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Me ordenaron que escoltara a un agente desertor de Alemania del Este, un físico, desde Leipzig a un cruce fronterizo en Herleshausen, bastante lejos por cierto El Mercedes que yo manejaba tenía un compartimiento secreto detrás del asiento donde estaba escondido el físico En el control, pasamos las inspecciones de rutina y metieron el gran espejo de cuatro ruedas bajo el auto para controlar si no había alemanes tratando de escaparse de ese miserable país, todo eso. Habían enviado a un hombre de apoyo desde los cuarteles de Pullach para que nos esperara del otro lado Mientras yo pasaba por la aduana y por Inmigraciones con el pasaporte, felicitándome por un trabajo bien hecho, el hombre cometió un error y se mostró Alguien de la frontera lo reconoció e inmediatamente se levantaron sospechas sobre mí

De pronto, salieron tres y luego siete Volkspolizei del edificio y rodearon el auto Uno se paró frente a mí y me indicó que me detuviera

Según los procedimientos de la Agencia, yo debería haberme hecho el inocente y el sorprendido. Debería haberme detenido como para ver de qué se trataba Bajo ninguna circunstancia se debía arriesgar una vida humana Así no era como funcionaba el juego

Y mientras yo me quedaba sentado ahí, pensé en el físico, un hombrecito sudoroso enroscado en el compartimiento sin aire entre el asiento trasero y el baúl. Mi preciosa carga. El hombre era valiente. Estaba arriesgando su vida, cuando le hubiera sido tanto más fácil no hacer nada

Sonreí, miré a izquierda y a derecha y luego adelante El Vopo que me bloqueaba el camino -un Kommandant Stasi, supe después- me sonrió otra vez, con ironía.

Me tenían atrapado Era una clásica técnica de encajonamiento y la habíamos aprendido en Campo Peary Lo único que se podía hacer era rendirse No se arriesgan vidas humanas. Las consecuencias son demasiado graves

Y entonces, algo me invadió, la misma furia glacial que me había dominado cuando rompí la mandíbula del instructor de artes marciales Era como si estuviera en otro mundo Mi corazón no se aceleró, mi cara no cambió de color Estaba en calma, pero me recorría un súbito deseo de matar

Rompe el cerco, me dije a mí mismo Rompe el cerco

Pisé el acelerador a fondo.

Nunca podré sacar de mi memoria la cara del Kommandant cuando se elevó hasta quedar a la altura del parabrisas Un rictus de terror, incredulidad en los ojos

Tranquilo, flotando en una calma reptil, miré directo hacia adelante. Todo me parecía en cámara lenta Los ojos del Kommandant se hundieron en los míos, lagunas de miedo abyecto Vio en los míos una indiferencia suprema Ni furia ni desesperación Una calma gélida

Con un golpe horrible, el cuerpo del hombre fue lanzado hacia el aire Hubo un ruido de metralla y en un segundo, yo estaba del otro lado, con mi carga a salvo

Más tarde, por supuesto, me retaron en Langley por "medidas innecesarias y temerarias". Pero extraoficialmente, mis superiores me dijeron sutilmente que estaban conformes. Después de todo, el físico había cruzado, ¿no?

Lo que me quedó, sin embargo, no fue la satisfacción de una misión bien cumplida, ni orgullo por el acto de bravura y heroísmo, sino inquietud, malestar Durante un minuto o dos, en la frontera, me había convertido en algo semejante a un autómata Habría manejado el auto a cien por hora directo hacia un muro de ladrillos Nada me asustaba

Y eso me asustaba

– No, Ben -siguió diciendo Moore- No eras una bala perdida Tenías una rara combinación de intelecto prodigioso y pelotas de acero, digamos. Lo que le pasó a Laura no fue culpa tuya. Fuiste uno de los mejores. Eso, más tu memoria fotográfica, o como quiera que se llame, te hace todo un baluarte.

– Mi memoria… eidética, como la llaman los neurólogos, tal vez fue de gran ayuda en la universidad, pero ahora, con las bases de datos electrónicas en todo el mundo, ya no vale mucho.

– ¿Conoces a Truslow?

– Se presentó en el funeral de Hal Hablamos unos cinco minutos Eso fue todo Ni siquiera sé para qué me quiere.

Moore se puso de pie y cruzó la habitación hacia las ventanas Una de ellas crujía y se sacudía más que las otras La ajustó y la trabó, para parar el ruido Cuando volvió, dijo.

– ¿Te acuerdas de ese famoso caso de derechos civiles contra la cIa a principios de los 70? Un negro se presentó para un puesto de analista y lo rechazaron sin razón

– Claro

– Bueno, el que resolvió el caso fue Alex Truslow. Y se aseguró de que el personal de la Agencia no volviera a sufrir discriminación sexual o racial. Fue extraordinario El tenía una visión de la cIa en la que la institución era realmente una mentocracia, un lugar que no permitiría a la vieja guardia pisotear los derechos de las minorías Muchos de los antiguos todavía lo odian por eso Él fue el que dejó entrar a todas esas minorías en el club de blancos puros Y probablemente será el que reemplace a tu suegro, eso ya lo sabes

Asentí

– ¿Cuánto sabes de lo que está haciendo? -preguntó Moore después de un momento

– Nada, diría yo "Trabajo de seguridad" para la Agencia, me dicen. Procedimientos que Langley no puede o no quiere hacer

– Voy a mostrarte algo -dijo Moore, levantándose otra vez, e indicándome con un gesto que lo siguiera. Subió la escalera de madera hasta el otro piso con un gruñido -Uno de estos días ya no podré subir estos escalones, eso lo sé -Se había quedado sin aliento -Y ese día, voy a mudar todo Ruskin aquí arriba, donde nunca volveré a verlo Mierda con eso, nunca me gustó ese viejo hijo de perra Ese es el resultado de un matrimonio entre dos primos Bueno, aquí vamos. Mi botín.

Habíamos caminado unos tres metros por el balcón, frente a varios volúmenes en cubierta de cuero, cuando Moore se detuvo frente a un pedazo de pared desnuda entre los estantes Tocó ligeramente uno de los paneles hasta que se abrió y dejó ver un cajón de archivo de color gris institucional

– Lindo -dije- ¿Te lo hiciste hacer con los chicos de Servicio Técnico?-En realidad, no era un buen escondite estaba en el primer lugar que hubiera mirado cualquiera que supiera algo de robo y cajas fuertes Pero yo no pensaba decírselo

Él abrió el cajón Hizo un ruido sordo, mohoso

– No, en realidad estaba ahí cuando compré la casa en 1952 Una simpleza tipo novela de Edith Wharton, diría yo, compartimientos secretos y todo eso Hay un panel secreto sobre la chimenea y yo no lo uso Claro que la persona que construyó esta casa no podía imaginar que un día iría a parar a manos de un espía de pura raza

El cajón parecía contener archivos de inteligencia, por lo menos por lo que yo veía en los índices

– No sabía que te dejaban llevarte archivos cuando te retirabas -dije

Él se volvió hacia mí y se ajustó los anteojos sobre la nariz.

– Es que no te dejan -Sonrió -Confío en tu discreción

– Siempre

– De acuerdo Y en realidad, no estoy violando ninguna ley de segundad nacional

– ¿Te los dio alguien?

– ¿Te acuerdas de Kent Atkins, de París?

– Era un amigo

– Bueno, ahora está en Munich Jefe de estación Y se arriesgó mucho para conseguírmelos Lo menos que podía hacer era tomar la precaución de esconderlos de ladronzuelos y de otros que pudieran estar interesados

– Entonces, tengo que suponer que la Compañía no lo sabe