– ¿Eres demócrata?
– ¿Cuál es la diferencia para un mal sujeto como yo?
– ¿No has votado nunca por alguien?
– Claro. Voté por el representante de los presos en Homestead. Se podía escoger entre un violador y un asesino. Escogí al asesino.
– ¿Quién ganó?
– El asesino.
– ¿Y fuera?
– Fuera no importa quién te representa, el asesino o el violador.
– No es mucho como filosofía política.
– Después de estar en prisión, sólo hay una filosofía política que importe, y es no volver allá dentro.
El coche se deslizaba ahora suavemente a través de una comunidad inmaculadamente cuidada, bordeada de pinos australianos y cocoteros, con un palacio blanco tras otro, como si fueran pasteles de boda.
Figaro cambió de tema y dijo:
– Harbor Bayfront Villas es uno de los lugares más selectos de Miami. La casa de Tony está justo sobre la bahía.
– Casi nada.
Figaro disminuyó la velocidad y giró para tomar una vía privada, deteniéndose al llegar a una verja donde dio al guardia los nombres de los dos. Éste los comprobó en una lista y luego les indicó con un gesto que cruzaran la barrera que se estaba levantando.
– Aquí tenemos la última palabra en esplendor europeo -comentó Figaro con entusiasmo.
– Fuera de Europa, puede que tengas razón -Dave sonrió-. Te gusta esto, ¿eh, Jimmy?
– ¿No le gustaría a todo el mundo? -asintió Figaro-. Quiero decir, ¿no te gustaría vivir aquí?
Se detuvieron frente a una construcción de dos plantas, abierta a la bahía y dotada al completo con muelle y pescantes. Dave observó el yate a motor de treinta metros de largo que estaba anclado allí y luego se dedicó a contemplar la casa. Techada con teja romana, con sus columnas y arcos de sillería y su patio con fuente, parecía que la hubieran trasplantado allí desde una colina de la Toscana.
– No hay ninguna duda -dijo Dave- de que me gustaría poder permitirme vivir aquí. Pero si pudiera, entonces dedicaría el dinero a vivir en algún sitio agradable, como Londres o París. Miami es una mierda.
– En lo que hace a comida y mujeres, todo son gustos… -dijo Figaro.
– Y Miami es una hamburguesa con queso.
Bajaron del coche y fueron hasta la puerta de entrada, donde les hicieron pasar a un vestíbulo en forma de atrio, con el suelo de mármol y una escalinata de piedra curvilínea. Uno de los guardaespaldas de Nudelli cacheó a Dave y luego un mayordomo los acompañó escaleras arriba hasta una opulenta biblioteca con las paredes recubiertas de madera de caoba, donde Nudelli y Al Cornaro los esperaban, sentados dentro de un círculo de sofás chesterfield de piel verde. Los dos se levantaron y atravesaron la alfombra de Bujara de color de aguamarina, y Dave dejó que lo abrazara el hombre que había ordenado que le rompieran los dedos.
– Fíjate Al -dijo Nudelli-; échale una mirada a este hombre. Cinco años en prisión y parece que haya pasado el verano en Palm Springs. Coño, Dave, tienes un aspecto estupendo. Pareces una jodida estrella de cine.
– Tú tampoco tienes mal aspecto, Tony -respondió Dave pacientemente.
Nudelli palmeó con fuerza su propia barriga.
– Me mantengo en forma, ¿sabes? Nado cada día. Vigilo lo que como. ¿Queréis algo de comer? ¿Una bebida? Tenemos de todo. Incluso un jodido servicio de plata. Somos como el puto Admiral's Club.
– No, nada, gracias, Tony.
– ¿Jimmy?
– Sólo un café.
– Miggy -Nudelli se dirigía al mayordomo-, dos cafés.
Se sentaron en el interior del círculo.
Nudelli dijo:
– Cinco años.
Dave dijo:
– Sí, cinco años.
– Hiciste bien.
– En aquel momento, me pareció que era lo acertado, Tony.
– Dave, respecto a ese pequeño malentendido con Willy Barizon…
– Olvídalo. Son cosas que pasan.
– Me alegra que te lo tomes así, Dave.
– ¿Sabes?, después de la imprevista visita de Willy me puse a pensar en ti, Tony. Y me dije: «Dave, mientras estabas dentro, Tony sabía dónde estabas y qué estabas haciendo». Es una variante de lo que Maquiavelo dice sobre las prioridades complejas, Tony. Si estás ahí puedes detectar los problemas en el momento mismo en que empiezan y resolverlos enseguida; pero si no estás, sólo te das cuenta del problema cuando ya es demasiado tarde.
– Me han dicho que has estudiado. ¿Es verdad? Maquiavelo, ¿eh? Suena italiano.
– De Florencia.
– La noche que estabas con Benny Cecchino…
– Quieres decir en el restaurante donde le disparaste.
– Sí. ¿De qué hablábais?
Dave se encogió de hombros y respondió:
– Un asunto de negocios. ¿De qué otra cosa querría nadie hablar con Benny?
– ¿Le debías dinero?
– No -dijo Dave con una sonrisa-. No llegué a hacerlo. Tu súbita entrada en escena liquidó esa posibilidad.
– ¿Sabes?, Benny tenía una boca como una V8.
Dave respondió:
– No era nada mío, pero, por lo que sé, se lo tenía bien ganado.
– Muy amable por tu parte -Nudelli parecía compungido-. Yo tenía un genio más vivo entonces. Bueno, pero eso fue hace cinco años. Y cinco años es mucho tiempo. Estoy seguro de que no es necesario que te lo recuerde, a ti precisamente.
Dave esperó a que Tony Nudelli dijera algo más y, como no lo hizo, decidió pasar al propósito de la reunión que había pedido.
– Hablando de negocios, Tony, tengo una propuesta que me parece que te interesaría. -Dave abrió su ordenador portátil-. Es la mejor idea que hayas oído nunca.
– Yo siempre estoy interesado en las buenas ideas. ¿No es verdad, Al?
– Siempre.
Nudelli miró a Jimmy, que estaba tomando su café, y añadió:
– Antes de que digas una palabra más, Dave… Para alguien como Jimmy, la información supone una gran presión. A veces, cuanta menos tenga, más libertad y capacidad de maniobra tiene. Le gusta trabajar en un vacío. Saber sólo lo que necesita saber. En especial si hay ilegalidades de por medio. Así que déjame que te pregunte. ¿Es necesario que Jimmy sepa lo que me vas a decir, o es mejor que se vaya a dar una vuelta?
– Me parece que tendría que irse a dar una vuelta -respondió Dave.
Dave miró cómo Figaro salía de la biblioteca y cuando volvió a mirar a Tony pensó que éste llevaba dentadura postiza y que se le había caído de la boca antes de darse cuenta de que era una especie de invento hecho de acero y plástico y que Tony lo utilizaba para ejercitar los músculos de la cara. Al observar la expresión de Dave, Nudelli empujó el aparato con la lengua y se lo puso en la palma de la mano. Parecía una muleta diminuta.
Nudelli dijo:
– Es mi gimnasia facial. Ayuda a recuperar el tono muscular y evita la flacidez y las bolsas. De ésas tengo ya demasiadas. He conseguido un aumento del 250% en la fuerza de los músculos faciales en sólo ocho semanas. Dicen que sólo se necesitan dos minutos al día, pero yo hago un poco más por todas esas jodidas preocupaciones que tengo. Mi mujer quería que le hicieran un estiramiento facial. ¿Coste aproximado? Diez mil dólares. En lugar de eso, le compré uno de estos artilugios por setenta y cinco verdes. -Se rió, avaricioso, y volvió a colocarse el aparato en la boca-. Adelante -dijo abriendo y cerrando la boca como un besugo-. Di lo que tengas que decir.
Dave miró la pantalla en color de su ordenador, encontró el archivo que buscaba y dijo:
– Perseguir el dinero de la droga es la nueva especialidad de los agentes de la ley. Se han endurecido las regulaciones bancarias en todo el mundo. Se ha suavizado el secreto bancario, incluso en Suiza. Antes podías volar a Zurich con una maleta llena de dinero y hacer un depósito; no te hacían preguntas. Ahora ya no es así. Tal como están las cosas, los suizos tienen que hacer preguntas. Hace poco tiempo, Sudamérica y el Caribe eran también buenos sitios para esconder los dólares de la droga.