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– Siguen siéndolo -dijo Al.

– Si conoces a la gente adecuada. No todo el mundo la conoce. Los nuevos delincuentes no tienen las relaciones que tiene alguien como tú, Tony. Actualmente, lo mejor que puedes hacer es comprarte un banco. Y el lugar ideal para eso es la antigua Unión Soviética. Bajo la égida del Gosbank, que es propiedad del Estado, y del Vnesheconombank, que es el banco exterior, en los últimos años se han formado cientos de bancos para aprovechar las iniciativas de las nuevas empresas rusas. Para prestarles dinero, para encargarse de otros depósitos en divisas fuertes. Incluso hay deducciones fiscales y préstamos para potenciar la aparición de nuevos bancos.

– Sería bonito tener mi propio banco -dijo Nudelli.

Dave respondió:

– Espera, todavía hay más. Veamos, para hacerlo, para capitalizar tu nuevo banco, tienes que llevar tu dinero a Rusia. Eso puede ser difícil, especialmente si el dinero es el resultado de actividades ilegales. Y más aún en las cantidades necesarias para capitalizar un nuevo banco, que son grandes. Déjame que te dé un ejemplo, a guisa de ilustración. ¿Te gusta el baloncesto, Tony?

– Claro.

– Entonces sabrás que el máximo encestador de la UCF, con diecisiete puntos, es Harry Kennedy. Ahora imagina una torre de billetes de diez dólares de unos seis centímetros de ancho por cuatro de profundidad y tan alta como Harry Kennedy; Harry mide alrededor de 1,95 metros, creo. Eso sumarían tan sólo cinco millones de dólares. O sea, que para llegar sólo a los diez millones de verdes necesitaríamos una torre de más de cuatro metros y más de novecientos kilos de peso. Más difícil de trasladar que cualquier droga, con la única ventaja de que aún no ha nacido el perro que pueda olfatear el dinero.

– Para eso usan mujeres -dijo Al, soltando la risa-. Mi mujer puede detectar un billete de cien nuevo a cincuenta pasos.

A Tony Nudelli le gustó la salida.

– Pero las bandas de Moscú han organizado también el transporte del dinero. Transportan el dinero y te ayudan a fundar tu propio banco. Todo por veinticinco centavos por dólar, lo mismo que si lo blanquearas en cualquier otro sitio. Llevan el dinero a través del Atlántico, cruzan el Mediterráneo y lo suben hasta el Mar Negro. Menos de ocho semanas después de que el dinero haya salido de Florida, eres propietario de tu propio banco en la ciudad rusa que te guste más. Una vez lo tienes allí, puedes prestarlo a las empresas, sacarle beneficios y luego trasladarlo al sistema bancario normal.

– Vale, pero ¿cuál es el plan? -preguntó Al-. Ser dueños de un banco sería bonito, pero no necesitamos ayuda para blanquear el dinero.

– No estoy vendiendo ayuda. Mi plan es éste. Quiero quedarme con uno de esos cargamentos de dinero. La banda de Moscú, con la ayuda de algunos antiguos tíos de la KGB, y también de otros nuevos, han montado un embarcadero clandestino a las afueras de Fort Lauderdale. A sólo cinco minutos del aeropuerto. Tiene 4.500 metros cuadrados, lo último en instalaciones y puede albergar yates de hasta 45 metros de eslora. Tienen tíos trabajando allí que conocen de verdad el interior de los barcos. Y colocan un interior nuevo en un plis plas. Sólo que el yate no es tuyo, es suyo. Tienen media docena en propiedad y los alquilan. ¿Y el nuevo interior? Una nueva cama doble en cada camarote que está literalmente hecha de dinero. Todas tienen el mismo aspecto y el mismo tacto que cualquier cama. Quizás un poco duras, pero eso no es de extrañar, teniendo en cuenta que puede haber unos dos millones de dólares metidos dentro de la base.

Nudelli se sacó el flexor facial de la boca, se secó la saliva de los labios y blandió el aparato como si fuera un palillo de cocktail.

– Espera un momento -gruñó-. Si miras por la ventana, verás el Bitch. Lo llamé así por mi primera mujer. Tiene 30 metros de eslora y alcanza una velocidad máxima de veinticuatro nudos, con un alcance de mil doscientos cincuenta kilómetros. Es una máquina totalmente equipada; es elegante, marinera y absolutamente silenciosa, perfecta para ir de isla en isla, pero no trataría de cruzar el Atlántico con ella. No tiene QE2.

Dave sacudió la cabeza y dijo:

– No tendrías que hacerlo, Tony. Por unos 80.000 dólares podrías comprarle un pasaje en un ferry trasatlántico construido a medida. En concreto, uno de los cat-tugs gestionados por Stranahan Yacht Transport de Port Everglades.

– ¿Qué coño es un cat-tug? -preguntó Al.

Dave apretó la tecla de busca en su ordenador, seleccionó una imagen del disquete, que había preparado el día anterior, y dio la vuelta al aparato para que la vieran las dos personas que formaban su público. Éstas se adelantaron en el chesterfield para mirar más de cerca la imagen del ordenador. Frente a ellos había una instantánea de un navío de casi doscientos metros que contenía hasta dieciocho yates de lujo a motor.

– La forma del casco -explicó Dave- es la normal de un buque, combinada con la ancha manga y el calado más plano de una gabarra. Pero tiene un centro de gravedad y una flotabilidad equiparable a la de las dos unidades.

– Joder -dijo Al-. Es increíble. No había visto nunca nada igual. ¿Y de verdad llevan esta cosa a través del Atlántico? ¿Con todos esos otros barcos?

Dave asintió.

– Me parece un tanto arriesgado -dijo Nudelli-. Hablo como propietario de yate, ¿entiendes? Existe el riesgo de elevar el yate para sacarlo del agua. Luego, el riesgo de dejarlo en un puente sin protección durante la travesía.

– Nada de eso. El cat-tug es semisumergible. Una especie de dique flotante trasatlántico. En Port Everglades metes tu barco, sin sacarlo del agua, y luego lo sacas, flotando, cuando llegas a la soleada Mallorca, en el Mediterráneo. Durante el viaje, cada navío está asegurado al suelo del dique, amarrado con unos cables especiales y protegido de lo peor del Atlántico por esa especie de espigones que veis. Tienen unos seis metros de alto. Sólo hay una fuerza de aceleración mínima cuando el remolcador está en marcha. Ah, y las, esto, pólizas de seguros para cruzar el Atlántico son un cuarto más baratas que si navegaras por tus propios medios. Siempre suponiendo que pudieras. SYT transporta cualquier nave de hasta seis metros de calado y no hay límite de altura.

– Creo que estás en lo cierto -dijo Nudelli-. Parece una goleta entre todos esos barcos. El palo mayor debe de medir unos dieciocho metros de alto.

Se recostó de nuevo en el sofá, haciendo crujir la piel como si ya estuviera a bordo de un barco en medio del mar.

– Tengo que admitirlo. Tiene un aspecto impresionante. Pero esa compañía, la Stranaham Yacht Transport, ¿tiene algo que ver con los rusos?

Volvió a colocarse el flexo facial en la boca y empezó a estirar la cara de nuevo.

– Nada de nada. Es una compañía legal. Los rusos compran un pasaje como cualquier otro ciudadano. Al viajar al lado de los barcos de ciudadanos respetuosos de la ley, calculan que tienen una cierta seguridad debido al número. Y, además, los guardacostas buscan droga, no dinero en metálico. Cuando el cat-tug llega a Mallorca, sacan su barco y navegan hasta su destino final por sus propios medios. Ese destino es un lugar en el Mar Negro, donde descargan finalmente el dinero y luego lo transportan por carretera. Otra rápida puesta a punto y el yate está listo para volver a casa.

– Eso es confiar mucho en un montón de rusos -observó Nudelli-. Dices que quieres robar uno de esos cargamentos. ¿Qué les impide a ellos robar a sus clientes?

– No lo hacen porque la primera vez sería también la última. Y porque algunos de esos clientes no tienen mucho dónde escoger. Ahora son muy pocas las maneras que hay de blanquear dinero de la droga, porque de ahí es de donde procede en su mayoría. Que te pillen con dólares es casi peor a que te cojan con cocaína. Algunos de los carteles sudamericanos están haciendo tanto dinero que no saben dónde ponerlo. A veces, acaban enterrándolo en un agujero y dejando que se pudra. Un tío de Homestead perdió dos millones así. Antes te podías comprar un bonito banco en Panamá o Venezuela. Pero las autoridades se han espabilado. El Grupo de los Siete Países Industrializados puso en marcha el Grupo Operativo de Actividades Financieras en 1989. Y fue entonces cuando el dinero de los malos empezó a ir a la antigua Unión Soviética.