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Después de dar vueltas por ahí un poco, dando conferencias, había formado su propia consultora, con base en Boston, a la que se conocía informalmente como la "Corporación". La Corporación asesoraba a compañías y firmas legales del mundo entero sobre cómo manejar un mercado global siempre cambiante, siempre impredecible. No era sorprendente, dada la reputación de Truslow en la comunidad de inteligencia, que la Corporación también trabajara con la CIA.

Alexander Truslow era uno de los hombres más respetados y eminentes de la comunidad de agentes secretos. Después de la muerte de Hal Sinclair, era uno de los que estaban en lista de espera para reemplazarlo. Por razones relacionadas con la moral de la tropa de la Agencia, era el hombre más indicado: su popularidad entre los jóvenes y los viejos era igualmente alta. Era cierto que había algunas quejas por su trabajo en el "sector privado". Y también algunos que tenían buenas razones para temer a un "nuevo heredero". Pero cuando se presentó, yo pensé que estaba estrechándole la mano al próximo director de la CIA.

– Lo lamento muchísimo -le dijo a Molly. Tenía los ojos húmedos. -Tu padre fue un hombre maravilloso. Lo vamos a extrañar muchísimo.

Molly asintió. ¿Lo conocía? Yo no estaba seguro.

– Ben Ellison, ¿cierto? -dijo, estrechándome la mano.

– Me alegro de verlo, señor Truslow -dije.

– Alex. Me llama la atención que no nos hayamos visto antes en Boston -me contestó él-. Tal vez sepa usted que soy amigo de Bill Stearns. -William Caslin Stearns III era el socio mayor de Putnam amp; Stearns y también antiguo hombre de la CIA. Y además, mi jefe. Así eran los círculos en los que me movía en ese entonces.

– Alguna vez lo mencionó a usted, sí -dije.

Después de eso, hubo unos minutos de silencio incómodo mientras caminábamos hacia los autos y después, Truslow llegó finalmente al tema principal.

– Ya le dije a Bill que me interesaría muchísimo tenerlo a usted conmigo para ciertos trabajos legales. Para mi firma.

Yo sonreí, sin preocuparme.

– Lo lamento, pero no tengo nada que ver con la CIA ni con inteligencia desde que dejé la Agencia. No creo ser el hombre que usted necesita.

– Ah, su pasado no tiene nada que ver con esto -insistió él-. Son negocios, pura y simplemente y me dicen que usted es el mejor abogado para asuntos de propiedad intelectual en Boston.

– Le informaron mal -dije con una risita amable-. Hay muchos mejores que yo.

– Es usted muy modesto -contestó él, con amabilidad-. Almorcemos juntos, ¿sí? -Sonrió, casi una mueca. -¿De acuerdo, Ben?

– Lo lamento, Alex. Me siento muy halagado…, pero me temo que no me interesa. Realmente lo lamento.

Truslow me miró directamente, fijo, con ojos tristes y castaños. Me recordaban los de un perro basset. Se encogió de hombros y volvió a darme la mano.

– Entonces, el que lo lamenta soy yo, Ben -dijo, sonrió como desesperado, y desapareció en la parte posterior de una limusina Lincoln.

Supongo que no debería haberme sorprendido de que la cosa no terminara allí. Pero no pude dejar de pensar que era extraño que me quisiera a mí, especialmente, y para cuando entendí por qué, era demasiado tarde.

Parte I. LA CORPORACIÓN

THE INDEPENDENT

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¿Alemania al borde del colapso?

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POR NIGEL CLEMONS DESDE BONN

En los meses negros desde la caída del mercado de valores que hundió a Alemania en su peor crisis económica y política desde la década del 20, muchos creen que este país, que una vez fue el más poderoso de Europa, está al borde del colapso. En una manifestación violenta, ayer, en Leipzig, unas mil personas protestaron contra las privaciones económicas, el aumento brutal del costo de vida y la pérdida de miles de puestos de trabajo en la nación. Hasta se proclamó la necesidad de llamar a un dictador para que restaurara la antigua grandeza alemana.

En los últimos días hubo sublevaciones en Berlín, ataques terroristas de los neonazis de ultraderecha y un aumento enorme en la tasa de delitos callejeros dentro del territorio de lo que antes fue Alemania Occidental. La nación está llegando al final de un proceso eleccionario muy discutido y duro para elegir el próximo canciller y hace diez días asesinaron al jefe del Partido Demócrata Cristiano.

Fuentes del gobierno siguen culpando de la caída de la bolsa a la recesión global en el país y también a la fragilidad de la Deutsche Börse, el mercado de valores creado después de la integración.

Algunos observadores recuerdan cada tanto que la última crisis económica de magnitud semejante, durante la era de Weimar, provocó la llegada de Adolf Hitler al poder.

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Las oficinas legales de Putnam amp; Stearns están ubicadas en las estrechas calles del distrito financiero de Boston, entre enormes edificios bancarios con frente de granito: la versión bostoniana de Wall Street, con menos Bancos que en Nueva York. Nuestras oficinas ocupan dos pisos de un viejo edificio elegante sobre la calle Federal, en cuya planta baja hay un respetable Banco Brahmin, famoso por sus lavados de dinero para la Mafia.

Putnam amp; Stearns, debería explicar en este punto, es una de las firmas legales "externas" de la CIA. Es totalmente legítima, no viola la carta de fundación de la Agencia (que prohibe jugarretas legales domésticas; aparentemente esos asuntos en el extranjero están aceptados). Muchas veces, la CIA necesita consejo legal en asuntos que involucran, digamos, inmigraciones y naturalizaciones (si están tratando de meter a un espía desertor en el país) o propiedades (si necesitan adquirir algo para refugio, u oficinas o alguna otra cosa que no quieran que se rastree hasta Langley). O, y ése es el campo preferido de Bill Stearns, el movimiento de fondos de cuentas numeradas hacia Luxemburgo o Zúrich o Gran Caimán, o desde allí hacia algún otro lugar.

Por otra parte, Putnam amp; Stearns hace mucho más que el trabajo sucio de la CIA. Es una firma de abogados de práctica general, una firma de abogados legales con unos treinta profesionales, doce socios, que abarca un espectro legal amplio, desde litigios entre corporaciones hasta propiedades y divorcios, pasando por impuestos y derechos de propiedad intelectual.

Ese último ítem, los derechos de propiedad intelectual, es mi especialidad: patentes y copyrights, quién inventó qué, quién robó la invención de quién. Seguramente usted recuerda que hace unos años un famoso fabricante de zapatillas salió al mercado con un aparato que permitía que el comprador inflara su zapatilla con aire, a menos de ciento cincuenta dólares el par. Yo me ocupé. Quiero decir, del trabajo legal. Diseñé una patente de hierro; o por lo menos, lo más segura que puede llegar a ser una patente.

En esos meses, yo tenía unas veinticuatro muñecas grandes en mi oficina, lo que sin duda desconcertaba a mis clientes. Estaba ayudando a un fabricante de Western Massachusetts a defender su línea de productos Muñecas Big Baby. Seguramente usted no sabe nada de Muñecas Big Baby. Evidentemente, no saben nada porque el juicio terminó con una sentencia contra mi cliente. No estoy muy orgulloso de eso. Me fue mucho mejor en el intento de impedir que una compañía de galletitas usara una criatura animada que se parecía sospechosamente al nene de las rosquillas Pillsbury, en sus avisos para televisión.

Yo era uno de los dos abogados especializados en propiedad intelectual en Putnam amp; Stearns, lo cual nos convierte oficialmente en un "departamento", si contamos las secretarias legales y paralegales y todo lo demás. Eso quiere decir que la firma anuncia que somos una corporación legal completa, lista para manejar todas sus necesidades, incluso los derechos de propiedad intelectual y las patentes. Todos los servicios legales bajo un mismo techo. Un sólo gran shopping center.