Выбрать главу

– Corta todo lo que quieras, Kate -dijo Dave-; pero ¿quién de los dos es más deshonesto? Yo robo dinero. Tú te engañas a ti misma. Y no es una mentira cualquiera ¿eh?; es la peor clase de mentira. Es la clase de mentira que puede impedirte ser feliz.

– ¿Cambiando una vida recta por otra deshonrosa? Eso no vale ni siquiera diez centavos por dólar. Una cosa tengo que decir en tu favor, Van; estás lleno de sorpresas. Siempre pensé que la gente de tu clase no daba valor alguno a los sentimientos.

Dave suspiró.

– Bueno, tenía que probarlo. ¿Hay alguna ley que lo prohiba, Kate?

– Ninguna que yo sepa -Kate sacudió la cabeza y se secó una lágrima rápidamente-. ¿Sabes?, cuando te conocí pensé que eras el hombre perfecto.

– Me confundes con aquel otro tipo, el de la Biblia. A ése en el que piensas, lo crucificaron.

– Conocías a Shakespeare y a Pushkin.

– Cuando estás en prisión, haces todo tipo de nuevos amigos.

– No tenía que acabar así.

– Recuerda que has sido tú quien lo ha dicho. Cuando estés de vuelta en Miami. Yo sé que yo lo recordaré.

– ¿Y dónde estarás tú?

– Murmansk, San Petersburgo, Riga.

– Suena a frío.

– Llevan muchas pieles en Rusia. ¿No te gustan las pieles, Kate? Estarías magnífica con un abrigo de armiño.

– Para ser sincera, odio pensar en causar tantas molestias a todos esos armiños.

– No será por mucho tiempo. Tengo intención de viajar.

– Con todos los enemigos que te has ganado, tendrás que hacerlo.

– Quizás incluso volver a Estados Unidos, cuando no haya peligro.

– Asegúrate de avisarme con tiempo, para que te reserve una celda en una bonita prisión -Kate sacudió la cabeza-. Ni siquiera lo pienses, Dave. Sólo que vea algo parecido a un perro añorado en los anuncios por palabras del Miami Herald te perseguiré como si te llamaras doctor Richard Kimball.

– Te estaré esperando.

– No te molestes. Llegaré sin avisar.

– Ya lo supongo.

Kate notó que volvía a sonrojarse; pero esta vez no era de furia.

Dave sonrió y dijo:

– ¿Sabías que el sonrojo se considera una prueba de sensibilidad moral?

– ¡Qué sabrás tú de eso!

– No mucho. Sólo sé que siempre recordaré la noche que pasamos juntos. Cuando sea viejo y tenga el pelo gris, ese recuerdo me tendrá ocupado.

– He oído decir que los presidiarios tienen todo tipo de sistemas para sobrellevar una condena larga. Pero si yo fuera tú, pensaría en un canario. Me han dicho que son muy cariñosos.

Dave miró alrededor en busca de inspiración y vio que Einstein Gergiev le señalaba el reloj. Con tristeza volvió a mirar a Kate, pero su cara seguía tan implacable como antes. Aquella única lágrima que le había hecho abrigar esperanzas se había secado rápidamente. El sonrojo de sus mejillas se había enfriado. No parecía haber modo alguno de vencer su afilada lengua. Comprendió que se había hecho fuerte para decir algunas de las cosas que estaba diciendo. Ninguna de ellas le salía del corazón. De eso estaba totalmente seguro. Pero era como si hubiera contratado los servicios de un abogado avispado, como Jimmy Figaro, y ese abogado hubiera montado el bufete en su boca. No había manera de pasar.

Desesperado, dijo:

– ¿Nunca has querido hacer un viaje en submarino? -La cogió por la muñeca-. Vamos, Kate; sumérgete conmigo.

Ella se soltó.

– ¿Yo? Lo siento, capitán Nemo, pero me da claustrofobia en la ducha. De ninguna manera permitiría que me convencieras para meterme en uno de esos tubos de puros. Así que ya ves -continuó sin detenerse-, incluso si quisiera ir contigo, no podría. Me estaría subiendo por las paredes en menos de veinte minutos.

– Entonces, supongo que mejor será que me vaya.

– Es lo que te he estado diciendo -dijo Kate, sombría-. Nunca tendrías que haber hecho esto, ¿sabes? Nunca tendrías que haber robado todo ese dinero. Quizás puedas convencerte de que sólo es dinero de la droga y que no importa. Quien roba a un ladrón, y toda esa basura. Pero cuando se necesitan armas para hacerlo, entonces tú eres tan malvado como la forma en que se hizo ese dinero. Eso es lo que cuenta. Nadie puede construir su felicidad sobre el dolor de otro. La próxima vez que te mires en el espejo verás que tengo razón.

– ¿Malvado? -dijo riendo-. Si alguna vez cambias de opinión… Bueno, es a ti a quien quiero ver Kate, no a la policía. Y no me miro mucho en los espejos. Perdí la costumbre cuando estaba en la cárcel. No hay espejos por si acaso se te ocurre utilizar el cristal para dejar claro lo que piensas. Pero el sol… al sol sí que miro, y mucho. Lo que yo digo es ¿por qué buscar otra luz cuando ya tenemos una? ¿Bueno y malvado? No seas tan melodramática. ¿Sabes?, incluso el sol, lo más brillante del sistema solar, tiene algo negro. Echa una mirada a una fotografía alguna vez y verás que tengo razón. Cuando lo hagas, te darás cuenta de que esas manchas negras son el rasgo más sobresaliente del sol. ¿Y sabes otra cosa? Esas manchas lo afectan todo, más de lo que se sospechaba hasta hace poco. Nadie sabe qué las causa y probablemente nadie lo sabrá nunca; pero la próxima vez que mires el sol, pregúntate si de verdad soy tan malvado como dices. Hasta pronto, Kate. Lo he pasado bien.

Dave se volvió para salir de la cocina y luego se acordó de Al.

– Por cierto -dijo-, puedes llevarte a Al cuando te vayas. Nuestra asociación ha quedado disuelta.

– ¿No hay honor entre ladrones?'

– Ten cuidado y no le des la espalda.

Kate sacudió las esposas que había traído con ella del Carrera. Sus esposas del FBI. No el par que aún le colgaba de una muñeca.

– Estaba reservando éstas para ti -dijo.

– ¿Cómo lograste soltarte? -preguntó Dave-. ¿Cómo te libraste de las esposas?

Kate sonrió.

– De la misma manera que me libré de mi marido. Me escapé.

Salieron de la cocina y volvieron a la cubierta de popa, donde Al seguía bajo el control de los dos marineros rusos.

Al ver de nuevo a Dave, dijo:

– Eh, Dave, no estarás planeando dejarme aquí.

– Cuando vuelvas a Miami, Al, no te aconsejo que intentes hacer carrera leyendo los pensamientos de la gente. No hay ningún plan. Ya no.

– ¿Después de todo lo que hemos pasado juntos?

– Siempre pensaré en ti con cariño, Al. Justo hasta el momento en que estabas preparándote para matarme.

Kate llegó hasta Al y rápidamente le puso las esposas. Volviéndose a mirarla, Al dijo:

– Espero que seas tan dura como crees que eres, niñata. Porque voy a disfrutar contándole a la gente tu pequeña y sórdida historia.

Kate echó una mirada de soslayo a Dave. Todavía estaba lo bastante cerca para oírla.

– Eso es exactamente lo que es -dijo-: Una pequeña y sórdida historia. Representará un cambio respecto a todas las demás historias sórdidas con que tropiezo en mi trabajo.

– Zorra.

– ¿Sabe señor? He conseguido una especial comprensión de la mente criminal. Según mi meditada opinión, en la mayoría -y eso le incluye, amigo- todo es criminal y muy poco es mente.

Cuando Kate y Al hubieron vuelto al barco de Calgary Stanford y hubieron soltado el cabo que los unía al Britannia, Dave subió al casco del submarino. En cuanto el último marinero hubo abandonado el Britannia, cogió su metralleta y vació el cargador contra el barco, justo por encima de la línea de agua. Mientras la embarcación empezaba a hundirse, el resto de los marineros descendió por la escotilla hasta que sólo quedaron Dave y Gergiev de pie en la cubierta de proa.