Más tarde, el visitante distinguido se presentó, me dio la mano y me dijo que estaba muy impresionado Nos quedamos un rato hablando y el hombre hizo una broma muy graciosa y muy subida de tono sobre las armas nucleares, nada menos Entonces, noté que mi amiga Molly Sinclair estaba parada en la puerta del aula. Nos dijimos hola, sorprendidos de vernos fuera de Harvard
Hal nos llevo a almorzar a la Maison Robert en la calle School, en la ciudad vieja (Molly y yo cenamos allí juntos solo una vez desde entonces el día que le propuse matrimonio. Su respuesta fue que lo pensaría) Hubo mucha bebida, muchas risas Hal hizo otra broma subida de tono y Molly se sonrojo.
– Ustedes dos deberían estar juntos -le dijo él a Molly en voz baja, pero no tan baja como para que yo no lo escuchara- Es un buen tipo.
Ella se puso todavía mas colorada, casi escarlata.
Los dos nos sentíamos atraídos, pero no pasaría nada de lo que había insinuado Hal sino hasta muchos años después.
– Me alegro de verlo -dijo Alexander Truslow. El, Bill Stearns y yo estábamos sentados a una mesa en el Ritz-Carlton al día siguiente -Pero tengo que confesar que estoy un poco sorprendido. Cuando nos conocimos en el funeral de Hal, creí sentir una gran falta de ínteres de su parte.
Truslow usaba otro de sus trajes elegantes, un poco arrugado como siempre. Lo único totalmente a tono era el corbatín, chico, prolijo, azul marino y bien atado Yo tenia puesto mi mejor traje, uno de color gris oliva de Andover, el negocio de Harvard Square. Supongo que quería impresionar al viejo.
El me miró con los ojos tristes, mientras untaba un poco de manteca en el pan-Supongo que usted conoce mi breve carrera en inteligencia -dije.
Él asintió.
– Bill me la contó Entiendo que hubo una tragedia. Y que usted fue exonerado
– Eso me dicen, sí -murmuré.
– Pero fue un momento terrible, un momento que lo asustó mucho,supongo.
– No hablo mucho de esos tiempos -dije.
– Lo lamento. Esa es la razón por la que dejó la Compañía, ¿verdad?
– Esa es la razón -lo corregí- por la que dejé totalmente esa línea de trabajo Para siempre Y le hice una solemne promesa a mi esposa.
El apoyo el pan sobre la mesa sin morderlo.
– Y a usted mismo.
– Correcto.
– Entonces, tenemos que hablar con franqueza. ¿Está usted familiarizado con lo que hace mi compañía?
– Vagamente -contesté.
– Bueno, somos una firma de consultoría internacional Supongo que esa es la mejor manera de definirla Uno de nuestros clientes, estoy seguro de que usted lo sabe, es el lugar donde usted trabajo antes.
– Que necesita mucha asesoría, estoy seguro -dije.
Truslow se encogió de hombros, sonrió.
– Sin duda. Espero que entienda que ahora estamos hablando dentro de los limites del privilegio abogado-cliente.
Yo asentí y entonces, él siguió hablando.
– Por varias razones, a veces quieren la ayuda de una firma localizada fuera del Beltway. No se por que razón, tal vez porque estuve tanto tiempo en la Agencia que podría decirse que ya casi era parte de los muebles, los poderes de Langley me confian un trabajo de tanto en tanto.
Yo tome un pancito, frío ya, y lo mordí. Noté que el evitaba cuidadosamente la palabra CIA
– Ah, vamos -dijo Stearns, poniéndole una mano en el hombro- Esa modestia es ridicula -Ahora, dirigiéndose a mi, agregó -Sabes que Alex esta en la lista para llegar a director.
– Lo sé -dije.
– Tiene que haber una falta muy grande de candidatos con capacidad. -dijo Truslow- Ya veremos. Como le decía, Truslow y Asociados está comprometida en una serie de proyectos que por alguna razón Langley prefiere no ocuparse directamente
– Ya saben lo molesta que es la vigilancia del Congreso, y todas esas cosas, para las tareas de inteligencia -interrumpió Stearns- Especialmente hoy en día, con lo de los rusos fuera de escena.
Yo sonreí por compromiso Esa era una conversación muy común entre miembros de la Agencia, sobre todo entre los que querían que la CIA quedara libre para hacer lo que quisiera, fuera lo que fuera usar cigarros explosivos para matar a Fidel o asesinar a dictadores del tercer mundo.
– De acuerdo -dijo Truslow, bajando la voz- Lo "de los rusos", como le dice Bill, la caída de la Unión Soviética, creó un numero de problemas únicos para nosotros.
– Claro -dije- Sin enemigos, ¿para qué sirve la CIA? Y además, ¿quien necesita a la Corporación''
– No es así -aclaró él- Hay muchos enemigos, y por desgracia siempre necesitaremos una CIA. Una CIA reformada, mejor. Tal vez en este momento el Congreso no se dé cuenta, pero con el tiempo, creo que lo harán. Y como ya saben, la CIA está equipándose de nuevo, concentrándose mucho más en el espionaje industrial y económico Defender a las compañías estadounidenses de los países extranjeros que tratan de robarles sus secretos industriales Ahí es donde van a pelearse las batallas del futuro ¿Sabe que poco antes de su muerte, Harrison Sinclair estableció contacto con el ultimo jefe de la kgb?
– A través de Sheila McAdams -dije
Él hizo una pausa, el mentón levantado, sorprendido.
– Correcto. Pero aparentemente Hal también estaba en Suiza Él y ella se encontraron con Orlov. Piense en los últimos estertores del imperio soviético el golpe de Estado fracasado de agosto de 1991 En ese punto, la vieja guardia supo que el juego había terminado La burocracia del Partido Comunista estaba destrozada, el Ejército Rojo se había dado vuelta y apoyaba a Yeltsin, que parecía la única esperanza posible de preservar a Rusia Y la kgb…
– Que -interrumpí- estaba detrás del golpe.
– Sí Lo dirigió, lo preparó, aunque no pueden estar orgullosos de la forma en que salió. La kgb sabía que en semanas, tal vez meses, iban a cerrarla Y fue en ese punto que la Agencia empezó a vigilar Lubyanka con cuidado Para ver si aceptaría su sentencia de muerte…
– …o trataría de defenderse -completé
– Bien dicho -dijo Truslow- De todos modos, fue en ese punto que la Agencia empezó a detectar un gran uso de valijas "diplomáticas", bolsas de correo y cajas de cartón para ser exactos, que se movían de Moscú hacia la embajada soviética en Ginebra El receptor, el que las requería, era el jefe de la estación suiza de la kgb.
– Si me perdonan -dijo Stearns y se puso de pie- Tengo que volver a la oficina -Apretó la mano de Truslow y se fue. Ahora estábamos llegando al punto, supuse.
– ¿Sabemos qué había en esos cargamentos?
– En realidad, no -dijo Truslow- Algo bastante valioso, supongo.
– Y por eso quiere mi ayuda.
Truslow asintió Finalmente comió algo del pan.
– ¿Cómo, exactamente?
– Investigación.
Me quedé callado un momento Pensando.
– ¿Por que yo?
– Porque… -Bajó la voz y continuó diciendo -Porque no puedo no puedo confiar en los chicos de Langley. Necesito alguien de afuera, alguien que conozca la forma de actuar de la Agencia y no este relacionado con ella -Se detuvo durante un rato, como si estuviera preguntándose hasta dónde podía llegar con su franqueza. Finalmente se encogió de hombros y dijo -Estoy en un brete dentro de la Agencia, ya no sé en quién confiar