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¿Dónde mierda?

Enfocar, sí, carajo, tenía que enfocar la mente, concentrar mis poderes de percepción, separar el ruido ambiente del ruido de los pensamientos. Y después separar los pensamientos que no me interesaban, los comunes, de las ideas del hombre o mujer que se preparaba para llevar a cabo un asesinato público, difícil, metódico y tenso. Serían los pensamientos de alguien concentrado con intensidad, alerta casi hasta la locura.

Enfoca.

Me acerqué a un hombre en traje -cabello color arena y treinta años, un cuerpo de jugador de rugby- al final de la fila cuatro y bajé la cabeza.

Y oí: …hacerlo socio, sí ¿pero cuándo y cómo? Porque ah, si no supiera… Un abogado. En Washington eran una plaga.

Sigue.

Un chico adolescente, la cara llena de acné, vestido con una chaqueta tipo ejército. ¿Demasiado joven? Y llegó: no quiere llamarme hasta que yo no la llame y claro…

Una mujer de casi sesenta años, elegantemente vestida, con una expresión dulce, y lápiz de labios color rojo intenso. Pobre hombre, ¿cómo se las arregla para andar así solo? Estaba pensando en mí, sin duda.

Seguí un poco más adelante, rodando, la cabeza baja.

…mierda con ese nido de espías quieren dejarlo de lado, carajo y… Un hombre alto de más de cuarenta, en ropa informal, cola de caballo, un aro en la oreja.

¿Era él? No era lo que yo esperaba, no la concentración intensa, tipo láser, del asesino profesional.

Me detuve a unos metros, enfoqué.

Enfoqué.

apenas llegue a casa, termino esta noche reviso mañana ver lo que dice el Times y lo que piensa el editor…

No, un escritor; un activista, no un asesino.

Ya había llegado a la primera fila y empecé a pasar por el frente de la habitación. Era un movimiento muy comprometido: todos me veían con claridad.

La gente me miraba, preguntándose adonde iría.

¿Ese tipo piensa pasar por aquí hasta el otro lado? ¿Se permite eso?

Tan cerca de esos senadores, ¿cómo podría llegar más cerca?Alto.

Quiero autógrafos, a la salida, si me los dan.

Adelante.

Una mujer de pelo color ceniza y unos cincuenta años, con cara de anoréxica y mejillas hundidas, la piel demasiado tensa que revela un exceso de cirugía estética, alguien de la élite de Washington, aparentemente:

…mousse de chocolate con salsa de frambuesa y tal vez un pedazo de torta de manzana con una montaña de helado de vainilla y ¿no me lo merezco acaso? fui buena y obediente esta semana…

Seguí adelante, cada vez con más rapidez, concentrándome con todo mi ser, mirando las caras al pasar, la cabeza baja, escuchando. Los pensamientos venían en torrente ahora, una corriente de emociones e ideas sicodélica, caleidoscópica, confusa, brillante, inundada de los sentimientos más privados, las contemplaciones más banales, la furia, el amor, la sospecha, la excitación…

…le dieron el ascenso y me pasaron por encima y…

Más rápido.

…maldito Departamento de Justicia qué se creen…

¡Vamos!

Una y otra vez miré las filas de espectadores, luego la de ayudantes bien vestidos junto a los senadores, la de taquígrafos sentados frente al podio con sus papeles silenciosos, inclinados en furiosa concentración sobre las pizarras.

No.

…no escribí nada y no debería quedar nada en los informes…

Un murmullo recorrió la habitación. Miré hacia el frente, mientras seguía rodando y vi que la puerta se abría un poco.

Más rápido.

…la fiesta de Kay Graham cuando el vicepresidente me pidió que…

Moví mi cabeza a izquierda y derecha, desesperado. ¿Dónde estaba ese tirador? Todavía no había señales de él, ni una, y Hal estaba a punto de aparecer y cuando apareciera, todo habría terminado.

las piernas de esa escultura de ahí si puedo conseguir el teléfono tal vez le pida a Myrna que llame a personal pero entonces ella…

Y de pronto, con un sacudón, vi que había olvidado el lugar más evidente de todos. Giré la cabeza hacia el podio, y entonces noté una discrepancia extraña y se me tensó el estómago.

Tres taquígrafos. Dos, las dos mujeres, escribían furiosamente, con las hojas de papel en constante movimiento en lasmáquinas y las bandejas de recepción.

El tercero no parecía estar trabajando. Un hombre de cabellos negros… que se limitaba a mirar hacia la puerta. Era extraño que tuviera tiempo de mirar a su alrededor cuando sus colegas no lo tenían; qué fácil sería meter un asesino profesional entre los taquígrafos. ¿Por qué mierda no había pensado en eso? Llevé la silla hacia allí con rapidez mientras estudiaba ese perfil, y el hombre miró al público con ojos tranquilos y vacíos y…

…y entonces oí algo.

No venía del hombre de cabello oscuro, que estaba demasiado lejos de mí como para leerle los pensamientos sino desde otro lugar, a la izquierda, sobre el hombro, adelante.

Zwolf.

Un pedazo de palabra, una palabra que no parecía significar nada al principio, y que, luego, de pronto, se me aclaró. Alemán. Un número. Doce.

Elf.

Otra vez, sobre mi hombro. Once. Alguien contaba en alemán.

Giré la silla en redondo, dándole la espalda a la fila de senadores para mirar al público. Alguien parecía estar acercándoseme. Vi una forma con el rabillo del ojo.

– ¿Señor? ¡Señor!

Zehn.

Un guardia de seguridad caminaba hacia mí, haciéndome gestos para que me alejara del frente de la habitación. Alto y bien vestido en un traje gris con un transmisor en la mano.

¿Dónde mierda? ¿Dónde? Pasé los ojos sobre la primera fila, buscando a alguien que pareciera probable y vi una cara muy familiar, agradable, probablemente alguien que conocía, un viejo amigo y seguí buscando…

Y oí: Acht Sekunden bis losschlagen. Ocho segundos para el golpe.

Y entonces retrocedí y vi la cara agradable de nuevo y la reconocí por fin: Miles Preston. Apenas a unos pasos de mí.

Mi viejo amigo de copas, el corresponsal extranjero al que yo había hecho mi amigo en Leipzig, Alemania del Este, hacía ya muchos años.

¿Miles Preston?

¿Por qué había venido? Si estaba cubriendo el asunto, ¿por qué no desde la galería de prensa? ¿Por qué ahí en primera fila?

No, claro.

La galería estaba demasiado lejos.

El corresponsal extranjero al que había hecho mi amigo… No. Él se había hecho amigo mío.Se me había acercado mientras yo estaba sentado solo en el bar. Y se había presentado.

Y después estaba en París justo en el momento en que yo estaba allí.

Yo le había sido asignado, yo que era el chico nuevo en la CIA. Un cultivo clásico: su trabajo había sido cultivar mi amistad, saber todo lo que pudiera sutilmente, sin que yo me diera cuenta…

Corresponsal extranjero: el disfraz perfecto.

El guardia de seguridad se dirigía hacia mí con rapidez y determinación.

Miles Preston, que sabía tanto sobre Alemania.

Miles Preston no era inglés. Era… tenía que ser… Stasi, un agente alemán, ahora independiente. Estaba pensando en alemán.

Zwolf Kugeln in der Pistóle. Doce balas en el cargador.