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El taxi, un viejo taxi con una manija menos en la puerta derecha, manejado por un hombre que casi parecía psicótico, se detuvo en el edificio de mis oficinas a las nueve menos cuarto Yo había tomado un taxi a casa desde el aeropuerto, me había cambiado de ropa -Molly no había vuelto del trabajo-, y luego había ido directo a Putnam amp; Stearns Apenas quince minutos tarde

Darlene me miró con furia y dijo

– Tenía una llamada en conferencia telefónica a las nueve, ¿se acuerda?

– Me atrasé en Washington -le dije- Negocios ¿Podrías llamar y pedir disculpas y conseguir otro horario?

– ¿Y Sachs? Lo esperó casi media hora

– Mierda ¿Me consigues su número? Yo mismo lo llamo

– Además -agregó mientras me alcanzaba un papelito rosado-, llamó Molly Dijo que es urgente

Me pregunte qué podía ser tan urgente Molly nunca me llamaba a esa hora, a esa hora siempre estaba en el hospital

– Gracias -dije y entré en la oficina, pasé junto a las enormes Muñecas Big Baby y me dejé caer en mi sillón de cuero Me quedé ahí un rato pensando si debía pedirle a Darlene que arreglara lo de la conferencia telefónica inmediatamente, pero en lugar de eso marqué el número de Molly Nada Le dejé un mensaje

Tenía bastante trabajo que hacer, y mi retraso había empeorado las cosas, pero no estaba en condiciones de concentrarme en leyes de patentes Levanté el tubo para comunicarme con la oficina de Bill Stearns, pero luego cambié de opinión, y colgué. Mi encuentro con Truslow había sido arreglado para la mañana siguiente De todos modos, Stearns seguramente ya lo sabría

Tengo una de esas esculturas fabricadas con alfileres que son imposibles de describir a menos que uno las haya visto antes Se las llama "juguete de ejecutivos" Hice una impresión de mi puño con miles de alfileres, luego admiré la escultura tridimensional durante un rato Mi otro juguete de ejecutivo es un aro de basquet electrónico, montado en un elegante tablero de acrílico, colgado en la pared del otro lado del escritorio. Arrojé una pelota de cuero blanca y negra contra el aro y emboqué El aro chilló con una voz febril y electrónica:

– ¡Buen tiro! -Luego dejó escapar los hurras de una multitud enfervorizada Muy fuera de lugar en una firma de lujo como Putnam amp; Stearns

– De nada -le respondí

Diez minutos más, y nada de Molly

Hubo un sonido suave en la puerta y entro Bill Stearns, con sus anteojos de lectura a lo Benjamín Frankhn

– Voy a ver a Truslow -le dije

Me detuve, lo miré fijo y sentí que se me cortaba el aliento

– Alex se alegrará mucho, te lo aseguro

Yo dejé escapar el aire

– Eso está muy bien. Pero todavía no me decidí Lo único que hice fue aceptar la reunión.

El arqueó las cejas, levemente y con gesto de intriga

– ¿Cuánto dinero sería esto para la firma? -pregunté

Él me lo dijo

– Y yo no vería mi parte hasta fin de año, cuando se calculen los beneficios, ¿verdad?

Ahora el ceño se le frunció todavía más

– ¿Qué quieres decir con eso, Ben?

– Truslow quiere que lo represente y tú también Y da la casualidad de que yo necesito un poco de dinero en efectivo.

– ¿Entonces?

– Quiero que me pague a mí, directamente Desde el principio

Stearns se sacó los anteojos, los doblo con un movimiento de muñeca y los puso en el bolsillo superior del chaleco

– Ben, eso es muy…

– Pero puede hacerse Yo voy a ver a Truslow, firmo con él, y él transfiere el monto de seis cifras que me corresponde directamente a mi cuenta. Si es así, hacemos trato

Stearns dudó un momento y después, me dio la mano

– Hijo de puta. A veces me olvido de lo duro que eres para estas cosas De acuerdo, Ben. Trato hecho -Se dio vuelta como para irse, después volvió -¿Qué te hizo cambiar de idea? -Él volvió a mi oficina, se sentó con comodidad en uno de los sillones "de los clientes" y cruzó las piernas

– Podría ganar unos puntos contigo y decirte que fueron tus poderes de persuasión.

Él sonrió.

– ¿O que?

– Creo que quiero los puntos así que eso es lo que voy a decirte -contesté, sonriendo también Apreté la palma sobre la escultura de alfileres y creé una réplica tridimensional de mi mano -Escucha -dije después de un momento, cuando Stearns ya se iba-, hablé con alguien de la Agencia anoche.

Stearns asintió, mirando al espacio sin decir nada.

– Estuvo investigando la muerte de Harrison Sinclair.

Él parpadeó unas cuantas veces y preguntó

– Cree que tuvo algo que ver con la kgb

Se frotó los ojos con las dos manos y gimió

– Los viejos guerreros de la Guerra Fría no se olvidan con facilidad de sus ilusiones, ¿no te parece? La kgb, el Imperio del Mal, fueron grandes villanos, no hay duda De primera. Pero ya hace años que la kgb no existe Y cuando existía, no mandaban asesinos a matar a directores de la cIa.

Yo pensé en mostrarle la foto que me había dado Ed Moore, pero justo en ese momento sonó el teléfono

– Es Molly -dijo la voz de Darlene, metálica y chata

Yo apreté el botón y atendí inmediatamente

– Molly -empecé a decir…

Estaba llorando, las palabras confusas, casi indescifrables.

– Ben…algo terrible…

Corrí al corredor, mientras me ponía la chaqueta Pasé junto a Bill Stearns, inmerso en una conversación con Jacobson, un nuevo socio brillante. Stearns levantó la vista para mirarme y era una mirada rápida, penetrante, una mirada informada.

Casi como si…, como si supiera.

6

Hace mil años, me parece, pasé seis meses de entrenamiento básico para la cIa en la "Granja" -Campo Peary, Virginia- donde aprendí de todo, desde cómo hacer un documento falso a cómo pilotear una avioneta pasando por cómo apuntar desde un auto en movimiento Uno de mis instructores dijo una vez, al pasar, que aprenderíamos tan bien las artes negras del espía que con el tiempo se volverían automáticas, casi instintivas para nosotros. No importa lo que pudiera pasarnos ni la sorpresa de tal o cual momento, años más tarde nuestros cuerpos sabrían cómo reaccionar una fracción de segundo antes que nuestras mentes. Yo no le creí después de mis años de abogado, mis instintos tenían que haber desaparecido, estaba seguro.

Estacioné el Acura, no en nuestro lugar detrás del edificio sino a una cuadra y media, en la avenida Commonwealth.

¿Por qué? Instinto, supongo, las costumbres profundas de mis tiempos de trabajo de campo

Molly había descubierto algo que la había perturbado mucho, algo que no podía decirme por teléfono Eso era todo, pero…

Corrí por el callejón que pasaba por detrás de nuestra cuadra de casas unidas, me acerqué a la entrada postenor de nuestra casa y me detuve en la puerta para buscar la llave Después, más tranquilo, entré y me deslicé sin ruido por las escaleras de servicio

Los ruidos normales de la casa, nada más El tictac de la calefacción en los caños, la heladera encendiéndose y apagándose, el zumbido de miles de objetos mecánicos

Ansioso, el cuerpo en tensión, entré en la habitación estrecha y larga que alguna vez sería nuestra biblioteca pero que por ahora estaba vacía Los estantes que cubrían las paredes estaban vacíos, la pintura, no del todo seca un día después del trabajo de Frank, el pintor encargado.

Estaba a punto de cruzar hacia la escalera para subir al dormitorio cuando noté algo por el rabillo del ojo.

Molly y yo habíamos apilado los libros por temas en esa habitación, los queríamos así, listos para subir a los estantesapenas los hubieran terminado Estaban en pilas ordenadas contra una pared, cubiertos por una tela plástica Junto a ellos, cubiertos también por la tela, estaban los cajones de roble que yo había terminado hacía unos años, con nuestros archivos personales.

Alguien había estado revisándolos

Habían buscado algo allí Eran expertos, pero el movimiento se notaba Quien quiera que fuese había levantado las telas de plástico y las había vuelto a poner en su lugar, pero mal Ahora tenían la parte manchada de pintura hacia adentro y no hacia fuera.

Me acerqué.

Los libros, que seguían en pilas, no estaban en el mismo orden Pero no parecía que se hubieran llevado nada la copia firmada de El Oficio de la Inteligencia de Allen Dulles todavía estaba allí Cuando miré un poco más de cerca, me di cuenta de que los archivos estaban en un orden completamente distinto, con algunos índices al revés Los archivos de medicina de Molly estaban donde habían estado los míos, los legales Todo había sufrido algún cambio, aunque fuera leve.

Pero no faltaba nada, por lo menos a primera vista Sólo cambios.

Habían querido que lo notara.

Alguien había estado en mi casa, había revisado mis cosas Las había puesto en un lugar distinto, deliberadamente Para que yo me diera cuenta. Como… ¿Como qué? ¿Una advertencia?

Con el corazón en la boca, me apresuré a subir las escaleras y encontré a Molly en el dormitorio, enroscada en posición fetal, en el centro de nuestra cama de dos plazas y media Todavía tenía puesta la ropa de trabajo del hospital -una falda gris tableada, un suéter de cachemira color salmón-, pero el cabello, que siempre llevaba recogido hacia atrás, estaba todo desarreglado Noté que tenia puesto el camafeo que le había dado su padre Antes había sido de su madre y había pasado de generación en generación entre los Sinclair y los Evans. Creo que ella pensaba que le daba suerte