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Y como si nos hicieran falta más motivos de inquietud, hacía meses que discutíamos la idea de tener un bebé A diferencia de lo que suele suceder -la mujer quiere y el hombre no- yo quería un hijo, o varios hijos, y Molly no, y era un "no" vehemente A mí me parecía extraño que una pediatra como ella insistiera en que el secreto de la buena crianza es no criar al hijo del cual uno es padre Así era como lo veía ella: su carrera estaba empezando por fin, y éste era un muy mal momento Eso siempre desembocaba en alguna de nuestras peores peleas Yo le decía que estaba dispuesto a dividir por igual las responsabilidades y ella me contestaba que ningún hombre de la historia de la civilización había compartido verdaderamente las obligaciones de crianza con su mujer La verdad era que yo estaba preparado para tener una familia completa -cuando mi primera esposa, Laura, murió, estaba embarazada- y Molly no Así que las discusiones seguían y seguían

– Podríamos vender la casa de papá en Alexandría -empezó a decir ella

– Con este mercado, no nos darían casi nada Y tu padre no te dejó nada Nunca le importó el dinero

– ¿Y un préstamo?

– ¿Con qué respaldo?

– Puedo salir a trabajar…ya sabes…guardias…

– No sirve, no basta Y te cansarías demasiado

– ¿Pero qué quiere Alex Truslow?

¿Qué quería, sí, cuando el mundo estaba lleno de abogados mucho mejores que yo? Yo no quería repetir frente a Molly la sospecha de Stearns sobre la muerte de su padre De todos modos, eso no hubiera explicado la razón por la que Truslow me quería a mí especialmente Y no tenía sentido ponerla peor de lo que ya estaba-No me gusta pensar en eso -contesté, con voz de cansancio Los dos sabíamos que fuera lo que fuera, tenía que ver con mi pasado en la CIA, probablemente con mi temible reputación, pero eso seguía sin explicar por qué, al menos, no con precisión

– ¿Cómo te fue en la UCIN -le pregunté, refiriéndome a la Unidad de Cuidados Intensivos Neonatales del hospital, donde había estado haciendo su rotación desde la muerte de su padre

Ella sacudió la cabeza Se negaba a que yo cambiara de tema con tanta facilidad

– Quiero hablar de esto, de Truslow -dijo Toqueteó uno de sus rulos, nerviosa -Mi padre y Truslow eran amigos Colegas que se tenían confianza, quiero decir, no necesariamente amigos íntimos Pero a papá siempre le gustó Alex

– De acuerdo -dije- Será una buena persona Pero si fuiste espía una vez, siempre lo serás

– Se podría decir lo mismo de ti

– Te hice una promesa, Molly

– ¿Crees que Truslow quiere que hagas un trabajo clandestino para él?

– Lo dudo No al precio que cobro por hora

– Pero sí tiene que ver con la CIA.

– Eso, sin duda La CIA es el cliente más importante de la Corporación

– No quiero que lo hagas -dijo Molly- Ya hablamos de eso es tu pasado No tu presente Cortaste con eso para siempre No vuelvas

Sabía lo importante que era para mí separarme del trabajo clandestino que me había llevado a la brutalidad helada de un autómata

– Eso me dice mi instinto -dije- Pero Stearns va a tratar por todos los medios de que no me rehuse Me va a presionar todo lo que pueda

Molly se levantó, se arrodilló en el suelo mirándome, me apoyó las manos sobre las rodillas

– No quiero que vuelvas a trabajar para ellos Me lo prometiste -Me pasaba las manos por los muslos mientras hablaba, seduciéndome y llamándome con una mirada intrigante, más misteriosa que siempre -¿Hay alguien con quien puedas hablar de todo esto? -preguntó

Lo pensé durante un momento

– Ed Moore -le contesté

Edmund Moore, jubilado de la Agencia después de más de treinta años de trabajo, sabía más sobre el funcionamiento interno de la CIA que casi cualquier otra persona en el mundo Había sido mi mentor durante mi breve carrera en inteligencia,mi "rabino", en la jerga interna, y seguía teniendo mucho instinto Vivía en Georgetown, en una hermosísima casona antigua y parecía más ocupado ahora que antes de jubilarse leía aparentemente todas las biografías que podía encontrar, iba a reuniones de jubilados de la CIA, a almuerzos con viejos compañeros, testificaba en comités de investigación del Senado, y hacía otros millones de cosas que yo no podía siquiera imaginar

– Llámalo -dijo ella

– Me parece que voy a hacer algo mejor Si puedo hacerme un rato mañana o pasado mañana, vuelo a Washington a verlo

– Si es que él tiene un rato para tí -dijo Molly Yo había empezado a excitarme eso era lo que ella había querido desde el principio, y cuando me incliné para besarle el cuello, exclamó de pronto -Mierda Esa maldita salsa está quemándose

La seguí a la cocina y apenas apagó el fuego -la salsa era una causa perdida-, la rodeé con mis brazos desde atrás Las cosas estaban tan tensas entre los dos que con apenas una palabra de más, a veces nos enredábamos en una discusión interminable o al contrario

Le besé la oreja derecha, y luego bajé lentamente, y empezamos a hacer el amor sobre el piso del comedor, con o sin polvo, no tenía importancia, sin detenernos excepto para que Molly se pusiera el diafragma

Esa noche llamé a Edmund Moore, que me invitó a cenar con él y su esposa en su casa la noche siguiente Parecía encantado

Al día siguiente, después de posponer tres reuniones pasibles de retraso, tomé el taxi aéreo al Aeropuerto Nacional de Washington y cuando el atardecer caía sobre Georgetown, mi taxi cruzó el puente Key, crujió y se sacudió sobre los adoquines de la calle M y se detuvo frente a una enorme puerta de hierro forjado, en la casa de Edmund Moore.

3

La biblioteca de Edmund Moore, donde nos sentamos después de comer, era un sitio maravilloso de dos pisos con las paredes cubiertas de estantes de roble con aplicaciones en madera de cerezo El segundo piso estaba rodeado por un balcón de madera por el que se podía caminar Varias escaleras móviles descansaban contra los estantes Con la luz tenue, la habitación parecía tener un brillo color ámbar Moore tenía una de las mejores bibliotecas personales que yo haya visto, incluyendo una impresionante colección de libros sobre espionaje e inteligencia Algunos eran testimonios de desertores soviéticos y del bloque oriental, que Ed había llevado a editores de los Estados Unidos y de Gran Bretaña en los años en que la CIA hacía ese tipo de cosas (por lo menos, abiertamente) Había estantes enteros dedicados a las obras de Trollope, Carlyle, Dickens, Ruskin Parecían esos libros que uno compra por metro para tener una decoración interior que simule una antigua biblioteca de la nobleza, pero yo sabía que Ed los había escogido personalmente, con dedicación y cuidado, en remates y librerías de París y Londres, y en puestos de antigüedades y en hasta graneros de los Estados Unidos Además no tenía duda de que los había leído a todos por lo menos una vez

Un fuego crujía en el hogar, iluminando la habitación con una luz tibia y acogedora Estábamos sentados en sillones frente a las llamas Ed tomaba un oporto de 1963 del cual estaba especialmente orgulloso, yo, una cerveza de malta

Me daba perfecta cuenta del valor de la atmósfera que había creado Moore a su alrededor En esa casa ya no estábamos en Georgetown ni en la década del 90, atestados de video clubes, Benettons y McDonalds, sino en la Inglaterra de principios de siglo Edmund Moore era del Medio Oeste, en realidad de Oklahoma, pero a lo largo de sus años en la CIA se había transformado en un hombre de tweed de la liga de grandes universidades, y parecía tan señorial como alguien de Yale o Princeton No era una pose era lo que pasaba después de tanto tiempo de estar en una organización como la CIA En realidad,la Agencia había cambiado a su alrededor En la década del sesenta, cuando los campus universitarios de Yale y Princeton se desgarraban entre huelgas y drogas, la Agencia empezó a reclutar a su gente en casas de estudios más seguras del Medio Oeste, donde seguían en pie los valores fundamentales Por ese entonces, como decía un amigo de la Compañía, había llegado la "plastificación" de la CIA Y aquí estaba ese hombre de Oklahoma, que habría podido entrar en una conferencia del Linsley-Chittenden Hall en Yale en los cuarenta sin que nadie se escandalizara "Los modales", me había dicho una vez, "son lo que queda de los antepasados ricos cuando el dinero ya no está" Pero en realidad, Moore se había casado con una mujer de dinero, de mucho dinero el abuelo de Elena había inventado algo esencial que tenía que ver con el teléfono