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– En general, sí

– A principios de 1993, se anunció un gran avance casi simultáneamente en dos sitios al mismo tiempo El anuncio provino del gigante de las computadoras en Japón, Fujitsu, la Corporación Japonesa de Telégrafos y Teléfonos, y la Universidad Graz en Austria, una universidad tecnológica Usando varias técnicas de biocibernética, la colección de impulsos eléctricos que descarga el cerebro por medio del electroencefalograma, los seres humanos podían dar ordenes a la computadora con sólo pensarlas Sólo con la mente, movían un cursor en una pantalla de computadora o escribían letras determinadas Bueno, en ese punto supimos que era posible

– ¿Y por qué no pueden inducirlo en todos9

– Esa es la pregunta del millón de dolares -dijo- Tal vez tiene que ver con la forma en que esta construida su área de Wernicke Tal vez con el número, la densidad de las neuronas. Con lo que le da a usted su memoria eidética. Para ser sincero, no tengo ni idea. Son sólo especulaciones. Nada más. Pero aunque no sepamos la razón, o la confluencia de razones por las que se da, lo cierto es que a usted le pasó. Lo cual lo convierte en un sujeto valioso.

– Valioso -repetí-, ¿,para quién7 -Pero él ya se había vuelto para salir de la habitación

29

– En realidad, estoy muy satisfecho -dijo Toby Thompson. Realmente parecía muy feliz consigo mismo

Yo estaba sentado en una sala de interrogatorio, blanca, antiséptica, bien iluminada, mirando a Toby que me miraba a su vez desde la habitación conjunta, a través de un panel de vidrio grueso El vidrio estaba lleno de huellas dactilares y la habitación era tan brillante que era fácil olvidarse de que eran las ocho de la mañana y yo no había dormido en toda la noche Yo sabía que estábamos en el subsuelo del mismo edificio de oficinas, desagradable y anónimo construido en la década del 60

– Dime algo -le dije- ¿Por qué la barrera de vidrio9 ¿Por qué no produces la interferencia con los elf como hiciste en el refugio?

Toby sonrió, una sonrisa casi nostálgica

– Ah, también está la interferencia Mejor no correr riesgos No creo mucho en la tecnología, ¿y tú?

Pero yo no estaba de humor para chistes, después de haber estado más de una hora sometido a las pruebas del doctor Mehta.

– Si me las hubiera arreglado para escapar -empecé a decir.

– No hubiéramos ahorrado esfuerzos para encontrarte, Ben Eres demasiado valioso. En realidad, tu perfil sicológico indicaba que intentarías escapar una vez, lo daba como algo bastante seguro. Así que no me sorprende del todo. No te olvides de que cuando te fuiste de la Agencia, perdiste el olor de la colonia, Ben.

– ¿El olor de la colonia?

– Entomología, hormigas. Te acuerdas de mi interés en las hormigas…

Toby había estudiado entomología antes de la Segunda Guerra Mundial, momento en que las circunstancias lo llevaron muy lejos hacia el campo de la inteligencia militar, la ose, y más tarde hacia la CIA Pero no había perdido interés y seguía en contacto con un viejo amigo de Harvard, E.O. Wilson, que ahora era uno de los estudiosos más importantes en el tema. El único uso que se las había arreglado para encontrar Toby a su pasión por las hormigas tenía que ver con las metáforas.

– Claro que me acuerdo, Toby. ¿El olor de la colonia?

– Cuando una hormiga saluda a otra, le pasa las antenas sobre el cuerpo. Si la otra es una intrusa de otra especie, la atacarán. Pero si es de la misma y de una colonia distinta, la aceptan. Sin embargo, le dan menos comida hasta que adquiere el mismo olor, la misma ferohormona, que las otras. Entonces, es como si ya fuera una de ellas.

– ¿Así que soy de otra colonia? -pregunté, impaciente.

– ¿Alguna vez viste cómo ofrece comida una hormiga? Es muy íntimo, muy conmovedor. El ataque, en cambio, es muy desagradable. Una, o las dos, mueren.

Pasé los dedos sobre la mesa de conferencias de fórmica, imitación madera.

– De acuerdo -dije-. Ahora, dime, ¿quién me atacó anoche?

– ¿En Boston?

– Correcto. Y "no sabemos" me parece insuficiente.

– Insuficiente pero exacto. Realmente no sabemos. Lo que sí sabemos es que hay un espía…

– Mierda, Toby -dije en un estallido-. Tenemos que decirnos las cosas de frente.

Levantó la voz casi hasta el grito, lo cual me sorprendió.

– ¡Estoy diciéndote las cosas de frente, Ben! Desde el accidente de París, estoy a cargo de este proyecto. Lo llaman el Proyecto Oráculo: ya sabes la tendencia que tienen los muchachos de cobertura a lo melodramático. Del latín oraculum, de orare, hablar. La mente habla, ¿no es cierto?

Me encogí de hombros.

– El Proyecto Oráculo es el Proyecto Manhattan de telepatía, caro, intensivo, ultrasecreto y considerado un fracaso seguro por casi todos los que saben que existe. Desde esos meses del caballero holandés con fes, para ser preciso ciento treinta y tres días, hasta que se suicidó, ya pasamos por más de ocho mil sujetos de experimentación.

– ¡¿Ocho mil?! -exclamé.

– La vasta mayoría, por supuesto, no sabía que estaba formando parte de un experimento, y se les daba bastante dinero. De todos ellos, dos terminaron con pequeñas manifestaciones de fes, pero la habilidad se desvaneció después de uno o dos días. Contigo…

– Ya van dos días y nada ha cambiado.

– Excelente. Excelente.

– ¿Pero para qué es esto, carajo? Ya terminó la Guerra Fría, y…

– Ah -dijo él-, es que eso es un error. Sí, el mundo cambió pero sigue siendo un lugar muy peligroso. La amenaza rusa sigue ahí, esperando otro golpe de Estado o la quiebra total del sistema, como la Alemania de Weimar esperaba que Hitler restaurara su imperio arruinado. El Medio Oriente es un caldero. El terrorismo cunde, estamos entrando en una era de terrorismo de una violencia que nunca vimos antes. Tenemos que cultivar esa habilidad que ahora tú tienes, la necesitamos desesperadamente. Necesitamos agentes que puedan adivinar intenciones. Siempre habrá Saddams Husseins o Khaddafis o quién sabe quién.

– Así que dime, ¿para qué el tiroteo de Boston? Hace… hace ¿cinco años? que el Proyecto Oráculo está en marcha…

– Más o menos cinco, sí.

– Y de pronto, la gente me dispara. Hay una urgencia, eso es obvio. Alguien quiere algo, y lo quiere ahora mismo. No tiene sentido.

Toby suspiró, tocó con los dedos el vidrio que nos separaba.

– Ya no hay amenaza soviética -dijo lentamente-. Gracias a Dios. Pero hay otra mucho más difícil y difusa: cientos de miles de desempleados en el Este, espías también, trabajadores, muchísimos.

– Esa no es explicación posible -contesté-. Esa gente es positiva para nosotros. ¿Para quién mierda trabajan? ¿Y por qué?

– Mierda -gritó Toby-. ¿Quién crees que mató a Edmund Moore?

Lo miré con los ojos muy atentos. Los de él estaban abiertos, asustados, llenos de lágrimas.

– Tú dime, ¿quién fue?

– Ah, vamos, la versión oficial es que se tragó el cañón de su revólver, modelo 39 Smith amp; Wesson, de la Agencia, de 1957.

– ¿y?

– El modelo 39 tiene cámaras para el Parabellum 9 mm, ¿verdad? Es el primer 9 mm de fabricante estadounidense.

– ¿A qué mierda quieres llegar?

– La bala que entró en el cerebro de Ed Moore vino en un cartucho de 9 mm x 18. Es el que se usa para la pistola Makarov. ¿Me sigues?