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Con una horrible sensación de culpa, recordé que había cambiado de maletín a la mañana. Ella abrió los ojos, enrojecidos

– Me fui temprano del trabajo, gracias a Burton, y decidí hacer algo -dijo, la voz confusa- No podía dormir Demasiada excitación Quise adelantar el pago de las cuentas y no encontraba la del teléfono Miré en tu maletín

Yo tenía en la mano la fotografía del padre de Molly, después de su muerte

Había tratado de protegerla todo lo posible de los detalles horribles de la muerte de su padre El cuerpo de Harry Sinclair estaba tan horrendamente quemado que ni siquiera se pensó en un ataúd abierto Además de la terrible mutilación causada por la explosión del tanque de nafta, tenia el cuello casi partido (por el accidente, me había explicado el forense) No vi razón para que Molly viera asi a su padre, tanto ella como yo preferíamos que lo recordara tal como lo había visto por última vez lleno de vigor y fuerza y vida Me acuerdo de haber llorado en la morgue, en Washington, cuando vi lo que quedaba de mi suegro Molly no tenía por qué pasar por eso

Pero ella insistió Era médica, dijo Había visto mutilaciones Claro que es diterente cuando se trata del padre de uno, y cuando lo vio, la escena fue traumática para ella, de eso no había duda alguna A pesar de los daños, logró identificar el cuerpo señalando el viejo tatuaje azul de un corazón sobre el hombro izquierdo (que había adquirido en una noche de borrachera en Honolulú durante su servicio en la Segunda Guerra Mundial), su anillo de la universidad, el lunar en el mentón Y después, se dejo caer en el abismo, se hizo pedazos.

La fotografía que me había dado Ed Moore estaba tomada después de la muerte de Hal, pero antes del accidente de auto Era una prueba del asesinato

Era una imagen del cuello y los hombros para arriba Ahí estaba Hal Sinclair, los ojos abiertos de par en par, como indignados Los labios, extremadamente pálidos, apenas entreabiertos, como si estuviera a punto de decir algo

Pero no había duda alguna de que estaba muerto.

Justo debajo de la mandíbula, de oreja a oreja, había una sonrisa enorme, abierta, espantosa, de la cual sobresalía un poco de tejido rojo y amarillo

El cuello de Sinclair estaba partido de lado a lado, las dos carótidas Yo conocía bien el procedimiento nos habían enseñado a reconocerlo con una sola mirada La herida se lograba con un solo corte rápido que hacía perder súbitamente la presión arterial y dejaba sin sangre al cerebro en menos de un segundo

Para la víctima, era como si alguien hubiera cerrado una canilla Sucumbía instantáneamente

Le habían hecho eso, habían asesinado a Hal Sinclair Por alguna razón incomprensible, le habían sacado una foto, y después lo habían metido en un auto y

¿Quiénes?

Yo sabía quiénes eran, por supuesto

En el negocio, esa herida era lo que se llama una "firma", o "huella dactilar", un tipo de asesinato preferido por un grupo o una organización en particular

El corte de carótida a carótida era la especialidad del antiguo servicio de inteligencia de Alemania del Este, el Ministerium für Staatssicherheit, también conocido como el Staatssicherheitsdiens.

Stasi.

Esa forma de ejecutar era su firma, y esa fotografía, su carta de presentación.

Pero era la carta de presentación de un servicio de inteligencia que ya no existía.

7

Molly lloraba en silencio, los hombros temblorosos, y yo la sostenía. Le besé la nuca, le hablé en voz baja.

– Molly, lamento que la vieras.

Ella tomó una almohada con los puños, se la hundió en la cara, ahogando sus palabras.

– Es una pesadilla. Lo que le hicieron.

– Los van a atrapar, Molly, sí, no importa quiénes sean. Casi siempre los atrapan. Sé que eso no te consuela… -Yo no creía en lo que estaba diciendo, pero Molly necesitaba seguridad. No le conté mis sospechas, no le dije que pensaba que alguien había estado en la casa.

Ella se volvió, los ojos escudriñando mi rostro. El corazón se me apretó en el pecho.

– ¿Quién podría hacer eso, Ben? ¿Quién?

– Todos los que tienen puestos públicos son vulnerables. Hay locos. Especialmente si estás en un puesto tan especial como el de director de la CIA.

– Pero… ¿entonces lo mataron antes, verdad?

– Molly, tú hablaste con él la mañana del día en que lo mataron.

Ella buscó un pañuelo, se sonó la nariz.

– Esa mañana, sí.

– Dijiste que la conversación fue de lo más normal.

Ella sacudió la cabeza.

– Me acuerdo -contestó-. Se quejó de un problema de lucha de poder en la Agencia, algo interno, dijo que no podía explicarme mucho. Pero eso es normal. Siempre le pareció que la CIA era muy difícil de dominar. Creo que quería desahogarse, relajarse, pero como siempre, no dijo nada específico. No podía.

– Sigue.

– Bueno, es que no hay mucho más… Suspiró, dijo… no, más bien cantó: "Los tontos irrumpen donde los nombres sabios nunca pisan", con toda la voz, esa voz desafinada.

– Una canción de Sinatra, ¿no?Asintió una vez, apretó los labios.

– Su favorita. Odiaba a Sinatra, pero le encantaba su música. No hablo de emoción profunda pero… De todos modos, me la cantaba siempre cuando me llevaba a la cama.

Me levanté, fui hasta el espejo, me arreglé la corbata.

– ¿Te vas a la oficina, Ben?

– Sí. Lo lamento.

– Tengo miedo.

– Sí, claro. Yo también, un poco. Llámame. Todas las veces que quieras.

– Vas a trabajar para Alex Truslow, ¿verdad?

Yo me tiré de las solapas para acomodarlas, me pasé un peine por el cabello, no le contesté.

– Después hablamos.

Ella me miró, una mirada extraña, como si estuviera tratando de tomar una decisión y finalmente dijo:

– ¿Cómo es que nunca hablas de Laura?

– No qui… -empecé a decir.

– No. Escúchame. Sé lo doloroso que es, sé que es intolerable. Lo sé. No quiero sacar a la luz nada de eso. En serio. Pero ahora que le pasó esto a papá… Bueno, Ben, quisiera saber si la decisión de trabajar con Truslow tiene algo que ver con la muerte de Laura, con algún tipo de intento de rectificar las cosas o algo parecido…

– Molly -dije, con la voz muy tranquila, y con tono de advertencia-. No.

– De acuerdo. Lo lamento.

Ella tenía algo en mente, claro, pero en ese entonces, yo no lo percibí.

Ese día no pude dejar de pensar en Harrison Sinclair. Uno de mis primeros recuerdos de él era un momento en que me había contado un chiste verde.

Era un hombre elegante, alto, flaco, con una cabeza poderosa, cubierta de cabellos blancos, obviamente un atleta en su juventud (había sido remero en Amherst). Hal Sinclair era un hombre fácil de tratar, encantador, al mismo tiempo digno y juguetón.

En ese momento, yo estaba en la preparatoria, uno de sólo tres estudiantes de Harvard presentes (y el único no recibido) en un seminario del mit sobre armas nucleares. Un lunes de mañana, entré en el aula del seminario y vi que había un visitante, un hombre mayor, alto, bien vestido. Estaba sentado allí en la mesa de conferencias, grande y oval, escuchando sin decir nada. Supuse (lo cual era cierto) que era un amigo del profesor Solo mucho mas tarde supe que Hal, que ocupaba en ese momento el tercer lugar en la cía estaba en Boston coordinando una operación de espionaje para lo que se llamaba la Cortina de Hierro para la cual necesitaba miembros del Mir

Esa tarde yo tenia que presentar un trabajo de investigación que había hecho sobre una política de armas nucleares en los Estados Unidos que me parecía una falacia: el dema, Destrucción Mutua Asegurada. Me acuerdo de que era un intento de estudiante, no mucho mas. Al final de todo, decía algo tonto como que el dema era "DEMencia". En realidad, para ser justo conmigo mismo, estaba bastante bien como trabajo de investigación sobre la estrategia nuclear soviética y estadounidense tal como aparece en las fuentes públicas