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– Supongo que eso es cierto.

– ¿Puede sentarse un momento, por favor?

Asentí otra vez.

Se levantó del escritorio y abandonó la habitación, cerrando la puerta detrás.

Me quedé sentado unos minutos, inspeccionando la colección de pisapapeles, recuerditos de plástico que había en el escritorio, de esos que producen nieve cuando uno los da vuelta. Y entonces, recibí otro pensamiento. Esta vez el timbre era el de una voz de mujer, agudo y angustiado.

Mataron a mi esposo. A Jack, Dios mío, Dios, mataron a Jack, oí.

Un minuto después, volvió el doctor Mehta.

– ¿Y bien? -dijo.

– Lo oí bien.

– ¿Oír qué?

– Una voz de mujer, que pensaba que habían matado a su marido -contesté-. El nombre del marido es Jack.

El doctor Mehta suspiró, un suspiro audible. Asintió en silencio. Después de un silencio largo, me preguntó:

– ¿Y?

– ¿Y qué?

– No "oyó" nada ahora, ¿no es cierto? -Dio a la palabra "oyó" el mismo giro que le daba yo mentalmente.

– Silencio -dije.

– Ah, pero la de antes fue una mujer, sí. Eso es interesante. Yo habría pensado que usted sólo escuchaba los sentimientos de alguien angustiado. Pero usted no percibe sentimientos, sólo oye palabras.

– Correcto.

– ¿Puede decirme exactamente lo que oyó?

Se lo repetí.

– Exactamente -dijo-. Excelente. ¿Distingue usted entre lo que oye y lo que "oye"?-El… supongo que el timbre es diferente. La sensación de la voz -traté de explicarle-. Es como la diferencia entre un susurro y una voz alzada. O… como cuando uno se acuerda de una conversación a veces, inflexiones y entonaciones, y todo eso. Percibo una voz hablada. Pero es diferente de la voz audible.

– Interesante -dijo. Se levantó, tomó uno de sus recuerdos de las cataratas del Niágara de su escritorio, y jugó con él mientras caminaba de un lado al otro, más allá del escritorio. -Pero no oyó la primera voz.

– No sabía que hubiera habido otra voz.

– Hubo otra, de un hombre, del otro lado de la pared, pero le pedimos que pensara con placidez. La segunda era una mujer, en la misma habitación y las instrucciones fueron que conjurara un pensamiento horripilante y lo pensara con cierta intensidad. La habitación es a prueba de ruidos. El tercer intento, que usted dice que no oyó, vino de la mujer pero esta vez a cien metros en el pasillo, en otra habitación.

– Usted dice que la mujer "conjuraba" los sentimientos -dije-. ¿Es decir que no mataron a su marido?

– Correcto.

– ¿Lo cual significa que no distingo entre pensamientos genuinos y fingidos?

– Se podría decir eso, sí -respondió Mehta-. Interesante, ¿verdad?

– "Interesante" me parece una palabra demasiado tonta para lo que siento.

Pasamos más o menos una hora haciendo pruebas diseñadas para determinar la sensibilidad de mi "don", la fuerza de las emociones que era capaz de escuchar, la distancia a la que tenía que estar la persona, y demás.

Finalmente, el doctor se arriesgó a darme una explicación.

– Como usted ya se habrá imaginado -dijo el doctor Mehta-, lo que produjo este resultado en su cerebro fue el efecto magnético del generador de imágenes. -Encendió un Camel. El cenicero era un souvenir de un lugar llamado Wall Drug en Dakota del Sur.

Exhaló una nube de humo que al parecer le permitía pensar con más concentración.

– No sé mucho de usted, sólo que es abogado o algo así y que antes trabajaba en la Agencia. No quiero saber más. En cuanto a mí, soy el jefe de siquiatría de la CIA.

– ¿Detectores de mentiras, pruebas sicológicas y demás?

– Básicamente. Estoy seguro de que mi personal le hizo pruebas antes de mandarlo a la Granja, antes de enviarlo a la misión que le asignaron, y al final, cuando usted se retiró del servicio. Han retirado su archivo así que no podría saber más sobre usted aunque quisiera. Y no quiero. -Otra nube de humo, después siguió hablando. -Pero si espera que yo le diga mucho sobre su capacidad para leer la mente, lamento desilusionarlo. Cuando Toby Thompson vino a verme hace unos años, pensé que estaba loco.

Yo sonreí.

– Francamente, no soy de los que creen en la percepción extrasensorial. No porque haya algo demasiado extraño en esa percepción en sí misma, eso no. Hay bastantes pruebas que sugieren que ciertas especies animales poseen la habilidad de comunicarse de esa forma, ya sean perros o delfines. Pero nunca vi nada que sugiriera que los seres humanos también pueden hacerlo, por lo menos fuera de ciertas anécdotas no demasiado creíbles.

– Supongo que ahora habrá cambiado de idea -dije.

Él rió.

– Los pensamientos recorren el cerebro humano en el hipocampo y la corteza del lóbulo frontal. Un colega, Robert Galambos, tiene la teoría de que el pensamiento "proviene" de las células gliales, no de las neuronas, ¿oyó hablar del cerebro de Broca?

Le dije que había escuchado el término pero no sabía lo que significaba.

– El cirujano francés Pierre-Paul Broca descubrió un área del cerebro humano donde se produce el lenguaje, un área en el lóbulo frontal izquierdo. El área de Broca es el lugar donde se asienta el mecanismo del habla. Otro lugar, conocido como el área Wernicke, es donde reconocemos y procesamos el habla. Esa área también está en los lóbulos temporal y parietal izquierdos. Estoy postulando la idea de que cuando una de esas dos áreas, posiblemente la de Wernicke, se altera de cierta forma, aunque fuera sutilmente, a través del magnetismo poderoso de un generador de imágenes por resonancia magnética, las neuronas se realinean. Y eso le permite a usted "oír" las ondas de radio de baja frecuencia emitidas por otras áreas de Broca. Hace tiempo que sabemos que el cerebro produce esas señales eléctricas. Lo que usted está haciendo, supongo, es recibirlas. Eso es todo. ¿Sabe que a veces nos podemos "oír" pensar, como en la voz hablada?

– Sí, a veces.

– Bueno, yo diría que en algún punto de la formación de esos pensamientos hay actividad también en los centros del habla. Y es en ese punto que se generan las señales eléctricas. De acuerdo. Y hay también dos recientes descubrimientos científicos que pueden hacernos pensar un poco."Uno se publicó hace más o menos dos años en la revista Science. Era de un equipo de la universidad de John Hopkins que descubrió que podía producir la imagen del proceso de pensamiento del cerebro en una computadora Le pusieron electrodos a un cerebro de mono y usaron los gráficos para rastrear la actividad eléctrica en la corteza motora, el área del cerebro que controla la actividad motora. Cuando el mono hacía algo, veían la actividad eléctrica en el cerebro del mono en la pantalla, una milésima de segundo antes de la acción misma. Sorprendente ¡Estábamos viendo pensar al cerebro!

"Y después, un grupo de geobiologos del Instituto de Tecnología Californiano descubrió que el cerebro humano contiene algo así como siete millones de millones de cristales magnéticos microscópicos Es decir, imanes en barra fabricados con cristales magnéticos, un mineral de hierro Se preguntaban si habría un puente de unión entre el cáncer y los campos electromagnéticos, aunque no hay pruebas de que los cristales magnéticos tengan algo que ver con esa enfermedad Pero mis colegas y yo pensamos ¿ y si usáramos el generador de imágenes por resonancia magnética para alterar esos imanes en el cerebro humano… para alinearlos? Sé que usted es abogado de patentes Supongo que está al día en cuanto a desarrollos tecnológicos