– Por miedo al ridículo -interrumpí-. Pero, ¿cómo mierda hacía la CIA para manejar a esas personas con habilidades síquicas? Quiero decir, o eran reales o no lo eran. Y si eran reales, sabrían que la gente que los abordaba estaba en una agencia de inteligencia.
Toby sonrió, una sonrisa lenta y torcida.
– Cierto. Ese era un problema serio, por lo que sé. Usaban una línea de doble seguridad, un sistema de doble ceguera con dos mediadores. Y como dije, llegamos pronto pero tarde. Apurados por los soviéticos.
Rossi se aclaró la garganta y dijo:
– La Guerra Fría tuvo sus lados buenos.
– Cierto -siguió diciendo Toby-. Para volver a la historia, a principios de los 60, la Agencia empezó a oír informes creíbles de esfuerzos soviéticos en parasicología. Creo que fue entonces que una pequeña célula de gente de la Agencia decidió fundar un estudio interno de las posibilidades de los fes para el espionaje. Pero era un trabajo traicionero… Por cada persona que tiene aunque sea un rastro de habilidad, hay cientos de fraudes y de bromistas y de viejas locas con bolas de cristal entre las manos. De todos modos, tal vez te acuerdes de haber oído decir que el vuelo de la Apolo 14 a la Luna en 1971 permitió que Edgar Mitchell, el astronauta, hiciera el primer experimento de fes en el espacio. No funcionó. En esos años, al principio, nosotros y los Laboratorios de las Fuerzas Armadas y la nasa gastábamos un millón de dólares al año en investigación sobre parasicología. Porotos, claro, pero también estábamos tanteando en la oscuridad.
"Después, a principios de los 70, vinieron una serie de informes secretos en los que la Agencia de Defensa de Inteligencia predecía que pronto estaríamos en peligro a causa de las investigaciones rusas en parasicología, que permitirían a la kgb, al gru y al ejército soviético trucos muy perfectos de cobertura, y conocimiento exacto de localizaciones de tropas, barcos, hasta instalaciones militares. Alguien en los rangos superiores se lo tomó en serio. No creo que esté diciendo nada demasiado secreto si te cuento que Richard Nixon se interesó mucho en el tema.
"Nuestra inteligencia confirmó que los soviéticos tenían varios laboratorios parasicológicos para propósitos militares, de los cuales el más importante quedaba en Novosibirsk. Esto era a mitad de la década del setenta. Después, en 1977, un periodista del Los Angeles Times terminó arrestado por la kgb en Moscú mientras trataba de obtener documentos secretos de un instituto de parasicología. Eso apuró a la CIA porque ahora los dos lados sabían que los enemigos también sabían…
"Dentro de la Agencia, el programa era tan secreto que el término fes no apareció jamás en ninguna parte, en ningún documento. Se lo llamaba "nuevos sistemas biológicos de transferencia de información". Unos pocos años después, yo ya había tenido mi… accidente… me pusieron a la cabeza del proyecto, para acelerarlo o… eliminarlo, cerrarlo por completo. "O meamos dentro del tarro o tiramos el tarro", me dijeron…
Yo asentí.
– Y tú decidiste mear -dije.
– En cierto modo. Yo era de los más escépticos. Y bastante hostil a todo eso. Pensé que me estaban dando una especie de basura para que perdiera el tiempo, una rehabilitación, lo que le dan a un experto en operaciones que ya no tiene piernas para caminar.
"Y entonces… -Hizo un gesto en dirección a Rossi. -Entonces, un día conocí al doctor Charles Rossi y él me enseñó algo que iba a cambiar el mundo.-¿Quieres algo para tomar? -preguntó Toby justo en el momento en que sus palabras habían picado mi curiosidad-, te gusta el whisky, ¿no?
– ¿Por qué no? -contesté-. Fue un día muy largo.
– Muy largo, sí. Y la quetamina ya no está, me parece, así que no te va a hacer mal la bebida. Wally, whiskies para todos… no, a Charlie le gusta el vodka, ¿verdad?
– En las rocas -dijo Rossi-. Un toque de pimienta si es posible.
Uno de los de seguridad se puso de pie -sí, usaba una pistolera, se la vi claramente-, y salió de la habitación. Unos minutos después, mientras estábamos todos sentados en silencio, volvió con una bandeja. Obviamente no estaba entrenado en el arte de servir tragos, pero se las arregló para servir los vasos sin volcar una gota.
– Dime -dije por fin-, ¿por qué no puedo leerlos?
– A esa distancia… -dijo Rossi.
– No. Ni siquiera pude hacerlo con el de seguridad cuando me dio el trago. No pasa nada. ¿Cuál será el problema?
Toby me miró un momento, pensando. La luz fuerte convertía sus ojos en agujeros.
– Interferencia -dijo.
– No entiendo.
– elf. Ondas de radio de frecuencia extremadamente baja. -Movió una mano por el aire, abarcando toda la habitación. -El equivalente en radio del ruido blanco. Interferencia. Lo emitimos con parlantes, en la misma frecuencia que las ondas cerebrales. Por eso no puedes captar nada.
– Así que no te importará si me acerco un poco.
Toby sonrió.
– No nos gusta correr riesgos innecesarios.
Asentí. No pensaba insistir.
– Todo esto de la CIA trabajando con fes… pensé que Stan Turner lo había eliminado en 1977.
– Oficialmente, sí -dijo Rossi-. En realidad, lo enterramos bajo una cubierta cualquiera desde el punto de vista burocrático, tanto que casi nadie sabía de su existencia en la Agencia.
Cuando el doctor terminó de hablar, Toby siguió con lo suyo.
– Hasta entonces, nuestros esfuerzos se habían concentrado en localizar a los pocos individuos con talento. Pocos y muy lejos unos de otros en el país y el mundo. Pronto el problema fue otro: ¿se puede instaurar el poder? ¿Es posible? Parecía una locura, absolutamente imposible. Charles… bueno, Charles puede contártelo mejor que yo.
Rossi se movió en la silla, respiró hondo y exhaló despacio.
– A principios de la década del 80 -dijo-, yo estaba trabajando con una firma en California, una compañía pequeña. Desarrollábamos algo que el Pentágono consideraba muy interesante. En términos simples era un inductor electrónico de paranoia, "disruptor síquico de las neuronas" lo llamaban,' que servía para interferir las conexiones sinápticas entre las células del cerebro. En realidad, hubiera hecho electrónicamente lo que hace la droga lsd en muchos casos. Algo muy feo, en realidad, pero claro, los del Pentágono son los que nos trajeron el napalm, por cortesía de Química Dow. De todos modos, el proyecto quedó en la nada, por suerte, pero un día recibí una llamada de Toby que me ofreció el doble de salario y me trajo de los hermosos climas de California hasta esta metrópolis. En cierto modo, seguí con mi trabajo: estudiaba los estímulos electromagnéticos en el cerebro humano. Al principio, el interés tenía que ver con la idea de controlar las mentes. Yo me concentré en las elf, las ondas de radio de frecuencia extremadamente baja, de las que habló Toby. El cerebro genera señales eléctricas. Y lo que tratábamos de ver era si podíamos transmitir señales fuertes en la misma frecuencia en las que transmite el cerebro y usarlas para inducir confusión, incluso la muerte.
– Encantador -dije.
Pero Rossi siguió hablando, sin prestarme atención.
– Tampoco había nada ahí. Pero habíamos descubierto las posibilidades de las elf. Y encontré investigaciones del doctor Milán Ryzl de la Universidad de Praga, algo relacionado con la hipnosis. El doctor Ryzl había descubierto que cierta gente puede relajarse bajo hipnosis, aflojar tanto sus inhibiciones que hasta se vuelve capaz de recibir imágenes por telepatía. Éso me puso a pensar.