrió la puerta.

—¿Se lo ha dicho ya, jefe?

Yo asentí, sombrío.

Reagan sonrió.

—Bien —dijo—. Me moría por decírselo. Será magnífico volver a ver a Dim.

—¿Eh? —dije yo—. ¿A Dim? ¿Dim quién? La sonrisa de Reagan se desvaneció.

—¿Phil, está mareado o algo? ¿No se acuerda de que me dio la respuesta al radiotipo del Centro Terrestre hace cuatro días, justo antes de que llegara Mike?

Me lo quedé mirando con la boca abierta. Ni siquiera había leído el radiotipo. y mucho menos lo había contestado. ¿Se había vuelto loco Reagan. o estaba loco yo? Recordé haberlo guardado en el cajón de mi mesa. Lo abrí y saqué el papel. Mi mano tembló un poco cuando leí:

PETICIÓN PARA AYUDANTE ADICIONAL CONCEDIDA. ¿A QUIÉN QUIERE PARA EL TRABAJO?

Miré a Reagan.

—¿Estás tratando de decir que envié una respuesta a esto?

El parecía tan aturdido como yo.

—Usted me lo dijo.

—¿Qué te dije que enviaras?

—Dim Ittow —me miro—. Jefe, ¿se encuentra bien?

Me sentía tan bien que algo pareció explotar en mi cabeza. Me levanté y me dirigí hacia Michaelina.

—Mike. ¿quieres casarte conmigo? —dije.

La rodeé con mis brazos, justo a tiempo, antes de que el período medio se cumpliera, así que no pude ver qué aspecto tenía, o viceversa. Pero, por encima del hombro, pude ver lo que debía de ser Reagan.